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Richard (Brad Pitt) hace lo que puede, desde un hospital en Marruecos, para que sus hijos no se enteren del accidente que ha sufrido su esposa Susan

cine

Babel

El equipo detrás de 'Amores perros' y '21 gramos' ha vuelto a hacer una buena película que no se había filmado antes.

Ricardo Silva Romero
27 de enero de 2007

Título original: Babel

Año de estreno: 2006

Dirección: Alejandro González-Iñárritu

Actores: Brad Pitt, Cate Blanchett, Adriana Barraza, Gael García Bernal, Rinko Kikuchi y Kôji Yakusho.

Tal vez este rompecabezas sugestivo, esta Babel, sea la mejor película dirigida por Alejandro González-Iñárritu, escrita por Guillermo Arriaga y filmada por Rodrigo Prieto. La absorbente Amores perros, en medio de su brillantez, lo hacía pensar a uno en esas producciones desiguales (Historias de Nueva York, Boccaccio 70, por ejemplo) en las que se contrata a tres o cuatro prestigiosos directores para que cada uno cuente una historia sobre un mismo tema. Y la astuta 21 gramos, con sus estupendas actuaciones, y su fascinante cámara temblorosa, parecía estar contada en desorden porque sí, por puro temor al melodrama. Babel, en cambio, consigue narrar sin perder el pulso, sin caer en un solo encuadre perezoso, cuatro dramas igual de interesantes, igual de dolorosos, y logra convencernos, hasta las secuencias finales, de que no podía ser relatada de otra manera, de que la mejor manera de acercarse a los extraños caminos de la compasión era por medio de esos saltos en el espacio y en el tiempo.

Vale la pena en este punto, para contribuir a la discusión, hacer una advertencia. Vale la pena anotar que, aparte de una gran admiración, le puede quedar a uno una extraña sensación de vacío cuando Babel llegue a la última escena. Y la razón, me parece, es que, por cuenta de sus efectismos, de sus impactantes giros narrativos, se hace más evidente que nunca que esa cadena de causas y de efectos, el destino aplastante de sus héroes, no ha nacido en la cabeza de Dios, o en las barajas del azar, o en las líneas del cielo, como sí parece suceder, si uno lo piensa con cuidado, en los dramas de Sófocles o Shakespeare o Tennessee Williams, sino que ha nacido, como algo supuestamente inevitable, en la mesa redonda de un escritor de apellido Arriaga. Y entonces se pregunta uno: ¿para qué tanto sufrimiento?, ¿para probar el punto de la incomunicación entre los hombres?, ¿se vengarán algún día esos personajes de su guionista?, ¿por qué les exigimos a los dramas una naturalidad que no les exigimos a las novelas?

Babel sigue a saltos, con un profundo respeto por las culturas que visita, a una pareja de turistas norteamericanos que busca su matrimonio perdido en unas vacaciones en Marruecos, sigue a la bondadosa empleada mexicana que les cuida a sus pequeños hijos mientras vuelven de viaje, a los dos atolondrados niños marroquíes que le disparan a ella, a la esposa, por equivocación, y a la hija adolescente de un ejecutivo japonés y una mujer que se ha suicidado hace apenas unos meses. Critica el decadente imperialismo gringo. Prueba que no nos estamos entendiendo. Invita a la esperanza. Pero no es nada de eso, sino el amor por sus protagonistas, esa comprensión con la que la puesta en escena ha recibido a un grupo de personajes condenados en el papel, lo que la convierte, en el peor de los casos, en una buena película que nunca antes se había hecho.