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BECAS GORDAS?

La actual temporada de teatro colombiano en el Colón, con las mejores obras premiadas por Colcultura en los últimos años, abre un debate sobre las bondades y defectos del apoyo del Estado a las artes dramáticas.

2 de diciembre de 1996

Sin duda alguna pocas décadas han sido tan fructíferas en la producción teatral del país como la de los 90. Y no sólo en lo que respecta a la cantidad de obras, a la multiplicación de grupos o a la diversidad de propuestas escénicas sino, ysobre todo, en cuanto a sus altísimos niveles de calidad. En estos últimos años ha surgido en el país un abanico tan interesante y variado que se da el lujo de mezclar obras tan comprometidas con la realidad social como La Siempreviva de El Local con las experimentales y sofisticadas propuestas de Mapa Teatro en Orestiada ex Machina, pasando por la pulcritud de la poesía escénica de Los angelitos empantanados del Matacandelas y la risa redentora de Los sueños de Dios de La Fanfarria.Esta es una cartelera de montajes vital, fresca, que mira la realidad desde todos los puntos de vista, que reflexiona, juega, inventa lenguajes, poetiza y busca darle una forma a un presente diferente del que la pálida y cuadriculada cara de la televisión ofrece como única alternativa de imagen a un país confundido como Colombia. Otra cosa que tienen en común estas obras mencionadas es que todas han sido ganadoras de becas de Colcultura para las artes escénicas.Este es un subsidio estatal de varios millones de pesos por el que todos los grupos colombianos pueden concursar presentando el proyecto de un futuro montaje. Los ganadores se comprometen a realizar la obra y a presentarla como mínimo durante cinco funciones al público. Estos premios hacen parte del programa general de las becas nacionales implementado por Colcultura desde hace ocho años y en el que existen varias áreas y categorías.De este plan general, el teatro ha sido aparentemente uno de los grandes beneficiados. Tanto es así que casi podría decirse que con contadas excepciones las más importantes obras de los últimos años han sido becas de Colcultura. Aunque para algunos, como Ramiro Osorio, ex director de Colcultura y actual director del Teatro Nacional, el reciente florecimiento de las artes dramáticas está íntimamente ligado a estos estímulos pecuniarios, para otros se trata sólo de un paño de agua tibia que no soluciona los graves problemas de infraestructura del teatro colombiano.La mayoría de los becados insisten en que el fomento de parte del Estado es un programa cojo. Las quejas más comunes se refieren al monto de las becas, que van desde cinco a 30 millones de pesos. Todos los grupos coinciden en que estos presupuestos no son reales y nunca cubren totalmente los gastos de un montaje por sencillo que sea. "Es una ayuda pobretona que ha querido presentarse como una panacea", afirma Misael Torres del Ensamblaje Teatro. De otro lado, después de terminada la obra, muy pocas de estas becas pueden llegar realmente al público pues por lo general estos grupos no tienen dónde mostrarlas y Colcultura no ofrece mecanismos de difusión. En este estado de cosas el teatro colombiano se está llenando de pequeñas joyas, hechas con pulcritud y mucho trabajo, pero que nadie sabe que existen. Otro reclamo que se le hace a este programa es que no se le ofrece ninguna estabilidad a los grupos para sus creaciones. Según Juan Carlos Moyano, del Colectivo Cien Años de Soledad: "Una beca es un reconocimiento pero también una lotería". E, indudablemente, no es el mejor ambiente creativo tener que estar cada año pendientes de si ganaron o no un concurso, donde aparte de la calidad de un proyecto interviene el azar. Como dice el cuentero Nicolás Buenaventura: "No es justo que incluso los fundadores del teatro colombiano tengan que estar a estas alturas concursando por un apoyo monetario que se merecen de sobra". Además llega un momento en que este mecanismo se agota, porque se da el caso de jóvenes talentosos que ya se han ganado varias becas. ¿Cómo pueden ellos seguir concursando indefinidamente por otras? y, si no lo hacen, ¿dejarían de recibir apoyo del Estado aunque han demostrado ampliamente sus capacidades?Todas estas incongruencias hacen relativizar en gran medida el alcance de este programa, pero sin embargo no lo desvirtúan en su totalidad. Para la mayoría de los teatreros es sin duda un plan del que se han beneficiado, del que existen resultados muy ricos y concretos pero al que sin duda hay que ajustar. Tienen de positivo, además, que garantizan un manejo transparente y no clientelista de los dineros del Estado y han llegado a jóvenes creadores que en otros tiempos no habrían sido contemplados por el Estado, que sólo confiaba en los grupos tradicionales.Las becas son un estímulo pero nunca podrán reemplazar una política coherente parece ser el consenso. Apoyo a procesos dramatúrgicos más que a montajes, difusión sistemática de las obras, ampliación de los mercados, proyección en el exterior de los trabajos, incremento real del monto de las becas, desarrollo de las escuelas dramáticas, entre otras cosas, son puntos que los creadores consideran están descuidados actualmente. Sin embargo Isadora Norden, directora de Colcultura, afirma que esa política sí existe: "Pocas actividades culturales _dice_ son tan apoyadas en Colombia como el teatro. Este año se le destinó un presupuesto de mil millones de pesos. Al lado de las becas se le presta un apoyo estable a 70 grupos con sede propia en el programa de las salas concertadas, se están realizando sistemáticamente talleres por todo el país y se ha creado el Festival Nacional de Teatro. Es un programa completo que está mirando varios frentes". En cuanto al manejo posterior de las obras, Norden e incluso muchos teatreros, como Carolina Vivas, Moyano y Buenaventura, insisten en que no todo puede dejársele al Estado. "La autogestión es definitiva y el que las obras sigan vivan es una responsabilidad nuestra,", resume Vivas.Lo que sí es cierto es que mal o bien las becas han estimulado el panorama nacional dramático que hoy por hoy es uno de los movimientos más interesantes de Latinoamérica. Y que si existen vacíos en este desarrollo no son imposibles de llenar. Vale la pena que este plan se incremente presupuestalmente y se abra a otras etapas. El exuberante movimiento teatral colombiano, en el que los jóvenes tienen tanto que decir como los veteranos, está demostrando con su creatividad que se merece de sobra la confianza del Estado. Y que el matrimonio entre éste y los teatreros conviene a todos, como lo comprueba la interesante temporada que se presenta durante todo este mes en el Teatro Colón de las Becas Excelencia de Colcultura.