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BELLEZA ROBADA

El director de 'El último emperador' propone una anodina y aburrida historia de amor enmarcada por escenarios magníficos.

30 de junio de 1997

Director: Bernardo Bertolucci Protagonistas: Liv Tyler, Jeremy Irons, Sinead Cusack y Stefanie Sandrelli. Desde El último tango en París, pasando por Novecento y El último emperador hasta llegar a Refugio para el amor e incluso El pequeño Buda (sin duda una de sus películas más desatinadas) Bernardo Bertolucci ha demostrado ser ante todo un descriptor de lugares. Parajes con personalidad propia en los que deambulan los personajes como simples fantasmas de un rincón del mundo que subsistiría por sí solo sin la ayuda de los hombres, tal y como suelen comportarse no sólo los paisajes más hermosos del planeta sino las construcciones más antiguas de la civilización. Y una vez más Bertolucci vuelve a hipnotizar con su ubicación geográfica. Esta vez se trata de una pequeña comarca italiana, y ni siquiera del pueblo, sino de la casa, una casa campestre destinada a enmarcar algunos de los momentos especiales de una familia común y corriente. Se trata de la película Belleza robada, protagonizada por Jeremy Irons y Liv Tyler, una cinta que narra la historia de la joven Lucy, quien tras la muerte de su madre regresa a casa después de cuatro años de ausencia y destinada a estrenar su edad adulta al lado de su remota familia. La película es una historia de amor camuflada en medio de una tediosa aunque envidiable cotidianidad familiar que la propia Lucy, con ayuda de un escritor cómplice a punto de morir (Jeremy Irons), trastornará con su inocente pero desbordada sensualidad. Un argumento como este debería bastar para construir una jugosa trama. Pero Bertolucci se toma su tiempo, tal vez demasiado, en su idea de retratar hasta el colmo del buen gusto lo que debiera ser una casa de campo. Porque al fin y al cabo eso es lo único que ofrece Belleza robada: un excelente decorado, escenarios de ensueño y muy poco de trama, una trama por demás monótona que no para de patinar en su intento por robarle la virginidad a la pudorosa y traumatizada Lucy. Bertolucci ha vuelto a dar en el clavo en su concepción geográfica del cine, pero como en El pequeño Buda, ha vuelto a resbalar en sus historias.