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BESO EN LAS TABLAS

Con un cuidadoso montaje y una buena actuación, "El beso de la mujer araña" llega ahora al T.P.B.

24 de octubre de 1988

La introducción de circunstancias políticas para todos reconocibles en el teatro, corre con no pocos peligros. El efecto de una pieza dramática puede resultar determinado, más que por los méritos del dramaturgo, por los recuerdos que despierta su obra en la sensibilidad del espectador, como hechos evocados de una manera general en la escena.
Liberados por el reconocimiento de lo que vemos, percibimos, tras la ilusión teatral, la realidad que evoca. Y en la medida en que sobrepasamos tal ilusión, nuestro juicio se dirigirá más a la realidad que a su representación.
¿Qué juzgamos, los sucesos o la manera como ellos son representados? Aquí puede hablarse de cierta servidumbre. ¿Quién sirve a quién? En el teatro realista, que aprisiona un sentido social y político, es claro que la realidad propuesta sólo puede ser juzgada en la medida en que el drama y la manera como éste es representado, jueguen un papel determinante.
Aquí, la más alta exigencia la impone el grado de eficacia teatral que sea alcanzado. El artista genuino hace de esa eficacia la doble condición de su representación. A la vez que afirma en su puesta en escena su temperamento artístico, hace de ella un medio -como ilusión que es- para revelar un mundo, para relatar una historia.
Desde la concepción misma como se presenta la escena para el espectador, el montaje de Lorenzo Salveti de "El beso de la mujer araña,, constituye una suma de aciertos teatrales que van desde la modulacion rítmica del texto, hasta el encuentro de las acertadas soluciones en una cerrada unidad de tiempo y espacio.
Salveti no lucha contra las limitaciones que el teatro impone, las enfatiza y, al hacerlo, saca de ellas enormes ventajas, enriqueciendo las posibilidades del sentido.
Espacio estrecho y reducido como pocos, la celda carcelaria no ha sido ampliada bajo los privilegios de la representación para buscar una posible mayor expresividad o mayor juego de las circunstancias escénicas. Salveti reduce el campo de visión de la escena al que proyecta el ojo de una cerradura, y por allí nos introduce al mundo de sus personajes. Este recurso hace que el drama se concentre en torno a un eje, en función del desdoblamiento de los repliegues de los personajes .
Si bien sus circunstancias son sucesivamente esquemáticas y si su evolución final se desdibuja sobre el papel de lo imaginario, tienen suficiente carácter como para reconocer en ellos, a lo largo de la pieza, los tipos que representan con sus rasgos generales.
La gravedad del carácter de Valentin (Nestor Saied) y la ligereza de Molina (Jose Luis Paniagua) marcan un permanente contrapunto que, sin llegar a ser definitivamente dramático, lastima con la asechante comicidad que la carga irónica de sus diálogos provoca. Toda la tensión de la pieza está concentrada allí.
Que la acción transcurra en una celda es un hecho que ya enuncia los propósitos del autor: deja ver cómo las razones de la exclusión y la represión obedecen a formas sociales y políticas autoritarias, que contrastan con el carácter profundamente humano de los protagonistas. Que allí estén precisamente privados de libertad dos hombres, diferenciados por los hechos que los condujeron a la cárcel, la política y la homosexualidad, crea tambien el enunciado práctico de aquello que es sancionado y castigado por la ideología autoritaria. En su carácter y en su destino, estos dos personajes se encuentran, sin embargo, en el terreno común de una solidaridad y un rechazo: aquel que practican contra ciertas formas de vida, que si uno de ellos las condena por injustas, el otro por hipócritas y superficiales.
Lorenzo Salveti con su montaje de "El beso de la mujer araña", presentado por el T.P.B., ha realizado un trabajo riguroso, sin artificios, preciso y controlado como un mecanismo de relojería, en donde lo más ostensible es el meticuloso conocimiento del oficio, que se hace evidente tanto en la atmósfera psicológica alcanzada, como en la construcción de los personajes interpretados irreprochablemente por Jose Luis Paniagua y Néstor Saied.