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BIBLIA Y VAQUEROS

Después de diez años, Clint Eastwood vuelve a hacer cine del Oeste, esta vez con referencias bíblicas

17 de marzo de 1986

La muchacha está asustada y reza, rodeada por algunos de los habitantes de un pequeño pueblo minero de California, LaHood. La localidad se llama así por Coy LaHood, un empresario que tiene varias máquinas excavadoras para extraer el mineral e intenta acabar con los mineros independientes que siguen trabajando artesanalmente. Como no los puede convencer a las buenas, entonces desata una carnicería diaria, usando el pequeño ejército organizado por su hijo Josh. Los pequeños mineros son diezmados, las puertas de las casas de madera están trancadas por dentro todo el tiempo, nadie habla, nadie respira el aire azul de esas montañas y el miedo se convierte, con la oración, en el único recurso de supervivencia mientras la fiebre del oro sigue su apogeo.
La muchacha está rezando, tiene un asomo de lágrimas y lee un versículo de la Biblia que dice: "Miré y contemplé un pálido caballo: y el nombre del jinete era Muerte y el Infierno le seguía los pasos". Mientras ella pronuncia esas palabras, un hombre desconocido entra al pueblo, lentamente, con su gabardina llena de polvo y su barba y su sombrero negro y su caballo blanco y su cantimplora y sus dientes grandes y su silencio que pesa. Las lágrimas y las oraciones de los mineros que no quieren vender sus propiedades al cacique LaHood han sido escuchadas.
Con estas imágenes cargadas de violencia y misticismo, Clint Eastwood ha regresado al género de los vaqueros que durante 27 años lo han caracterizado, desde 1959 cuando filmó 150 episodios de la serie de televisión Rawhide, pasando por sus películas con Sergio Leone hasta desembocar en sus propias realizaciones, creando este personaje silencioso, lleno de polvo, alto y desgarbado, que mata y luego hace preguntas, una simbiosis de evangelista furioso e inspector Harry de reflejos incansables, hasta convertirse en el número uno de la taquilla norteamericana.
"El jinete pálido" tiene los elementos clásicos del western: la historia sucede entre dos estaciones, se siente el espíritu salvaje de los personajes, está ese ejército privado que el cacique refuerza con siete pistoleros que visten idénticamente, usan largas gabardinas y botas de espuelas ostentosas, se mueven al mismo compás y logran mantener a raya a los mineros que siguen buscando el oro utilizando un métopdo primitivo: separar la arena del metal. Los bosques, la mujer enamorada del desconocido pero fiel al compañero, la niña que es testigo del desarrollo de todo ese espectáculo de barbarie, los grandes escenarios, los cielos despejados, las tormentas de nieve, los diálogos rápidos como balazos, los duelos, las peleas, el comisario corrupto, los lugares típicos de una población del Oeste (su estación y su tren, su bar, su cárcel, su banco, su única calle, sus corrales, sus minas), todos estos elementos que grandes maestros como Hawks, Sturges, Daves, Ford, Peckinpah, Wellman, entre otros realizadores de vaqueros, supieron acumular y mostrar como símbolos de una civilización que será siempre recordada por historias como ésta, en la que un desconocido (homenaje a Shane, el de Alan Ladd), se encarga de defender a los débiles y a las mujeres.
Esta película representa la culminación de la carrera de Clint Eastwood. No es simple coincidencia que el año pasado, en Cannes, se le rindiera un homenaje al actor, productor y director, mientras en la Cinemateca Francesa se pasaban todas sus películas. Atacado durante largos años por los críticos miopes que no querían reconocer su invaluable aporte al cine, ahora su obra ha sido revisada, analizada, mirada con más inteligencia, mientras él, como antes, sonríe enigmáticamente y se encoge de hombros: nunca se ha interesado en lo que escriben sobre sus películas y su vida privada, desprecia a los críticos y aceptó estar en Cannes porque eso le serviría a la promoción de sus películas. Siempre ha sido así, un antisocial.
Con ese estilo que mezcla largos silencios, gestos sobrios, los ojos entrecerrados y zancadas que preceden a los disparos de su pistola de policía o su revólver de vaquero, Eastwood, además de sus tres películas con Sergio Leone ("Por un puñado de dólares", "Por unos dólares más" y "El bueno, el malo y el feo"), sus historias como el brutal inspector Harry Callagham ("Harry el sucio", "Magnum", The Enforcer y Sudden Impact), con las que cambió todos los conceptos del género policíaca aumentando la sangre y los golpes y las heridas de los personajes hasta provocar la reacción airada de la crítica Pauline Kael, quien lo llamó fascista, también ha dirigido once películas, todas éxitos de taquilla, todas con personajes sobrios y violentos y antisociales, aunque algunas no fueran protagonizadas por él mismo: Play Misty for Me, Preezy, High Plains Drifter, The Eiger Sanction, The Outlaw Josey Wales, The Gauntlet, "Bronco Billy", Firefox, Honkytonk Man, Sudden Impact y su último trabajo como director en ésta, "El jinete pálido". Enemigo de repetir tomas innecesarias, austero en los gastos de rodaje, tiene fama de ser uno de los directores de Hollywood que mejor se lleva con sus actores, y además, es independiente, con la compañía Malpaso que formó para explotar mejor sus películas.
Mezcla de cinismo e ingenuidad cuando habla con la prensa, le preguntaron por qué diez años después hizo otro vaquero, y respondió: "Ya estaba cansado que mis pequeños vecinos me preguntaran lo mismo todos los días, además pensé que es bueno que esta generación de la "Guerra de las galaxias" sepa lo que es una historia de vaqueros". Por qué sus películas tienen éxito, le preguntan, y él responde: "Porque la gente encuentra lo que espera, no es defraudada, quiere acción y la encuentra, sin trampas". Y cómo define esta última película: "Creo que es un regreso a las raíces del western, es una insistencia en sus elementos mitológicos bíblicos, aunque la actitud de algunos de los personajes sea de ahora, totalmente contemporánea".
Las oraciones de los pequeños mineros han sido escuchadas y también las de millones de espectadores para quienes este hombre es un idolo: al menos en la oscuridad de la sala sienten que pueden descargar sus ansiedades y frustraciones cuando él dispara o golpea o castiga.--