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BLANCO Y NEGRO

Racismo y violencia en "Gritos de libertad"

23 de mayo de 1988

A la mujer acaban de matarle el marido, después de varios días de torturas a manos de la Policía de Seguridad sudafricana. La fecha, 12 de septiembre de 1977. El clima, enrarecido con las manifestaciones de estudiantes y trabajadores negros contra las leyes cada vez mas severas, que perpetuan al gobierno de minoría blanca y su política segregacionista. El escenario, un hospital hasta donde han llevado el cadáver lleno de heridas, golpes y moretones de un joven médico, Steve Biko quien a diferencia de otro líder sudafricano, Mandela, no fue preservado como escarmiento contra los negros desordenados y alzados.
A la mujer acaban de entregarle el cadáver del joven líder del Movimiento de Conciencia Negra. Se queda contemplándolo. Como puede, aguanta los sollozos. Mira la masa arropada con una sabana y colocada sobre una de las bandejas metálicas de la morgue. Lo mira como si no lo creyera. Mueve la cabeza y las manos y entonces, con un gesto que es también un ritual para saludar la muerte y el dolor, va rozando el aire que cubre el cadáver, va siguiendo las formas caprichosas que la sabana impone, como reconociendo el cuerpo que alguna vez fue suyo, como identificando lo que queda del hombre a quien amó y ayudo a convertirse en lo que ocho años después sigue siendo para millones de acosados negros en Sudáfrica. La mujer no toca el cadáver, solo quiere comprobar que bajo la sábana Steve Biko sigue siendo Steve Biko.
Esa, la escena durante la cual la esposa del líder se reencuentra con el marido asesinado, es una de las más emocionantes de la película "Grito de libertad", nominada a tres Oscares y realizada en medio de los mayores conflictos y escándalos por el director y actor británico Richard Attenborough, el mismo de "Gandhi".
Para contar el drama de Biko y la verguenza de su país, la película se alimenta con los dos libros publicados por un periodista blanco, también sudafricano, Donald Woods, quien fue su amigo y escapó a Inglaterra cuando el asesinato del otro puso en peligro su vida y la de su familia. "Grito de libertad" gira alrededor de las relaciones tiernas, tensas y brutales de estos dos hombres separados por siglos de segregación racial.
Para contar esta historia, Attenborough ha logrado una magnífica factura técnica (la fotografía y la música son espectaculares y por algunos momentos, alcanzan todo el dramatismo y profundidad de "Gandhi", especialmente en las escenas de multitudes, más difíciles de manejar), y con un guión que mide cada palabra, cada gesto de los actores (Kevin Kline es Woods y Denzel Washington es Biko), asistimos a una super-producción que muestra la otra cara de esa postal africana a la cual Hollywood nos tiene tan acostumbrados. Ya no es la tierra de los safaris, los leones y las danzas tribales; ahora asistimos a los ataques con aplanadoras, fusiles y camiones contra los tugurios levantados con cartones y latas donde los negros son mordidos por los perros, encarcelados, golpeados y en la mayoría de los casos, asesinados en silencio: la lista de ejecutados y desaparecidos que aparece al final es un golpecito de alerta en la conciencia del espectador que hasta entonces seguía creyendo que la historia de Biko era simple ficción.
Steve Biko, dicen quienes lo conocieron, era un joven ambicioso, levantado en las barriadas y quien escogió la medicina como única forma de ayudar a su gente. En la Universidad se convirtió en líder del Movimiento de Conciencia Negra con el fin de devolverles a los que eran apaleados y acosados, el orgullo que les habían quitado.
Bajo la influencia de los negros norteamericanos, especialmente líderes colocados en los dos extremos (como Martin Luther King y Storkey Carmichael), Biko organizó reuniones, manifestaciones contra la segregación, hizo que los sudafricanos se sintieran orgullosos de ser negros y se convirtió en elemento peligroso para el gobierno.
Mientras tanto el periodista Donald Woods, director del Daily Dispatch y uno de los pocos blancos que desafiaba al gobierno minoritario, después de una serie de artículos en la cual criticaba el radicalismo de Biko, acepto una cita con este (la escena esta cargada de fuerza y alegoría), y descubrió por primera vez en su vida que un negro podía tratarlo de igual a igual. Biko lo hizo revaluar sus ideas liberales y lo entusiasmó de tal manera que puso en peligro su periódico, su vida y su familia por defenderlo, hasta ser declarado persona indeseable y colocado en las mismas condiciones de aislamiento que su amigo.
Al lado de estos dos hombres y su amistad, paralelamente a la batalla cotidiana por la dignidad de los negros sudafricanos (aquí todo parecido con la realidad es una forzosa coincidencia), la película muestra la convulsionada nación que hoy sigue aislada y despreciada por la mayoría en los otros países. Woods vive actualmente en Londres, no puede regresar a Sudáfrica y sus dos libros, "Biko" y Asking for trouble siguen vendiéndose en todos los idiomas, como armas contra el mismo gobierno que una mañana de septiembre de 1977 provocó una escena insoportable: la de una joven mujer rozando el cadáver desnudo de su marido. Al director Attenborough, por supuesto, las autoridades sudafricanas lo tienen sentenciado.