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CAJAS DESTEMPLADAS

Bajo una aguda crisis, la Orquesta Sinfónica de Colombia cumple 35 años.

15 de agosto de 1988

Sin director titular. Sin concertino nombrado oficialmente, con vacantes en diversos atriles y una programación que no presenta novedades para destacar -salvo la de haber excluido en lo que va corrido de este periodo administrativo la música coral-, cumple este 20 de julio, 35 años de actividades la Orquesta Sinfónica de Colombia. Aquí sí vale afirmar que todo tiempo pasado fue mejor.
Gran parte de los problemas que vive la orquesta, es cierto, son de carácter presupuestal. Conseguir un director competente, un concertino e instrumentistas de idénticas cualidades, así como adquirir partituras y contratar figuras solistas destacadas, cuesta mucho dinero. Pero, ¿tiene sentido mantener una institución prácticamente en la indigencia, dejándole apenas un presupuesto que sólo alcanza para cubrir la nómina o invitar,de cuando en vez, un artista que generosamente envía una embajada extranjera?
Todo el mundo añora los tiempos de Olav Roots, cuando este músico de calidades humanas y cualidades artísticas excepcionales, regía la agrupación musical. Durante su gestión, decenas de figuras de verdadero renombre internacional pasaron por la orquesta: pianistas como Claudio Arrau, Arthur Rubinstein, Lili Krauss o Alfred Brendl. violinistas como Jasha Heitfetz o isaac Stern; cantantes como Marian Anderson y Maria Stader, o directores-compositores como Igor Stravinsky, Aaron Copland, Paul Hindemith o Aram Jachaturiam. ¡Qué épocas aquellas! En materia de repertorio, Olav Roots se preocupó siempre por incluir novedades, pero novedades importantes. Fue así como se vieron numerosos estrenos. Roots también creó, junto con Elvira Restrepo de Durana, la Sociedad Coral Bach, a fin de darle a la orquesta un coro capaz de interpretar las grandes obras del repertorio.
Murió el maestro Roots, figura hasta hoy irremplazable en el ámbito musical colombiano, y la orquesta fue pasando de mano en mano sin que ningún director aguantase más de cuatro años en el cargo, en buena parte por la desorganización y falta de presupuesto del Instituto Colombiano de Cultura. Nunca ha habido dinero para hacer planes, siquiera a mediano plazo. Tampoco para renovar repertorio -excepto en las temporadas operáticas- y mucho menos para remplazar instrumentos. Un ejemplo: la orquesta cuenta hoy en día con dos pianos "llovidos" (agua a cántaros les cayó encima por espacio de dos días) y a pesar de que suenan como una caja de cubiertos, el Instituto no se ha tomado el trabajo de pensar en remplazar por lo menos uno .
Tal vez la única época, desde la muerte del maestro Roots, en que se pudo apreciar cierto interés por la música en el Instituto, fue cuando lo dirigió Gloria Zea, al crear las temporadas de ópera. Sin embargo, la orquesta consideró estas temporadas como una agresión, ya que los músicos debían trabajar en el foso y cederle el escenario a los cantantes. Pero, para el público y los cantantes fue una época gloriosa, ya que los buenos aficionados pudieron, por primera vez, conocer de viva voz decenas de obras del género lírico, mientras los cantantes, también por primera vez tuvieron la posibilidad de proyectar su trabajo más allá de una tertulia familiar, que era a lo que prácticamente estaban reducidos. Tristemente hoy, de todo este esfuerzo no queda sino el recuerdo.
Por todo lo anterior, es un milagro que la Orquesta Sinfónica de Colombia haya cumplido 35 años. Además dentro de los planes de este gobierno estaba el de enterrarla, junto con la ópera y el coro de Colcultura. La salvó el haber sido creada por ley. Pero, como de efemérides se trata, para conmemorar la fecha la orquesta dará esta semana tres conciertos en Bogotá, con un único programa: Preludio al acto 1° de los maestros cantores de Richard Wagner; concierto Brandenburgués No.3 , de Juan Sebastián Bach, y la Tercera Sinfonía (Heroica), de Ludwig van Beethoven. Luego, la agrupación saldrá de gira y se presentará en Neiva, Ibagué, Popayán, Cali y Pasto. Queda claro que, a pesar de la gira, se trata de una celebración bastante opaca para la institución musical más importante del país, a lo que se agrega que, por el momento, no se ve una luz de esperanza para que la orquesta salga de la crisis que la acosa.