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Caliwood, la nueva generación

El éxito alcanzado por 'El rey', ópera prima de Antonio Dorado, revive la pasión por el cine en Cali y revela a un importante grupo de realizadores que continúa la tradición que inició Andrés Caicedo.

31 de octubre de 2004

Por estos días en las salas de cine de todo el país se proyecta un cortometraje animado hecho en Colombia que muestra las aventuras de un caballero de fuerte armadura para callar a una princesa gritona y devolverle la paz al castillo que vigila. Este corto se llama El último golpe del caballero y será el abrebocas de las películas proyectadas en Colombia hasta el 31 de diciembre, cuando saldrá del circuito. En la cartelera hay otras dos películas colombianas: El rey y Colombianos un acto de fe. Estas cintas tienen algo en común. Detrás de ellas están los directores caleños Juan Manuel Acuña, Antonio Dorado y Carlos Fernández de Soto. ¿Cuál es la historia de las películas caleñas?

Rey de reyes

La emoción no le duró mucho a Antonio Dorado, desconocido montajista, documentalista y profesor de la Universidad del Valle cuando hace seis años se ganó el premio de guión para ópera prima que otorga el fondo Proimágenes en Movimiento. Desde ese día no volvió a respirar tranquilo y sintió como que en vez de un premio había recibido un castigo. Ahora estaba obligado a entregar una película para la cual había recibido 100 millones de pesos pero que, de acuerdo con sus expectativas, podía costar 20 veces más. El rey, la historia del primer capo de la mafia caleña, le estaba dando su primera lección. Tantas veces había intentado transmitirles a sus alumnos la emoción por el cine y sus géneros que ahora, a fuerza de creerse el discurso, tenía el deber de realizar una película de época en Colombia, con tiroteos, persecuciones, sexo y violencia. Pero además tenía que cumplir con otro imperativo categórico: "Nadie sueña con hacer una película mala".

Y nadie daba un peso porque lo pudiera lograr. Todo comenzó con una investigación sobre la caída del cartel de Cali en 1996 para la especialización en audiovisuales que cursaba en la Univalle. Allí se encontró con la historia de 'Grillo' o Pedro Rey, uno de los primeros malevos criollos. Cansado de hacer documentales y serle fiel a la historia se lanzó por el lado de la ficción. "Deseaba emprender el sueño de vida que en el fondo tiene todo director: rodar un largometraje", recuerda Dorado. Las cosas le salieron bien gracias a su extrema paciencia y a la virtud que tuvo de desconfiar del conocimiento propio. "Busqué ayuda y consejo en cada una de las personas y directores que conocí por el camino". Aunque esto lo llevó a reescribir el guión más de 50 veces y a dilatar el comienzo del rodaje en múltiples ocasiones, también convirtió El rey en otro mito caleño y hubo quienes, dentro del medio audiovisual, apostaron por la fecha en que por fin se haría la película. Hubo otros más que le apostaron a que nunca la terminaría.

Lo más difícil fue conseguir el apoyo económico para hacerla en cine. "Cuando la tenía lista para rodar en video, ganamos 110.000 euros, y apareció la familia Lesoeur", unos franceses que adoptaron el proyecto como si fuera propio. Del rodaje y la posproducción existen cientos de anécdotas trágicas y cómicas. Como cuando tuvieron que comprar una nevera para guardar las latas donde viene la película porque el clima de la Sultana del Valle podía dañarla. O los terribles momentos que vivió cuando la embajada norteamericana le dio cita para un año después y Dorado tenía que viajar en mes y medio para rodar las escenas en NuevaYork. O cada vez que en la aduana nacional querían abrir las latas con la película ya filmada que se enviaba a París porque en Colombia no hay dónde revelarla, con el riesgo de que se velara. O cuando se dio cuenta de que los derechos por usar la letra de la canción ranchera Pero sigo siendo el rey, tema principal de la película, costaban mucho dinero y entonces, por pura suerte, apareció un compositor nacional que escribió la canción que acompaña el final de la película. En fin, El rey también ha corrido con suerte. "El rodaje fue muy difícil, los días se me cruzaban con las noches y el sueño de terminar bien la película siempre estaba amenazado por terribles pesadillas reales que debía enfrentar día a día", señala Dorado.

Ahora que está en la otra orilla, con la película terminada, siente la satisfacción de haber culminado un trabajo decoroso, en el que son evidentes todas las manos que le ayudaron. "Sólo espero que quienes observen la película disfruten y la gocen porque allí se revela todo el esfuerzo creativo de un colectivo que se unió porque creía en una ilusión".



El rollo caleño

Treinta años antes de que se hiciera El rey aparecieron en la escena caleña Andrés Caicedo, Carlos Mayolo, Luis Ospina y Carlos Palau, entre otros, quienes filmaron algunas películas y rodeados de poetas, teatreros, pintores y músicos consolidaron un importante movimiento cultural.

Como lo recuerda Mayolo en su polémico libro ¿Mamá qué hago?, "... era una ciudad con pautas estéticas. Se podían reconocer valores, actitudes, costumbres e imágenes. Todo eso dio paso para que se pudiera tener un teatro, un movimiento cineclubístico, exposiciones de pintura y fotografía, hasta que poco a poco se fue dando lo que llamamos Caliwood: filmarnos a nosotros mismos, nuestros barrios, nuestras gentes. Sobre este clima empezamos a hacer 'Cali: de película', 'Agarrando pueblo', 'Pura sangre', 'Carne de tu carne'y 'Oiga, vea'. Somos los hijos de Cali. Unos camajanes bailarines arrebatados y con un sentido de lo lúdico muy pegado a nuestras pautas tropicales".

Por la misma época llegó a la ciudad el filósofo e investigador español Jesús Martín Barbero, cuyo trabajo obtuvo reconocimiento mundial. Él lideró la conformación de un amplio plan de estudios donde el audiovisual era la herramienta privilegiada de expresión. Para Óscar Campo, profesor de la misma carrera y quien está próximo a filmar su primer largometraje, "para los realizadores que fuimos el kínder del Caliwood, la universidad sirvió de refugio cuando Cali se vino abajo por la influencia del narcotráfico y el conflicto armado".

El nacimiento del canal regional Telepacífico en 1989 y del programa Rostros y rastros, un espacio dedicado al género documental, ayudó para que la cultura audiovisual de la ciudad se sostuviera. La producción de documentales que nutrían el programa semanal se hizo desde UV-TV, la programadora de Univalle, y sirvió para que la tercera generación tuviera un piso sólido donde dar sus primeros pasos. De allí provienen los jóvenes directores debutantes Jorge Navas, Carlos Moreno y Juan Manuel Acuña. Rostros y rastros produjo más de 500 documentales y al menos 50 trabajos experimentales durante los 12 años que estuvo al aire, sus producciones recogieron un centenar de premios nacionales y 30 en el extranjero. A la par con este proceso, una gran cantidad de montajistas, fotógrafos y sonidistas han salido del claustro univalluno para apoyar proyectos cinematográficos y, en especial, robustecer los equipos técnicos de las productoras de cine publicitario y las programadoras nacionales.

Caliwood inició una escuela que aún está vigente y vuelve a producir a todo vapor. Tal vez por eso el cáustico Luis Ospina no ocultó su emoción al salir del estreno de El rey, "En Cali el cine vuelve a ser el rey. Y en El rey reina el cine. El cine no ha muerto. ¡Viva 'El rey'!"