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CANAL ABIERTO

El Glasnost llega a la TV soviética, que comienza a desacartonarse.

21 de noviembre de 1988

Cada mañana al despertarse, los ciudadanos soviéticos se preguntan qué nuevos cambios encontrarán en su rutina doméstica, empujada y volteada al revés desde marzo de 1985, cuando asumió el poder Mikhail Gorbachov. Después de todos estos meses de sorpresas y reuniones, después del primer concurso de belleza que resultó, como en cualquier país occidental, viciado de influencias, y después de la puesta en marcha de las primeras casas para ancianos, ahora la sorpresa tiene que ver con la nueva cara que tienen los programas informativos y de opinión en la televisión, dentro y fuera de Moscú.
Por primera vez, en un programa llamado "Antes y después de la medianoche", los soviéticos han podido mirar y escuchar el monólogo de un hombre joven vestido de gris, con una corbata roja, mientras camina entre los árboles que rodean los estudios Ostankino en Moscú y echa de menos el verano que ha pasado. Son los primeros minutos de emisión de ese espacio mensual, conducido por Vladimir Molchanov, de 37 años y quien en ese mismo programa, después de su elegía a la estación, también presentará un informe sobre Australia, un robot que cabalga en el Japón y una nota sobre el huevo más grande del mundo, entre otros informes. Dentro de los noventa minutos que dura el espacio, también habrá algunos videos de Michael Jackson y Sting.
Para los televidentes soviéticos acostumbrados a programas duros, con escasas ayudas visuales y centrados en los fríos temas económicos, culturales y políticos, el que un anchorman saque las cámaras a la calle para hablar del verano o sonría mientras presenta las canciones provocativas de los artistas del rock, es absoluta y desconcertantemente novedoso. Pero, los millones de televidentes que siguen esta emisión mensual, no sólo esperan los videos musicales: es que los vientos del Glasnost permiten que Molchanov presente a un destacado escritor soviético que denuncia la esclavitud durante el estalinismo, escenas de equipos de transporte abandonados en zonas campestres y hasta una película histórica sobre el zar Nicolás II y su familia.
Otro programa renovador que se pasa los viernes a la medianoche y se llama "Punto de Vista", conducido por dos periodistas que apenas tienen 26 y 30 años, Alex Lyubimov y Dima Zakharov, repite el formato del norteamericano "Sesenta minutos"; es más juvenil porque sus presentadores aparecen en jeans y camisetas cuenta con la participación de los televidentes y toca temas que eran prohibidos, como entrevistas con jóvenes neo-nazis, diálogos con soviéticos que investigan las conexiones de la mafia y veteranos de la guerra con Afganistán que han tenido problemas para incorporarse a la vida normal. La televisión soviética era como un alimento enlatado, sin el menor riesgo de cambios hasta cuando Gorbachov puso fin al reinado de quince años de Sergei Lapin, el director de Gosteleradio, el ente estatal que maneja la televisión y la radio. En una nación donde en 1960 había 22 televisores por cada mil habitantes y en 1986 ese número había aumentado a 299 aparatos, donde el 86 por ciento de la población considera la televisión su principal fuente de información y donde el 63 por ciento piensa que ese medio es el que mayor influencia ejerce sobre sus actitudes y valores, los vientos de renovación de Gorbachov tenían que alterar la programación televisiva.
Mientras tanto, los canales locales buscan un nuevo lenguaje, una nueva aproximación a sus televidentes, con programas como "Buenos días, Moscú" que envía cada día un periodista con una cámara a encontrar cosas insólitas. También está "Quinta Rueda", en Leningrado, fustigando a los artistas superfluos y un noticiero curioso, "600 segundos", con un comentarista que a toda velocidad y en ese tiempo, resume lo que ha pasadado en el día. Por supuesto no han sido fáciles estos cambios, hay pocos presentadores, han tenido que entrenarse a la carrera y, en medio de esta renovación, hay una estrella indiscutible, el periodista Urmas Ott, de 33 años y natural de Estonia, quien conduce un informativo de 90 minutos durante el cual hace preguntas que nunca antes se habían formulado en la televisión soviética: cuánto ganan los atletas, cómo vive una cantante de la ópera, qué comen las celebridades. Eso le gusta a la gente común y corriente. Sin preguntas convenidas de antemano, agresivo y mordaz, Urmas Ott es el mejor símbolo de estos cambios en la televisión de la Unión Soviética. Cada mañana al despertarse los ciudadanos se preguntan con qué serán sorprendidos ese día.