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Cantidad vs. calidad

Los libros que se venden como pan caliente son mirados con desprecio, y muchas veces sus autores son acusados de recurrir a una fórmula para multiplicar sus ganancias. ¿Son los 'best sellers' una amenaza para la literatura?

29 de febrero de 2004

Antes de que saliera oficialmente a la venta Harry Potter y la orden del Fénix, el quinto título de la saga de Harry Potter, 8.000 ejemplares fueron robados en Inglaterra. Warner ha ofrecido 66 millones de euros por los derechos de televisión, dos millones más se han destinado a su mercadeo, 60.000 niños acudieron al casting para interpretar al personaje central en cine y se estima que J. K. Rowling, la autora del libro, recibe ganancias por encima de los 70 millones de euros al año. Todos estos datos hacen parte de la parafernalia que se ha creado en torno a una de las obras más vendidas de los últimos años: 200 millones de ejemplares con traducción a 55 lenguas diferentes.

Al éxito en ventas de este libro se suma el evidente interés no sólo del público adulto sino también del infantil, no sin que se haya escapado de un calificativo que se ha vuelto despectivo: "Harry Potter es un best seller". ¿Sus millonarias ventas son sinónimo de baja calidad y de una fría fórmula en la que han caído los lectores? ¿Por qué un libro convertido en best seller es visto con desprecio por los críticos? El debate sobre el tema ha estado abierto desde siempre y los más conservadores se burlan de confesiones como las del escritor Paulo Coelho, uno de los autores más exitosos en la actualidad, quien, sin ningún pudor, dice escribir cada libro suyo en dos semanas. Sus detractores lo acusan de hacer libros como si se tratara de una fórmula matemática, mezclando consejos prácticos para llevar una vida mejor con simples historias de amor o de amistad.

En 2000 la revista Forbes publicó las cifras de los escritores que más ganaron dinero durante ese año: Stephen King (44 millones de dólares), Tom Clancy (37 millones), J. K. Rowling (36 millones), Dean Koontz (35 millones) y John Grisham (28 millones), todos ellos señalados como productores mecánicos de libros de cuestionada calidad. La crítica literaria y varias páginas de Internet se han dedicado a demeritar este tipo de obras por su lenguaje sencillo, y porque parecen diseñadas para que la gente las lea en los aeropuertos sin necesidad de mucha concentración. También se burlan de la misma presentación del libro: portadas brillantes, con letras que resaltan el nombre del autor, una extensión superior a las 300 páginas y un papel de calidad superior a la de los demás libros.

Recientemente ocurrió con el estruendoso éxito en librerías de El código Da Vinci, de Dan Brown. "El libro es exitoso porque recoge varias teorías conspiradoras sobre la vida de Jesús, le da una relevancia interesante a María Magdalena y un toque aparente de erudición al referirse a la obra de Leonardo, todo dentro de una trama de suspenso. Es una mezcla perfecta que llama la atención de muchos lectores: desde el que sabe de arte y religión hasta el que sólo busca una historia de intrigas", comentó en The Guardian el profesor de literatura Robert Duke.

La revista inglesa i -village publicó un artículo titulado 'Los siete elementos de una trama perfecta' en el que no sólo ofrece técnicas para jóvenes autores sino también da las claves para un éxito rotundo: es necesario que un hecho trágico rompa la vida de un personaje normal, que los protagonistas sean despreciables y superficiales, que eventos que aparentemente no tengan nada que ver sí se relacionen y se toquen de vez en cuando mientras transcurre la historia, que la trama siempre sea pantanosa, compleja y que nunca carezca de tensión, entre otras sugerencias. Para muchos esto se resume en melodramas, intrigas entre dos o más países, historias de terror en las ciudades y dramas sicológicos.

Danielle Steel, Robin Cook, Tom Clancy, Wilbur Smith, Mary Higgins Clark, Isabel Allende o Federico Andahazi han sido acusados muchas veces de emplear estas fórmulas. ¿Qué pasa entonces con libros como las memorias de García Márquez o El paraíso en la otra esquina de Mario Vargas Llosa, que también han alcanzado millonarias ventas en los últimos dos años? La respuesta es tan difícil como determinar la diferencia entre el llamado cine-arte y el cine-comercial. Los críticos dirán que el debate debe trasladarse a lo que es y no es buena literatura, pero el que realmente tiene la última palabra es el lector. Jorge Luis Borges lo dijo en algún momento: "El lector no sólo decide el género sino que depende de él que un libro cobre vida".