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Capitán de mar y guerra

Dos formas opuestas de ver el mundo se enfrentan en este inolvidable duelo de barcos en las costas de Brasil.

Ricardo Silva Romero
29 de febrero de 2004

Título original: Master and Commander: The Far Side of the World.

Año de producción: 2003.

Director: Peter Weir.

Actores: Russell Crowe, Paul Bettany, Billy Boyd, James D'Arcy, Lee Ingleby, David Threlfall, Max Pirkis.

***1/2

Es una película de Peter Weir. Y eso significa, antes que nada, que se trata de una gran lección de cine: la primera secuencia enmarca los hechos por venir en las guerras napoleónicas (es agosto de 1805 en las costas de Brasil), esboza las personalidades, los conflictos, los destinos de ocho o nueve navegantes de un antiguo barco británico llamado Surprise, y advierte, después de registrar una batalla naval inconcebible, que los dilemas de aquella tripulación sólo llegarán a resolverse cuando su navío vuelva a enfrentarse con ese temible galeón francés que pretende gobernar el océano Atlántico. Sólo han pasado 15 minutos de proyección. Y en vez de un relato simple, predecible, cuyos grandes méritos se limiten a los terrenos de la producción, tenemos una obra personal, compleja y sugerente frente a nuestros ojos. Otra estupenda película de Peter Weir.

Que nació el 21 de agosto de 1944 en Sydney, Australia, 27 años antes de filmar sus primeras escenas. Y que no ha conseguido liberarse, 11 largometrajes después, de los fantasmas de una serie de personajes obstinados, extranjeros en cualquier lugar por siempre y para siempre, que parecen dispuestos a morir en la búsqueda del mundo perfecto: pensemos en el vendedor de seguros Truman Burbank, mártir de El show de Truman, preparado para escapar de su propia vida desde que empieza a sospechar que se transmite en vivo y en directo; en el profesor John Keating, fundador de La sociedad de los poetas muertos, guía de viaje y portador del mensaje subversivo que trastornará a un grupo de alumnos de literatura; o en el científico Allie Fox, conquistador de La costa mosquito, padre de familia irresponsable que se ha empeñado en instaurar una sociedad perfecta en una pequeña isla. Son la voz de Weir, héroes de un pueblo invisible, viajeros atrapados en la conquista de un nuevo continente que no existe.

Y el navegante Jack Aubrey, capitán con suerte del Surprise, parece contenerlos a todos. Sí, la puesta en escena es extraordinaria, la reconstrucción de las embarcaciones nos ahorra un par de libros de historia y el duelo de fondo con la nave francesa nos mantiene al borde de los nervios, pero es él, aquel ser intransigente, lo que resulta inolvidable de la emocionante Capitán de mar y guerra. Su amistad con el sereno médico de abordo, el doctor Stephen Maturin, es el centro del relato: sus dúos de violín y contrabajo mar adentro, bajo las miradas extrañadas de unos marineros que se han convertido en discípulos de dos formas opuestas de vivir la vida, son el espíritu de la narración. Para verlos juntos, entre muchas razones más, vale la pena no perderse este gran largometraje inspirado en una serie de libros de aventuras. En la oscuridad de la sala se recordará que no se debe menospreciar jamás una película de Weir. Y que la arrogancia es la peor manera de ir a cine.