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Carlos, el travieso

Audaz empresario de medios se enfrenta a los grandes y le ponen el "tate quieto"

4 de septiembre de 1989

Para muchos era una pelea entre David y dos Goliats. El David era el hasta hace poco relativamente desconocido broker de televisión, Carlos Mejía, y los Goliats, Caracol y RCN, respaldados respectivamente por el Grupo Santodomingo y la organización Ardila Lulle. El origen del conflicto, como sucede frecuentemente, fue el de que a David también le dio por ser Goliat. Y si dos son compañía, tres son montonera. O por lo menos es eso lo que piensan los dos socios de la compañía.
Carlos Mejía, manizalita de 34 años, abogado, es, sin lugar a dudas, el empresario de medios de comunicación más audaz que ha aparecido en los últimos años. Empezó trabajando en Brigard y Castro, una firma de marcas y patentes, pero el fuerte de su carrera lo hizo como gerente de Caracol, donde adquirió la experiencia y logró la fama de ser un comercializador eficaz y creativo. En 1984 decidió independizarse para montar una compañía, Mejía y Asociados, cuyo principal objetivo era comercializar espacios de televisión. Fue entonces cuando inventó la fórmula que lo habría de volver rico y controvertido. La fórmula consistió, para la radio, en la integración de docenas de pequeñas emisoras independientes en una especie de movimiento de no-alineados.
En cuanto a la televisión, impulsó el sistema de compra y venta de los llamados tiempos disponibles de televisión (aquellos minutos de cuñas de un espacio que una programadora no ha podido comercializar y que después no puede reponer, se compran a precios por debajo de las tarifas establecidas, pero con la ventaja para él, que puede quedarse sin el pan y sin el queso, de que le pagan anticipado).
El perfeccionamiento de esos dos inventos, más la comercialización exclusiva de algunas programadoras de televisión (Prego, Datos y Mensajes e Intervisión), permitieron que en escasos cinco años Mejía haya llegado a mover ventas cercanas a los cinco mil millones de pesos anuales.
Pero Mejía no llegó allá propiamente por los métodos más ortodoxos y uno de los ingredientes de su éxito ha sido el otorgamiento particularmente generoso de descuentos. Tan generoso que, para muchos en el medio, Mejía es responsable en parte de lo que ya se conoce como la "perrateada de las tarifas", asociada hoy con la grave crisis por la cual atraviesa la televisión. Se asegura que en el año 88 y en el primer semestre del 89, el promedio de descuentos en las tarifas de T.V. alcanzó el 70%. Es decir, algunos programas prácticamente se regalaron.
Pero si Mejía ya era controvertido por eso, ni qué decir ahora que quiere saltar de broker estrella a magnate de las comunicaciones. Su "infiltración" en este campo comenzó con la compra de Veracruz Stereo, una de las mejores estaciones de Antioquia, por 240 millones de pesos, y la toma del control de la programación de la cadena Super, que ya venía comercializando de tiempo atrás. Estas incursiones no tendrían por qué incomodar a nadie si no fuera porque, en la contratación de estrellas, Mejía ha entrado a dar pasos de animal grande. A través de ofrecimientos de sueldos multimillonarios o inclusive de sociedad, Mejía ha intentado sonsacarles sus vedettes deportivas a RCN y Caracol, para que hagan la programación de Super. Como quien dice, está tratando de robar las vacas sagradas a las vacas sagradas. Su primer paso fue la contratación para Super del ídolo antioqueño de las transmisiones deportivas, Luis Fernando Múnera Eastman quien, se afirma, pasó de ganar 800 mil pesos a tres millones mensuales por cuenta del joven mogul.
Pero esto no fue sino el primer paso. Entusiasmado, comenzó a actuar como el Murdoch colombiano y su planeada lista de adquisiciones no excluía ni siquiera a Juan Gossaín y a Yamid Amat. Como si esto fuera poco, en declaraciones para El Tiempo se vino lanza en ristre contra los grupos Ardila y Santodomingo.
Su momento de gloria duró menos de una semana. Invocando que es incompatible ser broker y medio, Asomedios vetó a Super la transmisión del partido de fútbol del domingo pasado, lo cual significaba sacar a Mejía del paseo. Según Asomedios, "se tuvo conocimiento de que la cadena Super había autorizado a Producciones Múnera Eastman para efectuar las transmisiones radiales de los partidos de fútbol profesional colombiano y entendíamos que Producciones Múnera Eastman es una sociedad de la cual es socio el broker de medios Mejía y Asociados". Para Asomedios (poseedora de los derechos de transmisión y, por tanto, la única que puede cederlos a sus afiliados), Super no podía ceder los derechos a un tercero. Este veto, sin embargo, tiene tanto de largo como de ancho; por una parte, Mnera Eastman, quien hace las transmisiones, asegura que su contrato es con Super y no con Mejía; por otra, en Colombia no hay legisiación clara con respecto a las inhabilidades de los brokers. Al parecer, entonces, lo que mató a Mejía fue más su lengua larga que otra cosa. Muchos consideran que, de no haberse dado el pantallazo en primera página de El Tiempo con desafío a los grandes incluído, habría podido pasar agachado.
No acababa de producirse el veto, cuando el asunto adquirió visos de lucha de clases en la cual los chiquitos se solidarizaron con su David contra los "pulpos". Ante la dimensión que empezó a adquirir el episodio, Mejía se atortoló y en un gesto que fue considerado de realismo decidió que en lugar de competir con Jorge Barón en su aspiración de convertirse en el tercer grande, era mejor agachar un poco la cabeza y bajarle la intensidad al conflicto. Por eso, en los últimos días, se ha dedicado a una campaña de relaciones públicas relámpago con el objeto de limar asperezas.
No fue suficiente. El consejo directivo de Asomedios en su reunión del viernes por la mañana, ratificó el veto a la transmisión de Super. Asomedios ha justificado su posición como la determinación para sentar un precedente para impedir que en el futuro otros brokers puedan combinar actividades de broker y programador. El principio que se defiende es sano, pero hubiera sido más justo haber elaborado una norma general aplicable para todos, que haber legislado con nombre propio. Al fin y al cabo, propietarios de agencias de publicidad han sido simultáneamente propietarios de medios en el pasado, sin que nadie hubiera armado semejante alharaca.
Sin embargo, detrás de todo esto ha vuelto a surgir la polémica sobre la concentración de poder en Colombia y las prácticas restrictivas de comercio. Y mientras Mejía se defiende en nombre de la libertad de competen cia, las acusaciones que le caen son de competencia desleal. No se sabe cuál de las dos interpretaciones es la más correcta, pero lo que si es seguro es que en estas materias, hoy en Colombia, nadie puede tirar la primera piedra.