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CARRINGTON

AUNQUE ESTETICAMENTE HERMOSA, ESTA CINTA PARECE HECHA EXCLUSIVAMENTE PARA LOS SEGUIDORES DEL GRUPO DE BLOOMSBURY.

29 de abril de 1996

Director: Christopher Hampton Protagonistas: Emma Thompson y Jonathan Pryce l sólo hecho de que Emma Thompson se encuentre entre el reparto es un atractivo para el público. El éxito de películas que ella ha protagonizado recientemente, como Sensatez y sentimientos, Lo que queda del día y Howards End, han ocasionado que cada cinta en la que Thompson actúe sea casi una obligación para el cinéfilo. Sin embargo en esta ocasión la cosa es a otro precio. Aunque esas mismas películas han ayudado a relacionar al público con el estilo cinematográfico de los ingleses, con su historia, con su modo de ser y de expresarse, en el caso de Carrington el abordaje a la cinta puede presentar ciertas dificultades para el espectador común. La película, dirigida por Christopher Hampton, narra la relación entre el biógrafo y crítico literario Lytton Strachey y la artista Dora Carrington, ambos integrantes del famoso grupo de intelectuales conocido como Bloomsbury, que giraba en torno de Virginia Woolf y del cual también hicieron parte el economista John Keines, el poeta T.S. Elliot y el filósofo Bertrand Russell. El filme traza un panorama de la relación entre Strachey y Carrington desde el momento en que se conocieron, en 1915, hasta la muerte de los dos, ocurrida a principios de los años 30. Durante este lapso, escritor y artista cultivaron un amor que, imposible de consumar en el acto sexual, pues él era homosexual, terminó convertido en una amistad que aceptó el libre desempeño de cada uno con sus respectivos amantes. Para quienes conocen de cerca el grupo de Bloomsbury, es probable que Carrington sea una pieza de colección. Pero para quienes nada saben del grupo, la película no dice prácticamente nada. Aparte de la belleza narrativa, de las secuencias lentas y penetrantes, Carrington no explica mayor cosa sobre la relación entre ellos. Si sus respectivas actitudes son escandalosas para la época y representan un desafío para una sociedad recatada e hipócrita, nunca se sabe. Si eso es lo de menos y lo que importa es ese amor que cultivaron hasta sus últimas consecuencias, tampoco queda claro cómo y de dónde surgió, pues nada de esto lo demuestran los personajes, a pesar de la impecable representación de Jonathan Pryce. Carrington se limita a exponer momentos de la relación sin aproximar al espectador a una visión más completa que le permita entender de dónde y cómo nació el endiosamiento que la artista hizo del escritor, ni la veneración de él hacia ella. Sin embargo, aunque la película sea en buena parte para iniciados, Carrington produce un encantamiento del cual es difícil apartarse: el de la belleza de sus planos y sus secuencias, una estética que bien paga la boleta.