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Caso James Holmes: asesinos por imitación

James Holmes, que mató a 12 personas durante el estreno de 'El Caballero de la Noche asciende', no es el primer criminal que actuó inspirado por obras de ficción. Varios asesinos han utilizado libros, películas y discos como pretexto para sus crueles acciones.

28 de julio de 2012

La mirada de James Holmes es perturbadora. El joven de 24 años, que el viernes pasado cometió una de las peores masacres en la historia de Estados Unidos, permanece en silencio y mira al vacío con los ojos desorbitados. Una de las pocas cosas que dijo, después de matar a 12 personas y herir a 50 más en un cine de Aurora, Colorado, es “Soy el Guasón, el enemigo de Batman”. Esta declaración –además de su pelo teñido de color naranja y el estreno que escogió para la masacre– no deja dudas de que se inspiró en la saga del hombre murciélago para llevar a cabo su macabro plan.

Su referente habría sido The Dark Knight Returns, una novela gráfica de Frank Miller, que narra cómo Batman regresa a Ciudad Gótica después de una larga ausencia. En una escena del libro, publicado en 1986, un hombre con el pelo naranja entra a un teatro y empieza a disparar. Otra de las posibles fuentes es The Killing Joke, una novela de Alan Moore en la que el Guasón es protagonista. La trilogía de cine dirigida por Christopher Nolan –cuyo capítulo final se estrenaba esa noche en el teatro de Aurora– también podría ser una de las fuentes, sobre todo cuando el Guasón, interpretado por Heath Ledger, se describe como un asesino en masas y un “agente del caos”.

Los expertos han descrito a Holmes como un sociópata, un joven que no logró adaptarse a la sociedad a pesar de haberlo intentado varias veces. De hecho, la carrera que escogió, Neurología, demuestra su interés por entender el funcionamiento de la mente humana. Pero sufrió una ruptura con la realidad y empezó a generar resentimiento. “Enfermos como Holmes perciben que algunos personajes de ficción son poderosos. Inspirarse o transformarse en ellos les hace experimentar ese poder y sentirse capaces de castigar al mundo que los ha rechazado”, le dijo a SEMANA Miguel Mendoza, autor del libro Asesinos en serie.
 
Mensajes ocultos

El crimen de Holmes tiene varios antecedentes. Uno de los más famosos es el de Mark David Chapman quien, el 8 de diciembre de 1980, asesinó al cantante John Lennon. Esa mañana, Chapman compró un ejemplar de la novela El guardián en el centeno de J. D. Salinger. Esperó todo el día frente al edificio Dakota en Manhattan, donde vivía Lennon y, cuando el cantante llegó, le disparó cinco veces. Después sacó su ejemplar del libro y lo leyó hasta que llegó la Policía. “Estoy seguro de que la mayor parte de mí es Holden Caulfield, el personaje principal del libro. El resto de mí debe ser el Diablo”, les dijo a las autoridades. La enigmática novela de Salinger también fue citada por un hombre llamado Roberto John Bardo, que asesinó a la actriz Rebecca Schaeffer en 1991.

El de Charles Manson es otro caso célebre, quien creía que el Álbum Blanco de The Beatles, publicado en 1968, tenía mensajes ocultos dirigidos específicamente a él. En particular, decía, la canción Helter Skelter era una invitación directa a iniciar una ola de asesinatos. Por eso convenció a los miembros de su secta, llamada La Familia, de que asesinaran brutalmente a la actriz Sharon Tate y a otras cuatro personas. Siempre se ha discutido mucho sobre las reales motivaciones de este crimen; hace poco Susan Atkins, una de las mujeres que pertenecían a La Familia, condenada por su participación en el asesinato de Tate, confesó que Manson era un ególatra y había inventado su teoría sobre el Álbum Blanco para ser más popular entre sus seguidores.

La música ha estimulado la imaginación macabra de otros psicópatas. En febrero de 1996, el estudiante Barry Loukaitis llegó armado a su clase de álgebra en una universidad en Washington y tomó como rehenes a sus compañeros. Después de unos minutos asesinó a dos de ellos y al profesor. Una vez fue detenido, dijo que lo había hecho en honor a la canción Jeremy –sobre un joven desadaptado– del álbum Ten del grupo Pearl Jam. También citó la película The Basketball Diaries, protagonizada por Leonardo DiCaprio, en la que ocurre una situación similar. Un par de años después, en 1999, Eric Harris y Dylan Klebold asesinaron a 13 personas en la secundaria de Columbine, Colorado (a pocos kilómetros de Aurora). Los asesinos de Columbine dejaron un video en el que afirmaban que la música de Marilyn Manson, en especial su disco Antichrist Superstar, los había invitado a perpetrar la masacre. Cuando los medios cuestionaron a Manson sobre su influencia en el caso, este respondió: “La Asociación Nacional del Rifle (de Estados Unidos) es demasiado poderosa para que alguien se le enfrente, así que la mayoría de las personas culpa a mis videos y a mi música. Soy un artista polémico que se atreve a tener una opinión y trata de crear música que desafía las ideas de la gente en un mundo aguado y vacío. Siempre he intentado mostrar a las personas que el diablo a quien culpamos por nuestras atrocidades es en realidad cada uno de nosotros”.

Harris y Klebold se entrenaron para la masacre con varios juegos de video. Pero no fueron los únicos. Hace poco, el célebre asesino Anders Behring Breivik dijo que había aprendido a matar gracias a Call of Duty: Modern Warfare. El noruego, que asesinó 69 personas el 21 de julio del año pasado, utilizó el videojuego como simulador del tiroteo. Así mismo, Seung-Hui Cho, el estudiante de origen coreano que mató a 32 personas en abril de 2007 en Virginia, estaba obsesionado con el juego Counter-Strike.

Otro de los casos más sonados es el de Ted Kaczynski, el famoso ‘Unabomber’, quien estaba obsesionado con El agente secreto de Joseph Conrad. La novela, publicada en 1907, narra la historia de un profesor loco que se aísla de la sociedad para construir bombas. De hecho, en varias ocasiones Kaczynski utilizó variaciones del apellido Conrad para firmar cartas y registrarse en hoteles. En una situación muy similar, Robert Berdella tenía una fijación con el libro El coleccionista de John Fowles. El libro cuenta la historia de un hombre con síndrome de Asperger que se dedica a coleccionar mariposas. En un momento de la novela decide secuestrar a una mujer y mantenerla prisionera en su sótano. Al parecer esta trama llevó a Berdella a secuestrar, torturar y asesinar a seis hombres en los ochentas.
 
Imágenes grotescas

El cine ha llevado la peor parte. Los casos de enfermos mentales que se han obsesionado con películas son innumerables. Taxi Driver de 1976, por ejemplo, le sirvió de pretexto a John Hinckley para intentar asesinar al presidente Ronald Reagan. Hinckley estaba convencido de que el personaje de Robert De Niro le hablaba directamente a él en una de las escenas más emblemáticas de la cinta de Martin Scorsese. El hombre decidió entonces organizar un atentado contra el presidente siguiendo las órdenes de De Niro y para impresionar al personaje interpretado por Jodie Foster. Efectivamente, Hinckley atacó al presidente Reagan cuando este salía de un hotel en Washington, el 30 de marzo de 1981. Reagan se salvó y el agresor está recluido en un hospital psiquiátrico.

La película La naranja mecánica de 1971, de Stanley Kubrick, siempre ha sido estigmatizada como una invitación a la violencia. Dos años después de su estreno, dos jóvenes vestidos de manera muy similar a Alex, el protagonista de la cinta, mataron a un mendigo en Londres. En 2007, en Leicester, Inglaterra, Jason Moore, un cinéfilo de 37 años obsesionado con las películas de horror y con la serie Pesadilla en la Calle del Infierno, fabricó un guante con navajas en los dedos, muy similar al utilizado por el protagonista de esas películas. Lo utilizó para destrozar el rostro y los brazos de su amigo John Skamarski, que quedó desfigurado y gravemente herido. Moore fue sentenciado a cinco años de prisión.

Pero la cinta que más ha generado este tipo de incidentes es Asesinos por naturaleza de Oliver Stone. En 1994, Sarah Edmondson y Benjamin Darrus, una pareja de jóvenes ingleses, consumieron LSD, vieron la película varias veces y asesinaron a dos personas. Asesinos por naturaleza ha estado relacionada por lo menos con cinco crímenes más.

Es evidente que las obras de arte están abiertas a la interpretación de cada quien. Sería un error enorme pensar que cualquiera de estos libros, películas, discos o juegos de video son responsables de lo que algunos enfermos mentales hayan decidido hacer a su nombre. Tal vez, como lo dijo el crítico de cine Roger Ebert en una columna en The New York Times, las ficciones no sean más que excusas para llamar la atención: “Quienes buscan armarse, como James Holmes, sienten una profunda inseguridad y una necesidad de validarse (…) No creo que le importara la película de Batman. Sospecho que solo le interesaba verse a sí mismo en la televisión”.
 
¿Por qué en Estados Unidos?
 
Estados Unidos no es el país con más homicidios. Tampoco es el único donde un desequilibrado masacra al azar. Pero solo ahí, con fatídica regularidad, alguien irrumpe armado hasta los dientes en un salón de clases, en un cine o una universidad y asesina al que se le cruce.

La explicación obvia es la facilidad para conseguir pistolas, fusiles y ametralladoras. En Estados Unidos hay 50.000 tiendas de armamento, 7.000 prenderías con autorización de venderlas y un inmenso mercado privado no regulado. Es casi igual de fácil comprar una hamburguesa que un revólver. Más de 300 millones de armas circulan en el país, una por habitante. Y aunque el poderoso lobby proarmamentista National Rifle Association (NRA) insiste en que “las pistolas no matan. Los hombres lo hacen”, numerosos estudios demuestran que hay menos asesinatos en los estados donde los controles son más severos.

Pero esto no lo explica todo. Algunos señalan el culto a la pistola, casi un símbolo nacional consagrado en la Constitución, que tiene que ver con la forma como nació el país de manos de pioneros que solo se podían defender por sí mismos. Aunque sea absurdo, los fanáticos del NRA piensan que las masacres se evitarían si las víctimas también estuvieran armadas. Después del crimen de Aurora, la venta de armas aumentó un 43 por ciento. Y en varios estados, a raíz de los tiroteos en los colegios, se incita a los profesores para que dicten clase armados. Se trata de una cultura popular violenta, la de los vaqueros y sus Colts, la de las guerras perpetuas del Pentágono, la de ‘mi hogar es mi castillo’, la del gatillo fácil donde juegos de video, películas y medios de comunicación glorifican el plomo.

También hay quienes culpan un sistema de salud débil, que no logra detectar los trastornos mentales y donde millones de personas consumen antidepresivos (como Holmes). Drogas que pueden provocar comportamientos violentos y desórdenes de personalidad. Según varias investigaciones, hay un vínculo entre las adicciones y las masacres. Y no faltan aquellos que dicen que las matanzas son culpa del individualismo, el ultracapitalismo, el sistema estadounidense que segrega a los que no entran en el molde. Las causas son, sin duda, tan profundas como difíciles de encontrar.