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Cine 10 puntos

Estas son las películas inolvidables de 2003.

Ricardo Silva Romero
21 de diciembre de 2003

Cada semana de este año, desde enero hasta diciembre, ha aparecido al menos una gran película en la cartelera. Sólo en marzo, tiempo de todos los premios, se estrenaron siete obras brillantes. Lo más probable es, en este orden de ideas, que esta vez sea imposible ponernos de acuerdo sobre cuáles fueron los mejores largometrajes de los últimos 12 meses. Podremos decir, acaso, que nos cuesta olvidar las siguientes historias.

1. Bowling for Columbine, de Michael Moore. Este documental tramposo, filmado con cierta arrogancia, ordena todo lo que hemos intuido sobre el mundo en suspenso que nos ha tocado vivir: se ríe, por nosotros, del imperialismo, del consumismo y del miedo.

2.Pandillas de Nueva York, de Martin Scorsese. Es una pintura que se mueve. Una guerra épica, entre héroes sin mundo, en el Nueva York sin forma del siglo XIX. Daniel Day-Lewis, en el papel de Bill, el carnicero, contiene el patetismo y la grandeza de ese infierno.

3. Río místico, de Clint Eastwood. Tres amigos de la infancia, afectados por una tarde que aún ocultan en la memoria, descubren que lo único que ocurre es el pasado. El triste punto de vista de Eastwood, el cineasta admirable, entiende el dolor de cada uno.

4. Las confesiones de Schmidt, de Alexander Payne. Schmidt, el más humano de los tontos, mira a las estrellas para saber qué hará sin trabajo, sin hija, sin esposa. El gran Jack Nicholson, dirigido por el creador de Election, se traga todo el dolor de esta comedia.

5. Mullholand Drive, de David Lynch. Seguimos los pasos de dos mujeres, atrapadas en un destino que en verdad es una cinta de Moebius, como si fuéramos detectives en un pesadilla ajena. Nos perdemos, como ciegos, en el mundo del autor de Terciopelo azul.

6. Cerca de la libertad, de Phillip Noyce. El viaje de estas tres niñitas aborígenes, una fuga junto a un muro de púas, no es sólo una importante declaración de principios. Es una historia inquietante, conmovedora, estimulante que ocurrió en la Australia de 1931.

7. Las horas, de Stephen Daldry. Lleva la novela grave de Michael Cunningham, intacta, hasta el lenguaje del cine. Traduce los reveses de fortuna de tres mujeres de novela, que tratan de superar el horror de un día cualquiera, a la obsesión dramática con el futuro.

8. El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki. Una niña voluntariosa se pierde en un mundo lleno de fantasmas, dioses en crisis y seres monstruosos. Los dibujos prodigiosos, creados por el maestro de la animación japonesa, le dan espíritu a esta insólita fábula ejemplar.

9. Historias mínimas, de Carlos Sorín. Tres, un viejo, una mujer y un vendedor, cruzan el paisaje sin paredes de la Patagonia. El suspenso de sus vidas, que se revela en los detalles, en los espacios en blanco, en el silencio, resulta más que suficiente.

10. Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles. Si esta crónica reclama nuestra atención, si nos perturba el tratamiento de videoclip que da a la violencia de ese barrio abandonado en Rio de Janeiro, es porque aún estamos dispuestos a recibir noticias del mundo.

En el borde: el gran problema de esta lista es, sin duda alguna, que mañana podrían aparecer en ella las celebridades intermitentes de la divertida, nostálgica e inteligente Chicago, el mundo del ego que no consigue dejar atrás el protagonista de Samsara, los destinos interrumpidos de las dos familias de A corazón abierto, el juego desmedido de un guionista que trata de adaptar un libro inadaptable titulado El ladrón de orquídeas, la tristeza anacrónica de la Julianne Moore de Lejos del paraíso, la ciudad en ruinas en la que El pianista trata de resistir las consecuencias de ser judío, la apasionante persecución que origina los problemas de identidad del protagonista de Atrápame si puedes, el diálogo de toda una vida de la pareja de Lugares comunes, la cárcel inconcebible en la que Las hermanas de la Magdalena pagan unos crímenes que ni siquiera pueden cometerse, las relevantes ideas que un periodista inglés le oye pronunciar a El americano, el viaje de una pareja de desplazados hacia La primera noche en Bogotá, el fin de semana de revelaciones mudas que viven los de arriba y los de abajo en Gosford Park. El primer volumen de Kill Bill, ese ejercicio de estilo en el que Tarantino demuestra ser un genio como espectador, es inolvidable, sí, pero por las razones equivocadas.