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Ciudad real, ciudad soñada

'Bogotá imaginada' ofrece una nueva mirada escrita y visual de la ciudad a partir de estadísticas y de las percepciones de sus habitantes.

19 de enero de 2004

Si se le pregunta en la calle a un bogotano cualquiera cómo es su ciudad, es posible que responda: "Gris, lluviosa, triste". Media cuadra más adelante otro le respondería: "Rumbera, chévere, bacana, colorida". El de más allá: "Ala, se nos volvió caótica, insegura, llena de raponeros, es el suburbio de una ciudad que no existe". Otro más: "Muy organizada, desde que hicieron Transmilenio y los andenes se ha vuelto más segura". Todos tienen razón pero ninguno tiene toda la razón. Cada uno describe la misma ciudad tal como la vive. Es más, quien hoy la ve caótica porque anda de afán y amaneció de mal genio mañana la verá hermosa mientras se come un helado y observa los cerros orientales iluminados por el sol de las cuatro y media de la tarde. ¿Cuál de todas estas es la verdadera Bogotá? Por lo general, los investigadores tradicionales abordan las ciudades desde la realidad que expresan las cifras y los datos y se quedan cortos para explicar estas percepciones. Para tratar de llenar ese vacío, Armando Silva y un grupo de colaboradores hicieron el libro Bogotá imaginada, editado por el Convenio Andrés Bello, Taurus y la Universidad Nacional de Colombia. Este libro es el resultado de una muy completa investigación con base en encuestas, estudios de cifras, fotografía, video, recopilación de información estadística y gráfica, y el apoyo que ofrecen los medios de comunicación con su visión de la ciudad, pues estos ayudan en gran medida a construir estos imaginarios. Este libro forma parte del proyecto Culturas urbanas-América Latina y España desde sus imaginarios sociales. Gestado por el Convenio Andrés Bello adelanta trabajos similares en 12 ciudades de América Latina y Barcelona. Estos estudios, señala Silva, les ayudan a los habitantes del continente a conocerse mejor entre sí y también "a romper estereotipos simplistas y distorsionados del tipo Caracas = reinas de belleza, Buenos Aires = arrogancia, Sao Paulo = carnaval (como si se tratara de Río, o Asunción = Estadio Defensores del Chaco". En el caso concreto de Bogotá, la mirada alternativa pretende reflejar muchos cambios que se han dado en los últimos tiempos y que no los explicaría del todo una investigación convencional. Por ejemplo, mucho antes de las administraciones de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa se dieron fenómenos como la ciclovía y los eventos callejeros del Festival Iberoamericano de Teatro, que ayudaron en gran forma a mejorar la percepción que los bogotanos tienen de su ciudad. Eso no lo explican las estadísticas, que en cambio, sí muestran de manera clara cómo han mejorado la cobertura de servicios públicos, la infraestructura educativa y recreativa, y cómo ha bajado la criminalidad. Para leer a Bogotá, agrega Silva, son tan importantes las cifras como la literatura urbana, la música, la moda, los noticieros, Betty, la fea, Jaime Garzón. "Este libro se ocupa de sentimientos bogotanos -olores, sabores, recuerdos, esperanzas de los ciudadanos- y plantea un nuevo urbanismo del que no se encargan los arquitectos. Podría verse como una especie de sicoanálisis al nuevo urbanismo ciudadano de Bogotá". Una de las tantas preguntas que plantea la lectura del libro es el alcance de estos imaginarios. En Bogotá circula la idea de que gracias a la nueva infraestructura, la ciudad se ha vuelto más amable e incluso más segura. ¿Hasta qué punto ese imaginario se traduce en hechos concretos? "La gran verdad de los imaginarios es que el mundo es como uno se lo imagina", señala Silva. El considera que frente al urbanismo físico -del que se ocupan los arquitectos- está el urbanismo ciudadano. "Este construye otra ciudad llena de deseos individuales y grupales que conducen a vivir cada ciudad real según sus percepciones". Silva recuerda un caso en Ciudad de México, donde se eliminó una fuente de aguas negras. Sin embargo, la gente todavía percibe que en ese lugar huele mal. En el caso bogotano señala que en el imaginario de la gente, Transmilenio solucionó de manera definitiva los problemas del transporte público de la ciudad, y eso lo afirman incluso personas que jamás lo han utilizado. "Por ahora este imaginario funciona pero poco a poco la realidad mostrará que Transmilenio no es un metro y la gente volverá a exigir verdaderas soluciones al problema del transporte masivo". De acuerdo con su autor, el libro rompe varios paradigmas. Ellos han encontrado una clase media que se fortalece desde el punto de vista del consumo de bienes culturales y de entretenimiento, así como del culto a la estética. Como señala Silva, en Bogotá es común ver trabajadores que no están en los rangos directivos, como secretarias y cajeros, que le dedican mucho esfuerzo a su apariencia personal. "Es el ascenso social visto desde la estética. Los esquemas sociológicos tradicionales no ven esas sutilezas, esas fantasías, no ven la modernidad". Otro de los tantos temas que le llaman la atención es ver cómo esa modernidad no deja de lado lo que él denomina "residuos provincianos". Un ejemplo muy claro, en su opinión, es el llamado almuerzo ejecutivo de 3.000 pesos o Acpm (por arroz, carne, papa y maduro), que derrotó a McDonalds. "En Bogotá las Big Macs sólo tienen aceptación entre las clases altas, cosa que no ocurre en otras ciudades de América Latina que están invadidas de McDonalds, y mucho menos en Estados Unidos, donde es la comida de los trabajadores". Bogotá se hizo grande cuando se 'colombianizó', y para Silva resulta de vital importancia fortalecer el aporte de las distintas regiones. "Bogotá empezó a crecer como cultura urbana porque los ciudadanos adquirieron una madurez política superior a la del resto del país y no porque los alcaldes nos hayan hecho el 'milagro'. Hemos aprendido a nombrar alcaldes y a exigir realidades colectivas". El la ve como una ciudad que ha adoptado como propias expresiones musicales de otras regiones y países como la salsa, el vallenato y el rock (para Silva un gran ejemplo de esa modernidad se encuentra en el trabajo musical de Aterciopelados), una ciudad que no necesita inventar de la nada un carnaval porque ya lo tiene en el Festival Iberoamericano de Teatro. En síntesis, una ciudad que ya no se avergüenza de sí misma. "Hemos pasado de ser la capital de Boyacá a ser la capital de Colombia con Mockus y Peñalosa, dos alcaldes bogotanos que representan el ingreso a la modernidad". Y remata con esta reflexión: "Por fin, los bogotanos empezamos a curarnos de las heridas del asesinato de Gaitán. Cambiamos esa condición de víctimas por la de constructores de nuestro destino".