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COLOR Y MOVIMIENTO

La obra festiva y reveladora de Cruz-Díez.

6 de julio de 1998

Se presenta en el Museo de Arte Moderno de Bogotá una impactante exposición del maestro venezolano Carlos Cruz-Díez, artista bien conocido en Colombia y en todo el mundo por su singular aproximación a la pintura y por sus deslumbrantes logros en relación con el color y la percepción del ojo humano. La exposición está compuesta por trabajos de gran aliento, pinturas de considerables dimensiones realizadas en diferentes épocas, las cuales permiten experimentar a plenitud sus planteamientos cromáticos y cinéticos, y también por una sección didáctica en la cual se explican paso a paso sus propósitos y los resultados de sus investigaciones.
La obra de Cruz-Díez podría compararse con la de Georges Seurat y la de Joseph Albers por su incansable exploración acerca de los efectos del color y por su aproximación científica a los fenómenos ópticos. El color para Cruz-Díez es una realidad con repercusiones concretas sobre las personas pero que, debido a tradiciones culturales, no estamos acostumbrados a desligar de las formas que lo contienen y de su carga simbólica e inclusive anecdótica. En consecuencia, el artista separa el color del contexto formal y de sus implicaciones, confrontándolo como una realidad autónoma y evolutiva para precisar sus propiedades y características.
La muestra incluye ejemplos de sus famosas fisicromías, obras en los cuales los colores, dispuestos en delgadas franjas verticales colocadas contra un plano, se combinan en la retina del observador que, al desplazarse frente a ellas, percibe las transformaciones cromáticas y formales que el artista ha concebido. Son trabajos constituidos por estructuras cambiantes que proyectan el color en el espacio, creando una especie de aura que varía con la posición de las distintas tonalidades y con la ubicación de quien las contempla.
Se presentan así mismo ejemplos de sus cromo-interferencias, trabajos en los cuales introduce la animación mecánica por medio de un motor que impulsa una lámina con líneas impresas sobre un fondo también con líneas, las cuales, al yuxtaponerse, producen un movimiento vertical y horizontal vertiginoso. Sus explícitas inducciones cromáticas, que permiten comprobar la variación que un color genera sobre sus vecinos, así como diversas piezas exentas entre ellas, algunas cromo-velas y cromo-estructuras que deparan sorpresivas mutaciones a medida que se recorren por todos los lados y se descubren sus componentes, hacen parte igualmente de la muestra. Una serie de fotografías da cuenta, además, de la feliz interacción de su obra con la arquitectura.
Cruz-Díez conduce al público a participar en situaciones que demandan su complicidad para revelar verdades que no son muy aparentes, hechos fenomenológicos que parecen misteriosos porque se desconocen sus fundamentos pero cuyo solo enunciado, aparte de constituir un aporte para la evolución del lenguaje plástico, provoca un espectáculo visual que convierte al observador en actor dentro de un escenario fluido y resplandeciente. No obstante el espíritu científico que respalda sus experimentos, su pintura es lúdica y jovial, una afirmación optimista sobre las posibilidades de renovación artística que suministra la combinación de investigación y creatividad.