Home

Cultura

Artículo

E X P O S I C I O N

Como en botica

En la Galería Diners exponen 42 artistas de diversas épocas y tendencias.

6 de marzo de 2000

En una muestra de 42 artistas, por principio, tiene que haber de todo. Abuelitos sabios, hijos mediocres, hombres rebeldes y, por qué no, uno que otro genio. En 42 obras, una de cada uno, repartidas en los dos pisos de la Galería Diners, también hay diversidad.

Esta exposición tan disímil tiene dos excusas. Primero, los 20 años de la galería y, segundo, la bienvenida plástica, muy plástica, del año 2000. Con este fondo era fácil esperar una muestra con alguna pretensión histórica o mejor, con algún oportunismo histórico como ‘La Galería Diners y la abstracción del siglo XX’ o ‘Las grandes promesas del nuevo milenio’ o algo por el estilo. Nada de eso. ‘Exordio 2000’ es una especie de fiesta familiar.

Los artistas invitados fueron convidados por su fidelidad con la galería. Y por ese lado hay verdaderos decanos, tanto es así que Eduardo Ramírez Villamizar, uno de los artistas vivos más importantes de Colombia, ni siquiera se acuerda del año de su primera exposición, sólo sabe que fue en la vieja sede, cerca del Museo de Arte Moderno, y que la directora era una argentina guapísima. “En todo caso, dice, “como todo lo mío, esto ocurrió en el siglo pasado”, y suelta una carcajada.

Gran error, maestro. La mayor parte de los convidados, de todas las generaciones, de todas las edades, de todas las tendencias, se ocupó de entregar una obra en la que se resaltara su fecha de creación: el nuevo milenio. Para no ir más lejos, la obra de María de la Paz Jaramillo resulta un buen ejemplo de jubileo, de vivas y aplausos, al nuevo siglo: en la esquina inferior derecha de su obra, el 2000, trazado con un blanco intenso, sobresale como un copyright junto a su nombre.

¿Pero qué tiene que ver Maripaz con Ramírez Villamizar? Aparte de ser artistas de la misma galería, nada.

La idea principal de Eduardo Zalamea, el encargado de colgar la exposición, era que cada obra brillara por sí misma sin depender de lo que tuviera al lado. El problema es que el brillo es desigual. Nadie discute los tejidos de oro de Olga de Amaral o la obra de Manuel Hernández. Nadie se aburre con la pintura sobre vidrio de Luis Luna. Es fácil dejarse embobar con el trabajo tridimensional de Margarita Monsalve: cinco cajitas de madera que guardan varias placas fotográficas, transparentes, sobre un mismo espacio: una mujer en una escalera, unos niños en un parque. Mónica Meira da una clase de buena pintura con sus amarillos, sus verdes y sus misteriosos cinco personajes con pinta de apicultores perdidos en medio del color. Nancy Friedemann conmueve con su pintura pastel y sus trocitos de cáscara de huevo. Pero hay obras de obras y algunas aburren.

De todas maneras la exposición resulta divertida. Cada parada es una estación sobre el imaginario de un artista y si bien es cierto que una sola pieza no alcanza para conocer el conjunto total de una obra, al menos queda la sospecha. En este caso, todo ‘Exordio 2000’ es un catálogo completo de la galería y de una parte de la historia del arte colombiano.