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CON LOS PELOS DE PUNTA

Con alma de rockero, Nigel Kennedy deslumbra con su interpretación de los clásicos.

2 de diciembre de 1991


APARECE EN LOS escenarios con la cabeza a medio rapar y una cresta erizada de sabor punk . Del cuello le cuelgan alambres y cadenas, y en las solapas del frac se prende estrellas de sheriff, cruces, condecoraciones falsas y toda suerte de baratijas. Todo estaría bien si se tratara del integrante de un conjunto de rock o de heavy metal. Pero resulta que Nigel Kennedy, con 33 años y británico de nacimiento, es un intérprete de los clásicos. Sus calidades de excepción lo han llevado a numerosas salas de Estados Unidos y Europa, donde debe enfrentarse con un público de gran seriedad. Por eso cada vez que se presenta despierta las más enconadas reacciones.

Egresado de la escuela de violín de Jehudi Menuhin, perfeccionó estudios en Juilliard School of Music, de Nueva York, y reafirmó repertorio en la Sinfónica de Boston. Se ha presentado en calidad de solista con las más exigentes agrupaciones sinfónicas, y mientras estudia a Brahms y a Beethoven toca en el conjunto de jazz de Stephane Grapelli.

Una faceta de su vocación es ser músico. Otra, provocar. Hace algunas semanas escandalizó a los asistentes del Royal Albert Hall, de Londres, cuando salió al escenario con smoking y una camisa verde loro. Tras dedicar el concierto a un amigo, se retiró de la sala y regresó vestido con una chaqueta morada y una camiseta estampada. De no ser por su talento violinístico seguramente habría salido del recinto en malos términos.

Pero no fue aquella la única vez que Kennedy descontroló a un auditorio. Cuando fue invitado a la conmemoración de los 60 años de la Sinfónica de la BBC, los londinenses vieron con pasmo cómo el artista apareció disfrazado de Drácula, con mordiscos pintados en cara, cuello y manos. Pero su interpretación del