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CON SU MUSICA A OTRA PARTE

Desde Beethoven son muchos los músicos que sin suerte han hecho política. Kurt Masur es el más reciente.

25 de junio de 1990

Todo parece indicar que política y arte, matrimonio sin futuro.

De los varios ejemplos que muestra la historia, el más reciente en lo que a música respecta es el de director de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, Kurt Masur. Este músico, desde hace 20 años titular de la agrupación de Alemania del Este, durante los históricos acontecimientos que ha vivido su país y que están llevando a la unificación de las dos Alemanias, saltó a la palestra política para luchar por los derechos de sus conciudadanos. Se le vio en tarimas y se le oyó por altoparlantes invocando la calma, la reflexión y la sensatez, cuando la ciudad hervía tras los sucesos que precedieron a la manifestación del pasado 9 de octubre en Leipzig. Gentes de toda edad y condición se lanzaron a las calles a exigir un gobierno libre y democrático, y Masur tomó la bandera de empezar un movimiento de presión sobre los miembros del partido dirigente, para que dieran órdenes a los militares de permitir al pueblo expresarse sin recurrir a la violencia y la agresión.

No alcanzó a sospechar el músico la batalla que le esperaba. Ruedas de prensa, conferencias, discursos en la plaza pública, además de empujones de lagartos y oportunistas, que en todo lugar se dan silvestres, le hicierón medir el termómetro de la popularidad más allá de los atriles de su orquesta. Dirigentes del partido democrata cristiano observaban con a lención el éxito del nuevo líder y tratando de capitalizar la figura de Masur, no tardaron en ofrecerle una candidatura para que se presentara a elecciones de Presidente. Fue en ese instante que el artista se dio cuenta de que le había llegado el agua al cuello, y con evidente malestar anunció que jamás se dejaría manipular por partido alguno y oficialmente manifestó que se retiraba de la escena política para regresar de lleno a su orquesta, invocando la filosofía y esencia de la música, cuyo objetivo es unir a las gentes y no dividirlas. Fue el de Masur un fugaz coqueteo con un arte que no es el suyo y que sirvió de lección para recordarle que zapatero, a tus zapatos.

Los artistas, es cierto, nunca han sido ajenos a los sucesos de la política. Sin embargo, como lo ha demostrado la experiencia, cuando han intentado tomar parte activa siempre han salido desilusionados cuando no, mal librados. Los ejemplos son varios y revisando la historia viene a la memoria la imagen de Beethoven que, animado por los sucesos vividos en Francia y entusiasmado con la imagen de Napoleón -en quien veía la encarnación de sus propios ideales políticos de libertad-, no dudó un segundo en dedicarle su tercera sinfonía como un sentido homenaje al hombre que admiraba. Poco duró el romance, pues una vez Bonaparte decidió coronarse emperador, indignado el músico borró de la partitura la dedicatoria para retitularla "Sinfonía Eroica compuesta en recuerdo de un gran hombre". Verdi tampoco se sustrajo a las veleidades políticas de su época. Alcanzó inclusive a ser diputado de Parma y parlamentario de Turín. El objetivo del compositor era unir en torno del rey Víctor Manuel, fuerzas para crear un gran movimiento de apoyo a la unificación de todos los estados italianos. Creyó el músico que con su popularidad lo lograría y no tardó en sentirse desilusionado. Las intrigas, ingrediente básico de la política, acabaron por dar al traste con sus romanticos deseos. Y el más audaz de todos fue Wagner, a quien el entusiasmo le duró buen rato. Su participación en política fue abierta y beligerante y alcanzó a sacar algún provecho pues su caracter oportunista y calculador se prestaba mejor para lograr tales objetivos. Sin embargo, su papel en la historia ya estaba sellado: como político habría sido uno más, de suerte que se quedó con la música, que lo llevó al lugar que hoy ocupa en la historia de este arte como el gran revolucionario del drama musical.

Toscanini, Bruno Walter, Von Karajan por citar otros ejemplos, menores por supuesto, fueron músicos que en su día tomaron alguna posición activa en relación con los acontecimientos políticos que les tocó vivir, pero tanto en ellos como en Masur, esas veleidades fueron flor de un día.

Así, el director de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig puso su pequeño grano de arena en los sucesos históricos que hoy vive su país, pero a la postre, cuando vio que se había metido de redentor y estaba siendo crucificado, optó por volver a su orquesta y a partir del próximo año se le verá también como director titular de la Filarmónica de Nueva York cargo para el que acaba de ser nombrado, el cual compartirá con la de la orquesta alemana.-
María Teresa del Castillo