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"CORAZON SATANICO"

La historia demencial de un detective en busca de un músico perdido, dirigido por Alan Parker.

17 de agosto de 1987

Harry Angel es un detective barato. Nunca se afeita, usa la misma gabardina durante muchos meses, fuma constantemente y tiene un concepto cínico sobre la vida, el amor y la muerte, y para sobrevivir apela al alcohol y el sexo todos los días. Hasta cuando un día recibe una increíble llamada de una firma de abogados y acude a una cita en el infierno de Harlem y se topa con un personaje extraño, de pelo y uñas largos, bien vestido, llamado Louis Cyphre. De ahí en adelante, el espectador tendrá que creer todo cuanto vaya descubriendo en la nueva película de Alan Parker, "Corazón satánico", una crónica demencial, llena de exageraciones y perversiones, rodada en escenarios oscuros, malolientes y peligrosos de Harlem y Nueva Orleans, pero no el Harlem y el Nueva Orleans que conocen los turistas sino los otros, los de calles llenas de pocilgas y muchachitas que se prostituyen y templos dedicados al culto de predicadores fanáticos y habitaciones donde millonarias excéntricas se dejan arrancar el corazón para comprobar que siguen vivas.
Parker, un director que no deja tranquilo al espectador, que lo hurga y lo excita, que ha provocado agudas polémicas con películas anteriores como "Expreso de medianoche" y Pink Floyd, the Wall (lo acusaron de racista por su historia de Estambul y de estar usurpando el significado del rock), se ha basado en esta ocasión en una novela llamada "El ángel caído" de William Hjortsberg. La historia situada en 1955 gira alrededor del encargo que le hacen al detective para que busque a un músico extraviado Johnny Favorite. Sin pistas, sin testigos que quieran ayudarlo, sin la menor información sobre ese músico que alguna vez tuvo un éxito enorme con los críticos y las mujeres, Angel, sucio y cansado comienza a desandar un laberinto que Parker se encarga de llenar con paredes untadas de sangre, pollos degollados, predicadores demenciales, mujerzuelas sobreviviendo a su destino y la certeza en el espectador de estar asistiendo, como en el mejor de los relatos de Borges o Cortázar a la cacería del mismo detective quien va armando las piezas del rompecabezas a tiempo que deja un rástro de cadáveres en medio de sus indagaciones.
Con una cámara que jamás permanece quieta, con un montaje brutal que se alimenta con planos veloces que se van repitiendo para que la memoria los ubique convenientemente (un ascensor que sube y baja, una puerta corrediza que se cierra y se abre, unos ruidos sofocados por un saxofón triste que recuerda la atmósfera descompuesta de las películas de Jean Pierre Melville), con este personaje aferrado a una muchacha negra quien resulta hija del músico extraviado, aferrado a una bruja hermosa que acaba perdiendo el corazón, aferrado a sus propios instintos exacerbados por el alcohol, el cansancio y la soledad, asistimos a la película más extraña y también más polémica porque el espectador, asustado e impresionado por esta mezcla muy imaginativa de detectives con demonios, se revuelve en su butaca y se pregunta hasta dónde llegará la manipulación de Alan Parker.
Mickey Rourke como Angel está soberbio, mientras Robert de Niro interpreta al Demonio, Lisa Bonet (la muchachita del show de Bill Cosby), hace de la joven que dará una de las pistas más significativas y Charlotte Rampling es la bruja extraviada en su nostalgia.
Para los espectadores de estómago débil los prevenimos sobre una escena terrible: Angel y la muchacha hacen el amor y poco a poco son inundados, rebasados, aplastados por una lluvia de sangre que cae del techo y las paredes, sangre que unta los cuerpos desnudos, sangre que hace más salvaje el espasmo de ambos, sangre que es la confirmación de la sospecha que el espectador comienza a tener desde la mitad de la película, en torno a la identidad de Favorite.