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La imagen corresponde al reinado en El Buen Pastor, del corto ‘La corona’. Isabel Vega trabajó en otros documentales: ‘Off the Grid: Life on the Mesa’ sobre una comunidad de radicales en el desierto, y ‘Thin’, sobre cuatro jóvenes anoréxicas

Documental

Corona de lágrimas

Isabel Vega recibió su nominación al Oscar a 12 grados bajo cero y en una ciudad extraña. Ahora se prepara para ir a la ceremonia de entrega.

16 de febrero de 2008

Isabel Vega estaba en Utah, en Park City, y llevaba siete días aguantando una temperatura de 12 grados bajo cero, cuando se enteró de la noticia que llevaba oprimiéndole el corazón de pura zozobra desde el 9 de noviembre del año pasado. En ese entonces le dijeron que su documental corto La corona estaba en la lista de los preseleccionados al Oscar. Durante dos meses y medio no dijo nada, pero vivió con la ilusión de que la llamaran el 21 de enero a decirle que sí. Sufrió sin pausa la espera hasta cuando el telefonazo definitivo a las 7 de la mañana le confirmó la realidad: estaba nominada.

Cuando recibió la noticia, asistía en el festival Sundance de cine independiente a la presentación de su documental sobre la obsesión por la belleza en Colombia, contada a través de la vida de cuatro presas de la cárcel de El Buen Pastor, en Bogotá. De la primera proyección nadie se había enterado. Se había hecho en una sala de cine de Los Ángeles y sólo por cumplir el requisito de que para aspirar al Oscar, toda cinta se tenía que haber presentado al menos una vez en público.

Ese día Isabel Vega se cruzó con Diego Ramírez, el productor colombiano que participó en Sundance con Perro come perro, la cinta de 106 minutos que fue presentada seis veces en el festival Estaba abrumada por las llamadas de los periodistas. Diego le dijo que contestara y que viviera su momento feliz. Ella lo hizo. En una fiesta de documentales de HBO esa misma noche terminó de celebrar, aunque luego una gripe demoledora la tumbó en la cama por varios días, aislada del mundo justo cuando todos la solicitaban y sin poder cumplir su deseo de esquiar. Apenas recuperó la salud para celebrar la mención de honor que recibió en Sundance por La corona. "A veces no lo creo, me despierto en las mañanas y no lo creo todavía", dice.

Desde ese día su historia comenzó a rodar. Que para su documental de 40 minutos se había metido con dos mujeres más durante dos meses en la cárcel El Buen Pastor con la intención de narrar la vida de las reclusas. Que la productora Amanda Micheli creyó en la historia y se unió al proyecto. Que pidió los permisos al Inpec y desde agosto hasta octubre de 2006 entró dos horas en la mañana y dos en la tarde a prisión para grabar. Que siguió la vida de cuatro mujeres y acompañó a una de ellas en bus hasta Medellín, conoció a su familia y 10 meses después se enteró de su muerte. Y que HBO les compró la idea por su calidad y la consideró una pieza ideal para el Oscar.

Su gusto por el cine era evidente desde niña. A los 7 años su madre se fue a vivir a Estados Unidos e Isabel se quedó con su abuela en Barranquilla. Escondida debajo del comedor, contaba su vida con imágenes, al punto de que cuando se fue, a los 8 años, a vivir con su mamá, aprendió el inglés con las imágenes que memorizaba y convertía en palabras. Estudió cine en Wesley College, en Londres, y siempre tuvo la idea de contar una historia sobre la obsesión colombiana por la belleza porque le tocó vivirla en carne propia: cuando llegaba de vacaciones le decían qué tan gorda estaba, y volvía a Estados Unidos más consciente de su físico. Quiso meterse en el reinado nacional a filmar, pero se lo negaron. Se acercó al reinado popular y creyó tener el norte. Pero cuando se enteró del reinado en la cárcel, vio su historia.

Con su familia celebró el fin de la huelga de guionistas con justificación: su intención es irse con su papá a la premiación del Oscar el domingo 24. Ese día será ella quien luzca bella y quien quiera llevarse la corona.