Home

Cultura

Artículo

Ferdinand von Schirach obtuvo el prestigioso premio Kleist por ‘Crímenes’, que será llevada al cine.

LIBROS

Crímenes cercanos

Once casos penales contados con una gran maestría narrativa por el abogado alemán Ferdinand von Schirach.

Luis Fernando Afanador
2 de junio de 2012

Ferdinand von Schirach
Crímenes
Salamandra
187 páginas
 
No son muchos los casos de abogados que llegan a ser buenos escritores. Tendemos a creer que sí, pero no es tan cierto. Esa incorrecta apreciación –esa distorsión– tal vez se la debemos a Franz Kafka, asociado en nuestro imaginario como el abogado-escritor. O, mejor, como el escritor que padeció la abogacía, que escapaba de ella a través de la literatura. Kafka era escritor a pesar de ser abogado y no gracias a ello, como es el caso de Rubem Fonseca y Ferdinand von Schirach, este último, un penalista alemán que se ha convertido en la gran revelación literaria con su obra Crímenes.

El mundo que narra Von Schirach surge enteramente de su actividad profesional: “Escribo sobre procedimientos penales, en los que he actuado como abogado defensor en más de setecientas ocasiones”. Él es un abogado feliz de serlo y convencido de que su carrera es un lugar privilegiado para observar al ser humano, sus fracasos, su culpa y su grandeza.
Schirach nos cuenta historias de asesinos, traficantes de drogas, prostitutas y atracadores de bancos. Gente con una vida que, esencialmente, no es muy distinta a la nuestra. Ellos no son malos, son personas que por alguna explicable razón han cruzado el umbral de la maldad. Esos malos pudimos haber sido nosotros, según la interesante visión de Von Schirach: “Nos pasamos la vida danzando sobre una fina capa de hielo; debajo hace frío, y nos espera una muerte rápida. El hielo no soporta el peso de algunas personas, que se hunden. Ese es el momento que me interesa. Si tenemos suerte, no ocurre nada y seguimos danzando. Si tenemos suerte”.

Conseguir que entendamos los dramas de estos delincuentes y nos pongamos de su parte es, desde luego, uno de los logros de este libro. Hay una vida concreta detrás de cada delincuente, y lo que hace Von Schirach, con destreza narrativa, es contarla en sus episodios más relevantes, cuando se forma un carácter, una forma de ser, un destino. El médico Friedhelm Fähner fue condenado apenas a tres años luego de cometer un horrible crimen. Así como él convenció al jurado, Von Schirach nos convence a nosotros de que se trata de una pena justa porque consigue demostrar cómo el asesino se encontraba “encarcelado” por su víctima. Y, también, que nunca más volvería a cometer un crimen: “Fähner no volvería a matar. La injusticia del crimen era manifiesta, pero resultaba difícil ponerlo en una balanza. ¿Y quién iba a querer vengarse? Fue un alegato largo. Conté su historia”. La situación en la que se ve envuelta Irina, una inmigrante de Europa Central, es absurda e injusta, pero parece no tener escapatoria si no la vemos a la luz de su tragedia: “Entonces gritó. Gritó hasta que no pudo más, gritó contra la muerte y la soledad y el dolor. Sabía que iba a sobrevivir, pero también que aquel había dejado de ser su país”.

La historia del “etíope” es absolutamente conmovedora. Es cierto: conocer es entender. Y entender lleva a la compasión, que no es otra cosa que ponerse en la situación del otro. Antes de juzgar es mejor saber que la verdad es una suma de verdades subjetivas. Esta actitud de Von Schirach lo ubica en el terreno de la comprensión de la conducta humana y, por lo tanto, de la literatura. Por cierto, de una literatura realista, de no ficción. Pero esa sola actitud no basta. Un escritor, además, debe escribir bien y saber contar y en eso nuestro abogado resulta admirable. Con una escritura diáfana, eficaz, sin ninguna clase de retórica jurídica. Bueno, es que no es cualquier abogado, es un abogado alemán: “A los alemanes ya no les gusta la grandilocuencia, han tenido demasiada”.

Por más literarias que sean las 11 historias que conforman este libro, nunca olvidamos que se trata de casos penales, de personas cuya suerte dependía de la habilidad y la paciencia del abogado defensor para buscar una brecha “en el edificio de pruebas erigido por la acusación pública”. Y en su capacidad de impedir que arraigue prematuramente una verdad solo aparente. En fin, el Derecho entendido y ejercido con una perspectiva más amplia y más humana.