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MÚSICA

Últimas palabras

A sus 82 años, el cantautor Leonard Cohen dice estar “preparado para morir”. Puede ser publicidad para su nuevo disco, pero es inevitable compararlo con otras despedidas.

Juan Carlos Garay
22 de octubre de 2016

Hace tres álbumes (o 12 años, según se quiera medir el tiempo), el cantautor canadiense Leonard Cohen agradecía a las mujeres que habían trazado para él “un lugar secreto en sus vidas ocupadas”. Parecía una despedida, hecha de versos tristones pero con una sonrisa pícara, como suele escribir Cohen. Había ecos de Sófocles, que afirmaba que una de las ventajas de la vejez es que nos libera de la tiranía del sexo. Pero no. No era todavía la despedida. Ahora que acaba de publicar You Want It Darker, su disco de estudio número 14, canta cosas como estas:

Perdón por el fantasma que te hice ser;

solo uno de los dos era real, y ese era yo.

Canta o recita. Su voz grave nunca fue muy melódica, y menos ahora que los años y la nicotina lo han obligado a bajar los tonos de todas sus canciones. “En su guitarra, donde antes sonaba un mi ahora suena un do”, explica una reciente crónica publicada en la revista The New Yorker. Y para describir su timbre de voz utiliza adjetivos como “confidente” y “sagrado”: al menos no se fue al extremo de una reseña de la radio norteamericana, que lo calificó de “sepulcral”.

Y el tono de estas nuevas canciones es ese, sumado al hecho de que Cohen declaró en una entrevista esta semana que se siente “preparado para morir”. No está enfermo, solo que han llegado los achaques y ve imposible volver a salir de gira. A falta de una explicación de sus letras o de los motivos que lo llevaron a componer, escuchamos el disco en clave de recogimiento y partida. Aparecen letanías como

Hineni (Heme aquí en hebreo) y metáforas como “levantarse de la mesa”. Pero además está el elemento irónico, que esta vez consiste en combinar una máquina de ritmos con un coro eclesiástico. Dios está hasta en las discotecas.

¿Es esta la única manera que tiene un músico de despedirse? La experiencia de

Blackstar, el canto de cisne de David Bowie aparecido a principios de este año, parece hablar de una tendencia. Pero no todos están interesados en seguir esa línea. Esta misma semana cumplió 90 años Chuck Berry, uno de los pioneros del rock and roll, guitarrista enérgico y bailarín acrobático. Y para celebrar su cumpleaños emitió un comunicado anunciando que tiene casi listo un nuevo disco. Se llamará Chuck. Estará compuesto por algunos clásicos y otras canciones nuevas, todas en ese ritmo frenético que le conocemos desde siempre. Contará además con la participación directa de su hijo

Charles en la guitarra y su hija Ingrid en la armónica.

Vienen a la mente los últimos discos de Compay Segundo, a sus noventa y tantos: documentos que le hacían honor a su legado alegre gracias a una ingeniería de sonido y unos arreglos impecables, por encima de su voz cascada. Seguramente Compay era consciente de que estaba grabando su testamento, y quería que ese testamento fuera, como toda su obra, una celebración de la vida.

“Hay que mirar la muerte como si fuera una meta”, dijo Carl Gustav Jung en una entrevista en 1959, dos años antes de morirse. Según él, pensar en la misma dirección de la naturaleza es lo correcto. Y ahí está

Leonard Cohen para sustentarlo, consecuente desde que grabó aquel emotivo Hallelujah en 1984. Pero también decía Jung que hay un instinto de ignorar nuestro final, de mirar al otro lado. Y ahí tenemos a Chuck Berry, maravilloso, posando de inmortal. Por fortuna la música no siempre es filosofía. n