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Cuando la abuela murió

En una larga carta, el periodista Javier Darío Restrepo le habla de la muerte a su pequeño nieto.

Luis Fernando Afanador
4 de junio de 2011

La nube plateada

Javier Darío Restrepo

Taller de edición, 2011

136 páginas


Las cenizas de la abuela, antes de caer al río, forman en su vuelo "una nube plateada". Y un gran interrogante en la mente del nieto de nueve años. La muerte interroga y el abuelo se siente obligado a responder. Este es un libro contado de una manera muy personal. En realidad, una larga y conmovedora carta a un niño para explicarle la muerte.

¿Por qué echar las cenizas a un río? Porque la abuela lo dispuso. Una opción entre muchas. A través de la historia, cada cultura ha enfrentado el hecho de la muerte de una manera distinta. Los indios motilones del Catatumbo prefieren colgar a sus muertos en lo más alto de los árboles para que los devoren "los pájaros del cielo". El abuelo quiere presentarle al nieto un panorama amplio y diferente. Y mostrarle que la muerte no es un castigo, como se creía en la Edad Media. Tampoco un fracaso de la ciencia, como pretende la medicina del siglo XX. Uno puede morir solo, en un aséptico hospital, entre luces rojas y verdes, con pitos electrónicos y tubos de plástico, o en casa, como la abuela, rodeada del afecto familiar.

Cuando a la abuela le diagnosticaron el cáncer, trataron de minimizarlo. La familia se aferró desesperadamente a la superstición y a la irracionalidad: el médium, el taita, la medicina tradicional. Finalmente, seamos creyentes o no, el camino es aceptar la muerte. Lo cual no acalla las preguntas. ¿Dónde está la abuela? ¿Llueve en la ciudad de los muertos? ¿La abuela se está mojando? Esta es la parte más difícil. Javier Darío Restrepo, creyente y seguidor de las investigaciones de la psiquiatra suiza Elizabeth Kübler-Ross, con pacientes que tuvieron una muerte clínica y "regresaron", piensa que hay otra manera de vivir, sin espacio y sin tiempo. Acertadamente, se lo dice de una manera persuasiva, nada dogmática, admitiendo incluso con el sociólogo Norbert Elías que los seres humanos estamos dispuestos a creer en cualquier relato que nos asegure la inmortalidad.