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¿Cuanto vale su actuación?

No sólo en el mundo del rock la fama se traduce en millones. Los honoranos porfunción de los grandes divos de la música culta demuestran que tampoco ellos trabajan por amor al arte.

4 de enero de 1993

MUCHOS SE ESCANDALIZARON AL A conocer la suma que recibió la soprano Katia Ricciarelli por su concierto del pasado mes de octubre en el Teatro Colón de Bogotá. La Fundación Camarín del Carmen -institución que se encargó del contrato-le canceló a la cantante italiana la nada despreciable cifra de 30.000 dólares. Aunque, evidentemente, estos honorarios triplican los del músico colombiano mejor remunerado-el clavicembalista Rafael Puyana-, también es cierto que apenas son una pálida sombra frente a la bolsa que reciben por cada aparición en el escenario otros divos de la llamada música culta, como Luciano Pavarotti o Plácido Domingo.
No sin razón comentan de Pavarotti que vale en oro lo que pesa en kilos. Sus honorarios fluctúan entre 100.000 y medio millón de dólares, debido a que este tenor-considerado el más grande del siglo después de Caruso- se queda con un porcentaje de la taquilla que nunca es inferior al 30 por ciento, Además, el llamado "príncipe de los tenores" exige tres suites en hotel de cinco estrellas para poder atender a sus numerosos invitados, y una cocina de lujo para preparar sus famosos Spaguetti Pavarotti.
Cualquiera pensaría que si esto sucede con el príncipe, las cosas van más lejos con Plácido Domingo, a quien se conoce como el "rey de la ópera". No obstante, Domingo no sobrepasa los 250.000 dólares por función, aunque es fácil encontrarlo hoy en el Covent Garden y mañana en un estadio, al lado de una figura del pop. Sus enemigos aseguran que se presenta ocho días a la semana.
En el listado de la fama y los millones, después de Pavarotti y de Domingo se encuentra hoy por hoy Ivo Pogorelich, considerado el más excitante pianista de las últimas décadas. De Pogorelich se dice, sin embargo, que cobra lo que le viene en gana. Hace unos años cobró 6.000 dólares por una presentación en Bogotá, y días más tarde exigió en Nueva York 75.000 dólares por una función en la que interpretó exactamente las mismas melodías. Algo similar sucede con el pianista Leonid Kuzmin, quien visita con frecuencia Bogotá, y donde cobra la mitad de sus honorarios corrientes por la sencilla razón de que le fascina el país, su paisaje, su gente, pero sobre todo sus restaurantes.
Otros divos suficientemente cotizados se reconocen no tanto por las cifras que manejan, como por las exigencias que realizan en cada desplazamiento. A Jessye Norman, además de reservarle cuatro suites en hotel de cinco estrellas, hay que tenerle siempre listos dos automóviles con chofer, aun cuando se encuentre durmiendo. A Vladimir Ashkenazy es indispensable ubicarle un piano de cola en su habitación. A Anne Sophie Mutter hay que cancelarle con un mes de antícipación los 45.000 dólares que cobra. Tanto el cellista francés Yo-Yo Ma, como el violoncellista ruso Mstislav Rostropovich exigen pasaje de primera para ellos y para sus instrumentos, Monserrat Caballé viaja con un séquito que encarece enormemente su visita; siempre va acompañada por su marido, sus dos hijos, una sobrina que actúa como secretaria privada, su manager y su pianista de cabecera.
Entre los artistas colombianos, cuyos honorarios van de 200 a 2.00S dólares por función, se destacan cuatro figuras que han alcanzado resonancia internacional: el clavicembalista Rafael Puyana, el bailarín Ricardo Bustamante de quien todos dicen que muy pronto cobrará como en las grandes ligas, la pianista Blanca Uribe y la mezzosoprano Marta Senn. Por ahora ninguno de ellos supera los 10.000 dólares por presentación, pero todos garantizan "boletería agotada".