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Guillermo Santos. 'Labios', 1936.

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Cuatro fotógrafos que adoran a Man Ray

Hasta el 15 de enero de 2011 estará abierta la exposición internacional más importante del año en Colombia: una retrospectiva con 127 obras del fotógrafo más revolucionario del siglo XX, Man Ray. Cuatro fotógrafos la visitan en Bogotá y eligen su obra predilecta.

30 de octubre de 2010

Guillermo Santos. 'Labios', 1936.

Lo que es increíble de un artista como Man Ray es la pasión con la que exploró el lenguaje fotográfico, la manera como logró hacerlo flexible, estirarlo y plegarlo hasta llevarlo a sus propios límites. Tal vez por eso es que sus solarizaciones y sus rayogramas se han convertido en una suerte de representación emblemática de su obra. Ese talento para llevar lo fotográfico al extremo es una de las cosas que más le admiro y aprecio. Y junto a ello, lo que me inquieta a fondo es la sensualidad con que abordó esa pasión exploradora. En muchos de esos experimentos se cuela el cuerpo, generalmente femenino, tratado bajo el velo de lo extremadamente fotográfico. Y se cuela lleno de Eros, en los altos contrastes o en la definición extraña de los contornos o a veces en una delicadeza inmensa de la puesta en escena. Él mismo declaró con un cierto toque de ironía provocadora que el desnudo siempre le interesó y “no solamente por razones artísticas”.

Por todo esto la imagen que elijo es Labios. En esa imagen lo fotográfico es evidente, pues el grano es tan visible que compite con el objeto mismo que la imagen representa. En Labios hay un goce de la boca solitaria que se le insinúa al espectador, pero hay también un goce del cúmulo de cristales de plata que la dibujan.


Rosario López. 'Negra y blanca', 1926.

La obra elegida es Negra y blanca. Me interesa por el contraste que establece entre los elementos fotografiados y la sutileza de su composición. A pesar de que el rostro de la mujer ocupa buena parte del cuadro, es maravilloso el equilibrio logrado por la presencia de la mano que sostiene la máscara, rompiendo con ello la masa de color negro que domina la imagen. El ojo recorre todo el encuadre y descubre pequeños elementos de la fisonomía de ambas máscaras. Las fotografías realizadas por Man Ray develan un inquietante espíritu constructivo. Pareciera que su preocupación, más allá de la imagen misma, era la de encontrar relaciones de peso, equilibrio y volumen, como cualquier escultor contemporáneo que utiliza la fotografía para ampliar conceptos escultóricos. El rostro de Kiki de Montparnasse aparece como un bello bloque de marfil tallado, en contraposición con la máscara africana labrada con técnicas más rudimentarias, pero con la misma delicadeza. El juego de equilibrios que propone sugiere relaciones de sentido entre lo suave y lo duro, lo natural y lo artificial, y logra hacer de la imagen un clásico perfecto.


María Isabel Rueda. 'Juliette', 1945.

Hay muchas maneras de acercarse a una persona que uno ama. Tantas como formas de amar. Tomarle una foto es una de ellas.

Comencé a hacer retratos seducida por las personas tras las cuales iba, las miraba de lejos, las seguía… Usando mi cámara como pretexto para entablar una conversación, un acercamiento, más tarde una relación. Su imagen era mi último contacto. La evidencia física vuelta papel de una dolorosa imposibilidad. Man Ray amaba a Juliette. La chica ‘punky’ con pañoleta en el cuello de esta y muchas de sus fotografías. Musa camaleónica que se reinventa y siempre vuelve a seducirlo con sus mil caras.

Man Ray: el amante perfecto, el fotógrafo sin cámara.

Juliette me sedujo de inmediato en esta fotografía: su sonrisa, su corte de pelo, las arrugas de sus ojos, el estilo con el que lleva su pañoleta, la hacen lucir como una modelo de Vivienne Westwood, hasta que uno se da cuenta de que la foto fue tomada en 1945.

Al final de la exposición no pude más que llevármela en una postal a casa. Ahora su foto duerme conmigo.


Mauricio Vidal. 'Autorretrato', 1930.

En el cine, con 24 fotogramas por segundo se puede ‘engañar’ al espectador mostrándole una imagen que insinúa algo, y luego ‘explicarle’ que realmente es otra cosa, o que tiene un sentido diferente a su percepción inicial. Man Ray ha tenido la genialidad de lograr ese efecto con una sola imagen en muchas de sus obras, y un ejemplo es su Autorretrato de 1930. El espectador ve una imagen, la observa y luego de estudiarla por un tiempo descubre nuevos elementos. ¿Qué cuenta esta obra? ¿Qué es lo obvio de ver? ¿Qué está oculto? ¿Qué cuenta ese autor? El interesante juego de capas, formas y texturas llama la atención, es atractivo para el ojo, pero luego el cerebro analiza, estudia y encuentra otros sentidos dentro de esa imagen. Más allá de la técnica, esta fotografía hace pensar a su observador, y eso, para mí, es la labor del arte.