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Daniele Finzi. | Foto: Cortesía Compagnia Finzi Pasca

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Daniele Finzi, el clown detrás de Corteo

Daniele Finzi Pasca es la mente brillante detrás de Corteo, obra del Circo del Sol que recorre Latinoamérica. Semana.com habló en exclusiva con el director suizo.

María Paula Triviño
23 de abril de 2015

Debido a su inmersión en el clown, Daniele Finzi Pasca ha recorrido el mundo con sus creaciones, mientras que su compañía Finzi Pasca es un ejemplo de tenacidad para el teatro independiente. La suma de magia y experiencia hace que dentro de su hoja de vida se cuenten, entre otras, las clausuras de los Juegos Olímpicos de Invierno Turín 2006 y Sochi 2014, su monólogo Ícaro traducido en seis idiomas, y Corteo, escrita para el Circo del Sol.

Semana.com: ¿Cómo es posible ver el drama a través de los ojos del clown?

Daniele Finzi: El clown representa a los héroes que no siempre ganan. Las personas muchas veces pierden y en todo caso, siguen siendo figuras queridas y emblemáticas. Asimismo, el clown tiene la fuerza de ternura que permite diseñar, contar y danzar la realidad.

Semana.com: ¿Cómo concibió Corteo para el Circo del Sol?

D. F.: Fue una invitación que llegó de parte de Guy Laliberté hace 10 años y fue una experiencia extraordinaria que me marcó la vida, porque fue hallar un mundo que está en constante cambio: el circo, el cual adora renovarse en cada producción. Por eso el tiempo de escritura y dirección es largo, cerca de 18 meses. Ese fue un tiempo maravilloso.

Semana.com: Corteo es un viaje a través de las contradicciones humanas: un cortejo fúnebre y un carnaval, la realidad y el sueño, el cielo y la tierra. ¿Cuál es la intención final de la obra?

D. F.: La idea era hacer un espectáculo que pudiera emocionar al público y, por otro lado, conmoverlo. Creo que hay un espíritu muy latino en este, porque al igual que el lenguaje latinoamericano, nosotros los italianos lloramos y reímos con mucha facilidad. Aquí un funeral es trágicamente cómico, mientras se convierte en una exaltación a la vida; es el momento de reunión de todos los amigos, donde se realiza un viaje en el tiempo para recordar cómo fue la vida del payaso que ahora están despidiendo.

Semana.com: ¿Siente que los payasos que vemos en Corteo representan de alguna forma su paso por el mundo del clown?

D. F.: Cuando empecé a crear el personaje de Mauro, el payaso muerto que es protagonista de la obra, invité a mi amigo querido Mauro Mozanni y escribí el papel especialmente para él. Creo que de alguna forma ese personaje es un álter ego mío en el escenario. Cuando Guy (Laliberté) me llamó para escribir esta obra, sabía que quería algo de mi tradición actoral en este show, por eso ese espectáculo es como un hogar para mí.

Semana.com: ¿Qué es el Teatro de la Caricia que creó con el colectivo Teatro Sunile?

D. F.: Es la forma que encontramos para tener una cercanía física con el público. Es la manera correcta de entrenar a un actor para que él siempre tenga en cuenta que debe danzar con el público y tenerlo en sus brazos.

Semana.com: Precisamente, esa complicidad con la audiencia es la que logra en su obra Ícaro, un monologo que, además de ser un excelente ejercicio actoral, tiene un significado especial.

D. F.: Para mí Ícaro es un ejercicio de simplicidad que hago hace 24 años. Muy seguido me pasa que dirijo obras monumentales, como las ceremonias olímpicas, y regresar a esta obra es volver a la sencillez del espectáculo, donde todo es muy pequeño. Es algo más ligado a mi tradición.

Semana.com: Respecto a las clausuras olímpicas, ¿cómo se realiza un show para tanta gente y cómo se prepara a los actores?

D. F.: Estos eventos son de una dimensión monumental. Tienes que pensar en la audiencia del estadio, en la emoción que se debe crear y en cómo se va a ver todo eso en televisión. En el caso de Rusia, los productores querían sorprender al mundo, así que fue un reto muy grande. Utilicé la fuerza de mi compañía, llevé a Hugo Gargiulo, el escenógrafo, y junto a mi esposa, Julie Hamelin, coescribimos las ceremonias. En todo el estadio estaban distribuidas varias personas que conocían mi estilo, mi lenguaje y mi forma de hacer las cosas, para que motivaran a los más de 10.000 actores que hicieron parte del montaje.

Semana.com: ¿Cómo puede el teatro transformar la sociedad?

D. F.: Contándola. Sobre todo esas historias que pueden sanar los miedos y las contradicciones del mundo.