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Y DE COLOMBIA... ¿QUE?

Una seria incursión en la historia política de Colombia publica el politólogo Francisco Leal

17 de diciembre de 1984

Nada más apasionante que un buen texto de política. El problema del Poder y de sus instituciones siempre atrae la atención, máxime cuando su análisis recae sobre el país mismo, sobre la conformación de nuestro Estado y nuestra nacionalidad.
¿Qué somos los colombianos como nación? ¿Cómo llegó a constituirse nuestro Estado-nación y cómo devino hasta nosotros el réglmen político vigente? ¿Qué relación guardan las clases sociales con los partidos y las instituciones políticas dominantes? ¿Está el bipartidismo en crisis y porqué? ¿Son viables terceros partidos en Colombia? ¿Cómo se formó nuestro ejército y cuál es el estatuto de los militares en Colombia?
Todos estos interrogantes son materia de estudio del politólogo Fco. Leal B. profesor de la Universidad de los Andes, quien ahonda con seriedad nuestra historia política para dar respuesta a estas cuestiones.
La premisa inicial teórica del autor parte de la base del Estado como la organización de la dominación política. El moderno Leviathan es la instancia llamada a regular los conflictos de la sociedad civil. El Estado es un órgano de fuerza; como toda autoridad un órgano de represión. El Estado, dice Leal B., surge como un conjunto de relaciones de dominación, puesto que éstas expresan las distintas fuerzas de clase, los distintos intereses. Sólo que tal conjunto de relaciones de dominación requiere una instancia de articulación política con pretensiones de universalidad: una instancia que regule, que institucionalice y que condense las diferencias y los choques entre las fuerzas de clase; una instancia que se presente por encima de los intereses que recoge y que sepa traducir sus respuestas institucionales como sabios dictados de una voluntad colectiva. Esta instancia es el Estado. Tenemos pues, que el Estado es una relación de fuerzas, un regulador de conflictos, en fin la "síntesis de la sociedad civil" como lo llamara Marx. Pero lo que realmente opera como expresión concreta de esas relaciones de fuerza y de esas relaciones entre las instituciones es el Régimen Político. Allí se condensan todos los poderes centrales y regionales y toma cuerpo este llamado "Filósofo de la sociedad" que es el Estado. Pero surge la pregunta de rigor: ¿Tenemos los colombianos un Estado-nación a estilo de los que se formaron en Europa durante el s. XVII?
¿Somos una sola nacionalidad o muchas nacionalidades juntas?
A esto se responde que nuestro Estado no se configuró a la manera clásica como un centro que se unificó primero territorial-administrativacultural y políticamente; y luego sí, se vinculó a los otros Estados y al concierto mercantil internacional. Por el contrario nacimos al vaivén de las fuerzas económicas y políticas predominantes en el mundo occidental. Primero España, luego Inglaterra y finalmente los Estados Unidos determinaron desde fuera nuestra constitución y a merced de sus demandas las regiones iban constituyéndose como economías locales periféricas que se adecuaban a tales demandas.
Una segunda diferencia reside en que este Estado no sólo centraliza la administración pública sino que organiza desde su seno o engendra allí su propia clase dominante. Fundado por terratenientes y comerciantes, este aparato organizado y centralizado por Núñez sienta las bases para desarrollar la industria y la nueva burguesía urbana protegida con tarifas arancelarias y subsidiada con crédito interno para poder despegar. Una sola moneda de curso forzoso, una sola banca nacional, un sólo sistema bancario y monetario favorecerán la emergencia de esa nueva clase parida de las entrañas mismas de comerciantes, banqueros y terratenientes.
Todo ello explica el peso que todavía tienen esas clases en la dirección del Estado y la fuerza de poderes regionales en un estado cuyo alcance nacional aún está en curso.
Una tercera diferencia de nuestras instituciones políticas con las de los países centrales, es la de que su inserción abierta en la reproducción de la economía y de los mismos partidos políticos genera una crisis de legitimidad o consenso permanente.
Los organismos económicos, o las palancas del Estado no sólo sirven a la acumulación sostenida y a la regulación del mercado interno y externo, sino que intervienen directamente para redimir a las quiebras o banqueros e industriales quedando cuestionada su legitimidad. Esta distorsión de su función regularizada desenmascará su neutralidad y lo obliga a apelar a medidas o regímenes de fuerza (militaristas) o a exageraciones del consenso perdido el populismo, como fórmulas de recuperar su legitimidad perdida.
Por último Leal examina la crisis de nuestro bipartidismo y la intervención política de los militares. En términos muy amplios la hipótesis general que está presente en este ensayo se puede exponer de la siguiente manera: el factor más consistente de integración nacional es el bipartidismo. En ese sentido fue el medio principal para la dominación política con base en la competencia sectaria de los partidos. Una vez instituido el monopolio bipartidista el régimen desarrolló mecanismos de defensa que se fueron traduciendo en bloqueo progresivo a las nuevas formas de participación, bloqueo que al convertirse en represión no sólo destruyó estas nuevas experiencias sino que estimuló salidas radicales incluidas las guerrillas.
El sostén bipartidista que crea las bases regionales se erosionó con el proceso capitalista urbanizador y causó fraccionalismo de este proceso bipartidista, creando las condiciones para el desprendimiento de los partidos tradicionales y la emergencia de terceros partidos.--
Ciro Roldán Jaramillo