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DE LA HABANA BIENE UN CUERPO...

La obra de la fotógrafa Marta María Pérez demuestra que las nuevas generaciones de artistas cubanos están mirando más allá del regimen.

8 de junio de 1992

MARTA MARIA PEREZ ES MUjer. Es cubana. Es madre de gemelos. Es fotógrafa. Pero, antes que nada, es artista. Y su arte no es otra cosa que la conjunción de todos estos factores.
Con un hilo que los une: su juventud. Una juventud que la ubica en una generación que está cambiando el arte cubano, porque ha logrado mirar las cosas más allá del régimen ¿Se opone al régimen? Ni siquiera podría decirse que toma una posición política para alabar o para criticar los postulados revolucionarios. Pero si se educó, en escuelas públicas donde los cristos habían sido reemplazados por fotografías de Fidel Castro, si durante muchos años ignoró hacia dónde avanzaban los jóvenes artistas de otras latitudes, si no conoció otra forma de gobierno que la de su isla, es indudable que su arte refleje esta realidad. Esté o no de acuerdo.
Quiera o no darle relieve a la función social del artista.
Lo Importante es que ella, como otros cuantos artistas cubanos de la última generación, no está al servicio del régimen. Tampoco está al servicio de los que se oponen a éste. Sencillamente quiere ser artista. Quiere mirar la vida con sus ojos bañados de sensibilidad. Y habla del pasado, claro está. Pero no de un pasado que comenzó con la revolución, sino mucho antes.
Marta María Pérez, cuya obra reciente se expone actualmente en la Galería Valenzuela & Klenner, de Bogotá, llega hasta las raíces de su pueblo. Habla de los ritos paganos y santeros, de las danzas afrocubanas, del mestizaje...
Y reúne, con el mismo ritmo, este conjunto de supersticiones, de leyendas y de realidades, y les da forma en su propio cuerpo. En su cuerpo de mujer. Hace de la cámara un espejo, y se desnuda frente a él. Se desnuda, observa el lente tal vez le conversa y logra que en la película fotosensible queden plasmadas muchas actitudes de sí misma que desconoce. A Marta María Pérez debe sucederle, en ocasiones, lo mismo que al pintor que ha decidido mezclar unos pigmentos y esparcirlos sobre el lienzo, sin saber cuál va a ser el resultado final, aunque haya partido de un boceto.
Y en su caso, el boceto es su vida misma, llena de realidades, de creencias, de opciones, de recuerdos. Y el lienzo, su propio cuerpo. Un lienzo que, por tanto, no puede ni quiere ignorar que tiene forma de mujer. Que ha parido unos gemelos. Que ha sido amante.
Que ha sido amada. Y que alberga un corazón que siente, y un cerebro capaz de producir hechos poéticos, hechos caóticos, hechos cotidianos.
Pocas veces se tiene la oportunidad de enfrentarse a la obra de artistas cubanos. "Los hijos de Guillermo Tell", una colectiva que estuvo en la Biblioteca Luis Angel Arango pareció abrir la puerta. Y Marta María Pérez al lado de Yaquelín Abdaláes la primera en cruzar el umbral.