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DE NUEVO EL GENERAL

Otra vez Noriega es el protagonista de un libro con la triste historia reciente de Panamá.

10 de septiembre de 1990

Manuel Antonio Noriega sigue de moda. Mientras enfrenta un largo y complicado juicio ante un tribunal de la Florida, los periodistas norteamericanos continúan cautivados por este hombre que jugó con la CIA, los soviéticos, los cubanos, los guerrilleros y narcotraficantes colombianos, traicionó el ideario de Omar Torrijos y cobró enormes cheques en dólares de muchas fuentes.

Pocas semanas después de aparecer "Nuestro hombre en Panamá", escrito por John Dinges y publicado por Intermedio Editores, Grijalbo publica en edición colombiana otro retrato del destronado dictador, "Noriega, toda la verdad". En esta ocasión el autor es un reportero de Newsweek y The Wall Street Journal quien antes de la caída, ya había comenzado a reunir datos, entrevistas y declaraciones sobre las actividades públicas y secretas de quien desde el principio, se había convertido en un amigo indeseable pero necesario para los Estados Unidos, obsesionados con el narcotráfico, la influencia cubana en el Caribe, el Canal y otros temas por los cuales Noriega les hizo pagar muy caro, hasta el mismo momento de la invasión a Panamá durante la última Navidad.

El libro de Kempe es ameno, escrito con mayor fluidez y en algunos momentos, como en ese prólogo titulado "Sangre bajo la almohada", el lector tiene la sensación de encontrarse ante una auténtica novela policíaca. Es que los protagonistas, los personajes secundarios, los delatores, los asesinos, los testigos mudos y los que hablan, las circustancias, las pruebas borradas torpemente, las armas utilizadas, los aviones, los helicópteros, lanchas y vehículos terrestres, los escondites, las consignas y órdenes, las traiciones, todos estos elementos sucios y perversos forman parte de esa naturaleza maligna que otros escritores han explotado dentro del género de la ficción policíaca. Con la diferencia de que en este libro todo es verdad, ha sido comprobado varias veces.

No fue un trabajo fácil y Kempe sufrió muchas presiones y amenazas, como esa mancha fresca de sangre bajo su almohada en el hotel Panamá, mientras iniciaba su investigación. Habló con más de 300 fuentes, desde el Nuncio hasta los narcotraficantes. Desde asesinos a sueldo de Noriega hasta sus víctimas en la cárcel. La historia arranca con la frase impaciente de Bush: "ya está bien" o sea, hay que acabar con el amigo convertido en enemigo dentro de la misma casa. Entonces se produce la invasión que había sido anunciada y anticipada por casi todos en Panamá, aunque Noriega desestimó los consejos. Cuando estallaron los primeros tiros y cohetes contra su cuartel, estaba cerca con una prostituta.

Después de la invasión, la fuga de Noriega durante varios días, su entrada a la Nunciatura y la captura por parte de los norteamericanos, Kempe hurga en su historia con un padre que lo abandona y una madre que muere poco después, con una infancia muy pobre que estuvo marcada por otra desventaja: un acné que le dejó hondos cráteres en la cara.

Como afirma Kempe, Noriega era un monstruo que Estados Unidos contribuyó a crear porque temía al comunismo. Lo entrenaron para que se volviera luego contra ellos, falseando elecciones y reprimiendo la democracia. De esos maestros, Noriega aprendió tácticas de inteligencia, contrainteligencia y guerra sicológica.

El autor también afirma que lo mismo que Ricardo III, Noriega siempre buscó vengarse de la sociedad, convirtiéndose en un virtuoso del mal, que deslumbró por su pasmosa audacia y su extraordinario talento para el crimen. Lo mismo que el monarca shakespeariano, el panameño fue tan corrupto que llegó a profesar una moral digna de los peores tiranos de la historia. Trabajó mucho para ser el perfecto villano, el impostor para todos, capaz de intimidar por igual a amigos y enemigos.

Esa es la imagen que surge de este libro entretenido y escrito con humor e imaginación, además de una acumulación asombrosa de datos y cifras. Con un personaje siniestro como éste, la historia verídica se convierte en otra clase de realidad, una película, por ejemplo, o una novela policíaca, donde el malo es destruido por los otros malos, sin que los buenos intervengan.