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Carlos Serrano, quien ha adoptado el seudónimo de Carlos Elliot Jr, comenzó tocando rock progresivo en una banda de su natal Pereira.

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Del Otún al Mississippi

¿Cómo es que un guitarrista pereirano se perfila entre los grandes exponentes de la música negra de Estados Unidos? La respuestas es talento, fervor y un poco de suerte.

Juan Carlos Garay
27 de abril de 2013

La escena del blues del sur de Estados Unidos amenaza con irse a vivir más a los museos que a las cantinas. Los últimos trovadores están muertos o retirados: R. L. Burnside y Big Jack Johnson dejaron este mundo despuntando el nuevo siglo; y el aguerrido T-Model Ford ya va por su segundo infarto. 

En los premios Grammy, las dos categorías dedicadas al blues (tradicional y contemporáneo) se convirtieron en una sola a partir de 2012 y casi nadie protestó. 

Pero el blues está resistiéndose a la extinción al encontrar partidarios extranjeros: ya un disco llamado Blues around the world, del sello Putumayo, nos enseñó que esta música se canta también en Cataluña o en Beijing. 

A esto hay que agregarle ahora el ejercicio quijotesco de un pereirano que viajó hasta las entrañas del Mississippi para aprender de los maestros y dejar con su guitarra un documento notable.

Carlos Serrano, quien ha adoptado el seudónimo de Carlos Elliot Jr, comenzó tocando rock progresivo en una banda de su natal Pereira, ganándose cierto prestigio local. Pero la carrera en el rock se vio interrumpida cuando escuchó por primera vez el blues del Mississippi: “Conocí a Muddy Waters y se me abrió un mundo nuevo. Encontré la raíz”.

En 2009 tomó la decisión de emprender un peregrinaje con su guitarra. A lo largo de un mes recorrió Chicago, Memphis, Clarksdale y Nueva Orleans a la manera de los legendarios trovadores: en los tradicionales buses Greyhound o en trenes, juntándose con las estrellas locales para aprender los secretos de esta música. 

En lo que él llama un golpe de suerte, conoció a Billy Branch, un músico de 60 años que le dijo: “Tú eres colombiano; debes buscar sonar distinto a los demás, escudriñar en el fondo de tu corazón”.

Con esas armas, Carlos acaba de publicar en Estados Unidos el álbum Mystic Juke Joint Blues, que empieza a recibir elogios en la prensa especializada. La revista American Blues Scene lo reseña como “un colombiano con una conexión mística con el blues”. 

Si ayudará o no a salvar el género es algo que pertenece al campo de la especulación. Pero el disco es original, enérgico, y con un sonido tan vivo que reta a la geografía: oyéndolo, pareciera que el Otún desemboca en el Mississippi. 

Otros discos recientes de blues

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En Bogotá, tocar blues es casi un apostolado. Y el apóstol mayor se llama Carlos Reyes. Luego de su paso por la banda Black Cat Bone, Reyes decidió apostarle a un proyecto más personal, donde el gran mérito ha consistido en idear letras en castellano, sin perder de vista a los maestros (no es gratuito que en una de las fotos interiores, Reyes sostenga un long play de los Rolling Stones) pero también con menciones más familiares a la capital, la carrera Séptima y los trancones.

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