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De la serie ‘La gravedad de las cosas’, obra de la artista Catalina Jaramillo.

ARTE

Reinsertados se imaginan en dibujos la paz

Unos 130 desmovilizados, con ayuda de artistas, desahogaron su pasado y plasmaron en obras las secuelas del conflicto. Éste es el resultado.

22 de agosto de 2015

Javier Posada (o Inu Waters) es artista, nació en Bogotá hace 33 años y desde el jueves pasado está exponiendo en el Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá su obra Montería: un cómic de cinco piezas que narra su experiencia como instructor de artes de un grupo de reinsertados. Francisco* es reinsertado de las Farc, tiene 29 años, es de Chaparral (Tolima) y su obra –un cómic en el que protesta contra el maltrato al medioambiente, realizado en un taller dirigido por jóvenes artistas como Posada– está colgada en el mismo salón.

La exposición lleva el nombre de Frente al otro: dibujos en el posconflicto, un proyecto del Banco de la República y la Agencia Colombiana para la Reintegración que, en palabras de sus promotores, es más “un diálogo que tomó forma en dibujos, y narra las incertidumbres y certezas de un grupo de colombianos más allá del conflicto armado”.

En esta exposición, que va hasta el 2 de octubre, están las historias de 12 artistas y 130 personas en proceso de reinserción que en 2013 se sentaron frente al otro a reconocerse, a dialogar, a convertir las palabras en alguna expresión artística. Ese encuentro se convirtió para los reinsertados en el descubrimiento de su talento, de sus habilidades y, sobre todo, del uso del arte como método de desahogo. “Desde los 13 años estuve en el grupo… nunca tuve esa adolescencia de dibujar, crear… me sentí un poco niña”, dice una de las reinsertadas en un video promocional.

“Es una descarga de energías atrapadas –dice Francisco–. Esos dibujos están más cargados de lo que aparentan en ese papel: son pensamientos, sentimientos, estados de ánimo… el pasado”. El pasado suyo está en una finca de Chaparral, en una región en la que la guerrilla hacía las veces de “la fuerza pública… había mucha fraternidad”; una zona en la que los niños a los 10 años empezaban “a andar con ellos, fascinados con las armas”. Y así, de a poquitos, casi sin darse cuenta, terminaban adentro y ahí se quedaban. Francisco calcula que su “ingreso oficial” fue a los 14 años, y solo logró salir 12 años después.

Ese encuentro fue también un descubrimiento para los artistas: de los humanos que hay detrás de esa categoría de ‘reinsertados’; de los contextos, de las motivaciones que llevaron a sus alumnos por tres días a militar en un grupo armado ilegal. “Mi percepción de ellos era totalmente errónea, y nunca lo hubiera notado si no fuera porque los conocí y me acerqué a su vida”, afirma una de las talleristas. “Uno tiene un contexto, pero hablar con ellos es otra experiencia. Son personas comunes y corrientes, y eso es lo tenaz. Muchos terminaron ahí por cosas muy cotidianas, como violencia intrafamiliar, y resultaron involucrados en algo muy serio que no dimensionaban”, dice Javier Posada. Y luego confiesa: “Yo no creía en el proceso de reintegración…”.

La exposición (en la que participan reinsertados de Cartagena, Pereira, Montería, Medellín, Florencia, Cúcuta, Valledupar, Villavicencio, Ibagué, Cali, Quibdó y Bogotá) salió a la luz en marzo pasado en la Feria de Arte Contemporáneo Arco Madrid. Ángela Pérez Mejía, subgerente cultural del banco, cuenta que la idea nació bajo una premisa: “No hablaríamos de la paz como la ausencia de conflicto. Lo que buscábamos eran palabras para nombrarla e imágenes para imaginarla, en un país en el que a ninguna generación actual le ha tocado vivirla”.