Home

Cultura

Artículo

Juan Sebastián Monsalve, uno de los precursores del nuevo jazz colombiano, le agrega dos títulos más a su prolífica carrera. En ‘Raga que zumba’ utiliza un formato clásico: piano, bajo y batería. Con ‘Comadre Araña’ mezcla el folclor de las costas con sonidos contemporáneos

MÚSICA.

Dios salve a Monsalve

Con tres proyectos simultáneos y una carrera sin concesiones a lo comercial, el bajista Juan Sebastián Monsalve es el músico independiente del año en Colombia.

?Juan Carlos Garay
1 de noviembre de 2008

La sala de ensayos en la casa de Juan Sebastián Monsalve está casi vacía, salvo por un piano y dos libros. El primero de ellos es el Blue Book, la más famosa colección de partituras de jazz; el segundo es la autobiografía del músico indio Ravi Shankar. De algún modo, esos dos tomos sintetizan la búsqueda que Monsalve emprendió hace más de 10 años: un lenguaje que tuviera a la vez la frescura del jazz y el rigor de la música clásica de Oriente.

El ejercicio es tan complejo que una sola banda no podría abarcar toda esa expresión, y por eso el músico ha decidido liderar tres grupos a la vez. Lo llamativo del asunto es que este año, en uno de los momentos de más baja producción discográfica en el mundo, sus tres grupos lanzan grabaciones nuevas. En primer lugar está su trío de jazz, que recarga de aportes originales a un género universal; luego tenemos la agrupación Comadre Araña, con la que ha explorado la energía de las voces femeninas; y finalmente, Curupira, el grupo que hace una década comenzó toda la locura contemporánea por el folclor, que lanzará un álbum de éxitos con cuatro temas nuevos.

El disco de jazz es impecable desde la carátula (que, por cierto, recuerda los clásicos diseños del sello Blue Note). El formato de trío con piano, bajo y batería es ultra conocido y sin embargo, Monsalve les hace grandes aportes, fruto indudable de la experiencia de haber vivido un año en India. "Los conceptos hindúes se meten en casi todas las canciones", explica. "Por ejemplo la canción 'Raga que Zumba' es un ritmo llanero, una estructura de joropo muy recurrente a la que terminé mezclándole una escala hindú". Igualmente interesante es su concepto de la interpretación, ideada para que el piano sea protagonista mientras él dirige con discreción desde el bajo eléctrico.

Otro de sus proyectos es Comadre Araña que, sin ser abiertamente comercial, tiene un formato mucho más llamativo: Monsalve optó por expresar sus intereses a través de cuatro voces que se funden maravillosamente, en un juego en el que la belleza podría llegar a pesar más que el concepto musical. Le pregunto si no es una especie de trampa ubicar cuatro chicas muy guapas al frente, y me responde sonriendo que la culpa la hemos tenido nosotros los periodistas. "Lo que más nos importa es el sonido, pero al confrontarlo con los medios masivos terminaba ganando lo visual y eso era divertido para nosotros. Así que decidimos jugar con eso y hasta lo hicimos evidente en la carátula, donde los hombres desaparecemos detrás de estas princesas".

Además del trío de jazz, del cuarteto vocal y de la tropa folclórica, Juan Sebastián Monsalve se dedica a la docencia en dos universidades bogotanas. Dice que le roba tiempo al sueño, pero no tiene cara de trasnochado. El secreto, se hace evidente en la conversación, es una agenda muy bien llevada y una rigurosa disciplina de ensayos. "Lo ideal sería, como la banda de Duke Ellington, ensayar todos los días, pero no es que yo tenga una nómina de 15 empleados. Toco con músicos muy buenos con quienes nos podemos reunir una o dos veces por semana, con los horarios ya concretados para todo el año. Y afortunadamente cuento con el entusiasmo y el cariño de toda esa gente alrededor de estos proyectos".

Con esa actividad incansable, Juan Sebastián Monsalve se gana por derecho propio el título de músico independiente del año. Independiente porque, si bien ha participado en empresas comerciales (fue arreglista en el disco Contacto, de Cabas, por ejemplo), lo suyo es por encima de todo una búsqueda artística personal. Como él afirma, "no me siento honesto cuando tengo que complacer a otra gente a nivel estético". Y en este medio en que abundan las músicas complacientes respaldadas por grandes inversiones, que alguien prefiera apostarle a la expresión propia, gestionándola con imaginación, es una gran noticia para el arte.