Home

Cultura

Artículo

MÚSICA

De nuevo y como nuevo

La inspiración de Paul McCartney sigue siendo un misterio. En ‘New’, su primer disco en seis años, una docena de canciones breves abarcan desde la nostalgia hasta la electrónica.

Juan Carlos Garay
9 de noviembre de 2013

NEW
Paul McCartney
Virgin EMI Records, 2013

La   crítica   siempre se ha preguntado cómo hace Paul McCartney para componer tanto. Sus melodías, fáciles al oído, han cautivado a tres o cuatro generaciones de múltiples maneras. Una vez el pianista Jools Holland confesó que en varias oportunidades, escuchando a McCartney, pensaba: “¿Cómo no se me ocurrió a mí?”. Es que en su obra todo parece sencillo, y esa es la primera parte del encanto.

El mismo Holland se atrevió a preguntarle, en un programa televisivo de 2007, por esa capacidad ágil, un poco mozartiana, de estructurar piezas completas en cuestión de minutos. La respuesta, que puede verse en YouTube, empieza con una explicación formal (“Me siento al piano o con la guitarra y trato de pensar en algo, una melodía, unas palabras”) y termina con una demostración en vivo: McCartney, que en ese momento tiene un piano a la mano, dispara unos acordes e improvisa una letra: “I’m playing the bloody piano” (“Estoy tocando el maldito piano”). No será su mejor creación, pero los acordes son interesantes. Suena de veras como un puente que va hacia un coro. Es el embrión de una canción.

Recientemente ofreció una nueva explicación, esta vez más esotérica. Dijo que cuando estaba falto de inspiración invocaba el espíritu de su compañero John Lennon. Es que McCartney conoce a los periodistas: lanza una frase como anzuelo y sabe que será el próximo titular. Y, de paso, le conviene porque coincidirá con el lanzamiento de su nuevo disco. 

No sé si sea producto de ese embeleso, pero al comenzar a escuchar las canciones de New –su álbum número 16 descontando las grabaciones en concierto– parece estar muy vivo algo del espíritu de Los Beatles. La canción Early Days, por ejemplo, habla de dos jóvenes “con guitarras a la espalda, caminando por las calles, buscando a quien quiera escuchar nuestra música”: no solo evoca una fotografía de adolescencia de Lennon y McCartney sino que por instantes pareciera a punto de brotar de la nada la voz del amigo, como cuando grabaron juntos Two of Us.

Para escaparse de hacer un álbum enteramente nostálgico, McCartney tomó la sabia decisión de trabajar con productores más jóvenes que él. Así, Paul Epworth pudo captar el espíritu de una sesión de improvisación, fresca y un tanto ruidosa, que se aprecia en Queenie Eye. Y por otro lado, Giles Martin le agregó un toque electrónico en canciones como Appreciate.

Con todo, hay algo que sorprende y que nos remite de nuevo a ese remedo de canción que McCartney hizo en vivo en el programa de Jools Holland hace seis años: la fugacidad. New, la pieza que da título al álbum, no dura ni siquiera tres minutos. 

Y en casos como este, la melodía es tan buena que uno echa de menos esos desarrollos extensos al estilo de Uncle Albert de 1971, donde Paul McCartney jugaba a pasar la voz a través de un megáfono, introducía un solo de fliscorno, cambiaba de ritmo varias veces y remataba con un coro pegajoso.

Bueno, tal vez Uncle Albert no sea el mejor ejemplo: es el otro extremo. En cualquier caso, al cantante parecen interesarle más ahora las texturas sonoras que se acoplen a sus ideas concisas. No son canciones incompletas, simplemente son breves. 

En la poesía existe un género que se llama haiku, que es el más breve de todos. Un haiku solo puede tener tres versos y allí deben estar contenidas una emoción y una imagen. Con estas nuevas canciones de tres minutos, ese es el rumbo que toma la energía creativa de nuestro querido Beatle.