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Noche herida

Este documental, premiado como mejor película colombiana en el Ficci 2016, cierra una trilogía dedicada a explorar de manera amplia y generosa las resonancias de la violencia. ***1/2

Manuel Kalmanovitz G.
1 de abril de 2017

En su trilogía documental Campo hablado, el cineasta Nicolás Rincón Gille ha hecho una labor cuidada y respetuosa sobre figuras míticas populares –el diablo de En lo escondido (2007) y el Mohán en Los abrazos del río (2010)– y sobre cómo se transforman y cobran otros sentidos en un contexto violento.

Las dos primeras partes de la trilogía pueden verse actualmente en el portal www.retinalatina.org (recomiendo especialmente En lo escondido, con un personaje central que repasa su vida cómica y dramáticamente). La tercera complementa esta exploración, aunque acá los aspectos sobrenaturales tienen menos peso.

La protagonista de Noche herida es Blanca Rodríguez, una mujer que vive en una casa de madera y latón situada en los límites de Bogotá encargada de tres de sus nietos. La película se centra en la cotidianidad de esta mujer chispeante, sus líos con estos muchachos, sus charlas con una vecina, sus comidas, reciedumbres y regaños.

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Un pasado violento de desplazamiento se asoma por ahí y uno de los logros de esta película (y de la trilogía en general) es mostrar cómo esa inseguridad que en las ciudades se siente esporádicamente ha terminado por ser un componente de vivir en el campo que, si bien tiene un gran peso, no excluye otros aspectos en las vidas de los afectados.

Es un acto de malabarismo que Rincón logra gracias a una aproximación generosa y amplia. La cámara casi inmóvil deja que las acciones se den a su propio ritmo, sin afanes, les permite palpitar. Al darles tiempo, termina logrando retratos pausados, llenos de silencios, donde sus personajes pueden darse el lujo de pensar sin hablar.

Estos momentos aparentemente inútiles terminan por cobrar una importancia capital: al no dejarse contagiar por la optimización comunicativa en la que estamos inmersos, nos obliga a entender a estas personas como seres complejos, ricos, matizados. Los ha revolcado la violencia, está claro, pero ese silencio tranquilo nos indica que su ser no se agota ahí.

En esta trilogía Rincón ha encontrado una respuesta a la pregunta existencial de una parte importante del cine colombiano reciente que, a pesar de sus buenas intenciones, tiene dificultades para retratar a las víctimas como algo más que víctimas. Qué inesperado que haya encontrado la respuesta en estos silencios privados y apacibles.

El título es significativo: la mayor parte de esta película sucede de noche, con una cámara que registra frontalmente y desde el piso lo que sucede en el interior de la casa de Blanca. A medida que pasa el tiempo este ángulo comienza a dar una sensación extraña, como si se tratara de gigantes en una obra de teatro.

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Si acaso hay un drama, tiene que ver con Didier, el mayor de sus nietos, que al comienzo vemos desobedeciendo tercamente y que luego dejamos de ver solo para escuchar que se fue a vivir con una novia, que recibió una golpiza, que le toca irse del barrio.

Es un horror que acecha en el rabillo del ojo, que asusta e inquieta, pero que, en el retrato generoso que ofrece esta película, deja espacio para más.

País: Colombia-Bélgica

Año: 2015

Director: Nicolás Rincón Gille

Guion: Nicolás Rincón Gille

Actor: Blanca Rodríguez

Duración: 87 min

Calificación: ***1/2


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