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DRACULA: MUERTO PERO FELIZ

EL COMEDIANTE MEL BROOKS CONVIERTE LA HISTORIA DEL FAMOSO VAMPIRO EN UNA SUCESION DE MANIDAS Y PREDECIBLES COREOGRAFIAS DE HUMOR.

27 de mayo de 1996

Director: Mel Brooks Protagonistas: Leslie Nielsen Peter MacNicol, Steven Weber, Amy Yasbeck, Mel Brooks Con sus sar-cásticas comedias, con las que se dio el lujo de mirar las historias más dramáticas con un humor chispeante y original, Mel Brooks llegó a convertirse en una celebridad en Hollywood. Sin embargo sus últimas producciones no han corrido con la suerte deseada. Desde su ridícula versión de Robin Hood, en la que el príncipe de los ladrones no es más que un enorme bobo al que le suceden las más predecibles torpezas, el director de Silent Movie ha perdido la capacidad de sorpresa, arma fundamental en el género del humor. Es así como en Drácula: muerto pero feliz, Brooks deja relucir la escasez de recursos para hacer reír al público sin caer en las situaciones fáciles de los tropezones, las caídas aparatosas y las muecas infantiles. En resumen, desde el inicio de la película el público sabe exactamente lo que va a pasar. El canoso Leslie Nielsen, famoso por la serie cinematográfica ¿Y... dónde está el policía?, hace el papel de un Drácula torpe que se ridiculiza a sí mismo. Pero después de haberlo visto en el sinnúmero de comedias fáciles que lo caracterizan, su interpretación del vampiro es una simple repetición de sus anteriores actuaciones. El Drácula de Brooks es una parodia del de Coppola y en algunas ocasiones suele extractarle finas burlas. Sin embargo, está claro que el propósito del director, salvo la irónica imitación de la pronunciación y el comportamiento ingleses, se halla en las simples ganas de hacer reír con trucos demasiado obvios para cualquier amante de la comedia.