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Editores: ¡Al abordaje!

El crecimiento indiscriminado de la piratería ha comenzado a causar alarma en el gremio editorial. Lo más grave es la dificultad para combatirla.

18 de octubre de 1993

POCOS COLOMBIANOS HABIAN CAIDO en la cuenta de la magnitud de la piratería editorial, hasta cuando Gabriel García Márquez decidió retirar su obra de las librerías y dejar de editar sus nuevas novelas en Colombia y el resto del mundo. El episodio puso en estado de alerta a escritores, libreros y editores sobre un problema con el que el país entero está acostumbrado a convivir desde hace mucho tiempo, hasta tal punto que las "ediciones baratas" vendidas en casetas callejeras son un fenómeno normal y cotidiano, sin mayores consecuencias.
Pero la verdad es que hoy la piratería editorial ha alcanzado volúmenes que las autoridades y los gremios editoriales han empezado a preocuparse. La misma Carmen Balcells, agente literaria de García Márquez y de Alvaro Mutis, estuvo en Colombia hace varios días realizando una completa investigación al respecto.
De pequeños distribuidores, los piratas han pasado a ser todo un emporio editorial, con cifras escandalosas de rentabilidad y difícil control judicial. Si hasta hace varios días había quienes pensaban que la edición clandestina de libros no era tan representativa como lo intentaban hacer creer, el decomiso de 80 mil libros piratas, ocurrido la semana pasada en Medellín, demostró que el asunto no es de poca monta. Valoradas en 1.300 millones de pesos, las ocho toneladas de libros incautadas por las autoridades pertenecían a varias editoriales piratas y estaban destinadas a la venta callejera. La variedad de títulos abarcaba desde autores como Hemingway, García Márquez, Sábato, Mutis, Kundera, Eco y Cortázar, hasta diccionarios español-inglés y algunos textos de divulgación científica. Según las autoridades, la piratería ha proliferado de tal forma que en los últimos dos años los decomisos efectuados superan los tres mil millones de pesos.
El problema es tan grave, que muchos editores calculan que la industria editorial pirata es igual o más grande que la legal. Según la Cámara Colombiana dcl Libro, el negocio editorial en Colombia, en facturación total de ventas, vale unos 100 mil millones de pesos al año. De esta gran torta, un 80 por ciento corresponde en proporciones iguales a libros de textos, escolares y universitarios, y al mercado de enciclopedias y diccionarios vendidos a plazos.
En este campo es difícil que los piratas se metan. Por un lado, los editores de textos escolares se han cuidado de imprimir a todo color para evitar el plagio. Por otro, las enciclopedias no son rentables para los piratas, por su especialización y el lujo dc los ejemplares. El fuerte de la edición clandestina es el plagio de ese 20 por ciento restante del mercado, aquel cuyo punto de venta son las librerías y al que pertenecen la literatura, los ensayos, los reportajes periodísticos y, por supuesto, los best sellers. En tal sentido muchos editores piensan que si este sector mueve unos 20 mil millones de pesos anuales, es probable que el negocio de la piratería valga otro tanto. Con la ventaja de que mientras los legales gastan el 50 por ciento del costo de un libro en derechos de autor, descuentos en librerías e impresión, a los piratas las entradas les quedan prácticamente libres.
LOS SINTOMAS
A pesar de que el costo de los libros legales, en comparación con el bajo ingreso de los colombianos ha sido el principal argumento de editores y compradores de la industria pirata, el problema es más hondo de lo que parece. Si por un lado el precio promedio de un libro equivale al 14 por ciento de un salario mínimo, por el otro los editores piratas no actúan tanto por una causa noble sino porque el negocio es redondo. No tiene problemas de derechos de autor, el papel utilizado es de baja calidad y el precario proceso de impresión hace posible los cortos tirajes a bajo costo.
El mismo negocio legal colabora indirectamente para que la piratería sea efectiva. Mientras en Barcelona o Buenos Aires existe un promedio de 600 libreías, en toda Colombia no funcionan más de 200, las cuales trabajan con el sistema de consignación, es decir, que los libros no vendidos son devueltos a la editorial. Además, los stocks son demorados y el capital de giro, lento. En pocas palabras, las editoriales no pueden manejar volúmenes grandes, pues el sector es aún muy deprimido. Todo lo contrario de los piratas, que cuentan con una liquidez inmediata y una red de distribución quc supera con creces al de las solas librerías. En este sentido, aunque los editores no culpan de piratería a Jose Vicente Kataraín, director de Editorial Oveja Negra, sí sostienen que él contribuyó en buena parte a desordenar el mercado, al vender los libros de García Márquez directamente en los semáforos. "La idea fue excelente -reconoce un alto directivo editorial entrevistado por SEMANA-, pero la estrategia les dio vía libre a los piratas para utilizar el mismo medio sin mayor fiscalización, pues legalmente ya estaba aceptado ".
¿COMO COMBATIRLOS?
Lo más grave de la lucha contra los piratas es la dificultad para perseguirlos. En primer lugar, porque no todo lo que parece pirata lo es con exactitud. Una edición ilegal es aquella que no está sustentada en un contrato de derechos de autor. En algunos casos se trata de libros robados de las editoriales por los propios empleados. En otras ocasiones, los mismos editores se encargan de hacer impresiones más altas de las estipuladas en el contrato. Aunque la venta de estos libros es ilegal, interceptarla es casi imposible, ya que los ejemplares clandestinos son idénticos al original. En segundo lugar, porque los autores de la piratería propiamente dicha, esto es, de la edición y distrihución de una obra con base en planchas robadas o con copias de los originales, están respaldados legalmente. Aunque sus libros son fácilmente reconocibles por la mala calidad de impresión en papel barato y los defectos de la portada y el lomo, los autores del delito se saben esconder muy bien.
Generalmente son antiguos trabajadores de editoriales que se convierten en distribuidores. Pagan de contado y mantienen un stock de libros facturados legalmente, de donde sacan las copias falsas. Para que las autoridades puedan interceptarlos es necesario un descuido en el bodegaje y que se encuentren los libros no facturados. Pero en la mayoría de los casos esto no sucede. Los editores clandestinos conocen tan bien el mercado que sus libros son distribuidos con rapidez asombrosa, tanto en los quioscos como en las ventas ambulantes. Tan pronto salen al mercado, se agotan en pocas semanas, por los bajos precios. Así, obras que oscilan entre los seis mil y los siete mil pesos en las librerías, se consiguen por mil en edición pirata. "De esta forma -comenta Miguel Laverde, director ejecutivo de la Cámara del Libro- es imposible competir con ellos".
La red de piratería editorial es tan fuerte, que algunos editores inescrupulosos han aprovechado el fenómeno y contribuido a agravar la situación: los piratas aseguran la distribución. "Los editores clandestinos necesitan de una gran existencia para camuflar la venta de ediciones falsas y además pagan al contado, -dijo un experto consultado por SEMANA-. De esta forma no es raro encontrar editores que contraten con ellos. Con tres piratas que compren cada uno 10 mil ejemplares, un editor queda hecho. Recibe el dinero inmediatamente y el pirata se encarga de hacerlo llegar a todos los rincones, incluso a las librerías".
Así las cosas, la piratería editorial parece estar lejos de ser reducida en Colombia. Mientras no se lleven a cabo acciones judiciales constantes y el gremio editorial no tome conciencia de combatirla, la industria pirata continuará su rumbo, tal como lo ha hecho hasta ahora, ante la indiferencia y, a veces, el apoyo de los mismos lectores. -