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| Foto: EFE

OPINIÓN

Mucho más que una ‘pop star’

Dylan ha sido capaz de captar, como muy pocos letristas del ‘rock’, el alma humana. Por Eduardo Arias

15 de octubre de 2016

Se escuchan voces que, de manera despectiva, rechazan el Premio Nobel de Literatura a un escritor de letras de canciones. “Entonces que le den el Nobel a Arjona”, manifestó un ocurrente líder de opinión en una emisora del FM local.

No soy experto en literatura como para determinar si Bob Dylan merece el Nobel. De hecho, en la larga lista de espera se encuentran grandes novelistas y poetas cuyos libros se exhiben en los estantes de las librerías.

Sin necesidad de ser novelas, ensayos o cuentos, los textos de canciones pueden ser piezas de gran valor literario. Vengan de donde vengan. Ya sean de compositores isabelinos como John Dowland o de juglares vallenatos como Juancho Polo Valencia. Piensen no más en Mediterráneo, de Joan Manuel Serrrat, que solo pretende “ser una canción pop”. Cuánta poesía no está presente en muchos de sus versos.

Los poemas son una cosa y las letras de canciones son otra. Los primeros deben defenderse solos. Las letras de las canciones, en cambio, deben jugar con los sonidos de los instrumentos, las melodías, la armonía. Son textos al servicio de la música.

Lo que ocurre es que en casos como el de Dylan eso que llamamos poesía está allí presente. En muchas letras suyas el solo texto genera una gran emoción. ¿Eso convierte la letra de la canción en poema? La respuesta queda en manos de los expertos.

Lo que sí queda claro es que Bob Dylan es mucho más que un pop star con ínfulas de poeta. Ha sido un gran escritor, capaz de captar, como muy pocos letristas del rock, el alma humana, así como la geografía de Estados Unidos, sus atmósferas, sus colores. Este premio le rinde homenaje a un artista que desde su adolescencia comenzó a investigar la música popular de Estados Unidos. Y no lo hizo desde el pupitre de una universidad. Viajó como mendigo en trenes de mercancía, en camiones. Visitó lugares remotos, donde captó el alma de la gente. Cuando llegó a Nueva York, donde consolidó su carrera, a esa tradición popular de dos y hasta más siglos de antigüedad le agregó mensaje político, le incorporó surrealismo, en algún momento la puso al servicio de sus creencias religiosas. Son seis décadas dedicadas a transformar y darle un nuevo sentido y aportarle otros sonidos a esa larga tradición.

Insisto. No soy quién para dictaminar si se merece el Nobel. Lo que sí tengo claro es que en gran parte de las letras de las canciones de Bob Dylan que yo conozco he encontrado mucha y muy buena literatura.