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El arriero

El realizador Guillermo Calle trata de reírse de un héroe indescifrable que se considera a sí mismo 'exportador' de cocaína.

11 de abril de 2009

Título original: El arriero.
Año de estreno: 2009.
Dirección: Guillermo Calle.
Actores: Julián Díaz, Iñaki Aguirre, María Cecilia Sánchez, Paula Castaño, Carmenza Cossio, Elkin Díaz.

Desde su estreno en el festival de cine de Cartagena, se ha repetido hasta el cansancio que el gran problema de El arriero es que se toma a la ligera la tragedia de las mulas del narcotráfico. Se ha insistido en que la ironía no era el mejor camino para narrar las desventuras de ese hombre indescifrable, Ancízar López, que se define a sí mismo como un "exportador" de cocaína. Se ha llegado, incluso, a pronunciar la frase "con eso no se juega". Y dichas así, formuladas de esa manera, ninguna de esas afirmaciones parece tener mucho sentido. Pues la comedia, que se inventó hace 2.500 años con el objeto de criticar las mezquindades de la sociedad, suele ser el género más justo con el mal estado de las cosas; y el humor, no los chistes que cualquiera echa en una fiesta, no, sino esa mirada distante que pone las cosas en su sitio, viene al caso aun en las peores circunstancias.

Que El arriero se quede en nobles intenciones, que sintamos, mientras la vemos, que todo pasa porque sí, que se ha perdido otra oportunidad para filmar una buena película, que las repetitivas escenas de sexo quieren comprar nuestro silencio, tiene harto que ver con un guión dubitativo que se resiste a contar una sola historia. El arriero al principio tiene cara de ser el relato absurdo de cómo Ancízar conquistó a su esposa Virginia. Más tarde parece el drama devastador que tuvo que enfrentar el empresario de la droga cuando se enamoró perdidamente de una 'periquera' que, de viaje en viaje, se convirtió en su amante. Y al final se transforma en un thriller sin suspenso en el que al protagonista se le sale de las manos ese negocio que seguirá siendo negocio mientras no sea legalizado.

Esa estructura episódica no tendría nada de malo, ni más faltaba, si la suma de todos los capítulos diera como resultado algo notable.

Y no, no es así. Quizá porque María llena eres de gracia ya se había limitado a contar la odisea de una mula, tal vez porque se niega a traicionar la estupenda crónica de Alfredo Molano de la que parte, de pronto porque teme aburrir al espectador, El arriero se pierde en una serie de anécdotas que van desdibujando a sus protagonistas escena por escena. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué hacen lo que hacen? Con cada secuencia que pasa sabemos un poco menos de ellos. Y lo mismo les sucede a los actores que los interpretan: por eso, porque los perdedores que encarnan bordean, desde el guión, la esquizofrenia que ninguno ha conseguido más de un par de momentos conmovedores en la pantalla.

El arriero aprieta poco porque abarca mucho. Su director, Guillermo Calle, productor de largometrajes tan importantes como Visa USA, Rodrigo D y La gente de la universal, se la ha jugado toda por la mirada del humor. Pero como se fija mucho más en lo que pasa que en a quiénes les pasa se ha quedado apenas en los chistes.