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La gloria del cine mudo George Valentin (Jean Dujardin) se niega a creer que el futuro será de las películas con sonido.

CINE

El artista

Este justo homenaje al cine mudo de Hollywood se ha llevado, a punta de su evidente buen corazón, todos los premios de la temporada.

Ricardo Silva Romero
25 de febrero de 2012

Título original: The Artist
Año de estreno: 2011
Guion y Dirección: Michel Hazanavicius
Actores: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, John Goodman

Habíamos visto El artista antes de verla. Sabíamos que no le hacía mal a nadie porque no era más ni menos que un bello, justo, entretenido homenaje a la era silente de Hollywood. Teníamos claro que ser testigos de semejante ejercicio una película muda, con todas las de la ley, en estos tiempos en los que el cine se pierde en los computadores portátiles? iba a ser todo un acontecimiento. Sonaba lógico que la crítica especializada la aplaudiera por su evidente amor a las películas, que se convirtiera en el largometraje de moda entre los espectadores que entran a los teatros llenos de esperanza, y que se fuera llevando uno por uno todos los premios de la temporada: el Globo de Oro, el Bafta, el Óscar. Verla era solo un paso más para declararla 'una joya': verla solo era un trámite.

Y sin embargo El artista es una decepción. Sí, quizás no tenga la culpa del desencanto que puede llegar a causar: tal vez sea la primera víctima de su propia fama. Pero verla es descubrir, desde muy pronto, que tiene poquísimo para contar, que su drama termina cuando termina el primer acto, que algo está mal cuando el mejor personaje de una tragicomedia es un perro que aparece de tanto en tanto. Comienza en 1927. El cantante de jazz acaba de abrirle paso a la era del cine sonoro. Y el arrogante George Valentin, una estrella de las películas mudas, mitad Douglas Fairbanks, mitad John Gilbert, que no quiere ni puede adaptarse a las nuevas reglas del juego, prefiere hundirse durante todo El artista -prefiere perderlo todo: la esposa, la mansión, el perro, la vida, la exitosa actriz que ama y que lo ama- a tragarse el orgullo que lo convirtió en el mito que llegó a ser.

Cierto: El artista es un homenaje justo y bello al cine de Hollywood que tiene un par de secuencias memorables. Ciertos espectadores mirarán a la pantalla como si se estuvieran viendo en el espejo: recordarán, en los primeros momentos, los gestos infantiles de Charles Chaplin; se darán cuenta de que aquella era una escena de La marca del zorro (1920); añorarán a aquel pequeño Fox Terrier, Asta, que se robó el show en The Thin Man (1934); señalarán con el dedo a los protagonistas de Ha nacido una estrella (1937); reconocerán la estupenda secuencia del desayuno de Ciudadano Kane (1941); tendrán en mente la decadencia escalofriante que describe Sunset Boulevard (1950); se les pasará por la cabeza la maravillosa trama de Cantando bajo la lluvia (1952); oirán la música de Vértigo (1958) en la última parte de la historia; recordarán que en la divertida Película muda (1976) de Mel Brooks el único que habla es Marcel Marceau.

Pero incluso los más cinéfilos se desilusionarán frente a los personajes borrosos y la trama empantanada de la película del francés Michel Hazanavicius. Le agradecerán al buen ejercicio su buen corazón. Y las ganas de ver, ahora sí, una gran película muda.