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EL DESTAPE DE CAPOTE

Sin olvidar sus escándalos, una nueva biografía de Truman Capote lo revela como un ser carismático, genial e ingenuo.

8 de agosto de 1988

Dicen que la peor tragedia en la vida del escritor Truman Capote, es que nunca fue amado por quienes eran muy importantes para él. Su padre, Arch Persons, era un convicto incapaz totalmente de sentir algún afecto por su esposa y su hijo.
La madre, Lillie Mae Faulk, era una mujer muy hermosa y alcoholizada que en numerosas ocasiones encerró con llave al niño en habitaciones de hoteles, en ciudades desconocidas mientras se marchaba a fiestas escandalosas con sus amigos. De esos encierros Capote habla con humor negro en un libro llamado "Conversaciones íntimas". El compañero de toda la vida, amigo durante más de 36 años, Jack Dunphy, un novelista que abandonó el baile por la literatura, mientras Capote estuvo lúcido no se desprendió de su lado ni de su chequera y al comenzar la decadencia y agonía del escritor, lo abandonó del todo. Leyendo uno de los libros más curiosos y más extraños que se han escrito sobre un artista, "Capote una biografía", por Gerald Clarke, uno descubre la enorme habilidad y también el masoquismo con los cuales Capote supo sobreponerse a esa falta de amor, precisamente por parte de quienes debían estar siempre a su lado.

En 1933 se mudó de Alabama a Nueva York para vivir con su madre y fue adoptado por Joseph Capote, el marido de una mujer que marcó al escritor para siempre, le infundió todos los temores que asomaron en sus historias y lo convirtió en lo que siempre gozó siendo, un lobo solitario.

A los 10 años ya estaba escribiendo sus primeros cuentos y en 1947, la revista Vogue lo envió a California con el fin de que contara a los lectores lo que un muchachito pudiera descubrir de Hollywood. Tenía 22 años y en una carta enviada a un amigo le decía: "Soy la única persona, de cualquier sexo que no ha podido ser atrapada por esta ciudad". Es que la miseria moral, la histeria, la hipocresia y sobre todo, el humor negro que campeaban en esas avenidas llenas de palmeras y autos descapotables y blancos, eran pálidos reflejos de la miseria moral, la histeria, la hipocresia y sobre todo el humor negro que Capote ya ejercia hasta el fondo.

En 1948, el joven se convirtió en la sensación de todo el país y el mundo literario de entonces con su novela sobre un muchacho de 13 años que protagonizaba "Otras voces, otros ámbitos". Después vendria una historia sofisticada y cinica, con una joven llamada Holly Golight,en la novela "Diamantes para el desayuno", y en 1966, después de trabajar como colaborador de periódicos y revistas, reflejando todas las reacciones que los famosos le provocaban (algunos de esos retratos ya incubaban lo que se convertiria después de su muerte en el libro incompleto "Plegarias atendidas", que ya se consigue en castellano, editado por Anagrama), los chismes, los rumores, todo ese submundo del jet set al cual Capote era tan aficionado, publicó su obra maestra, la novela que partió en dos el género de la ficción porque lo emparentó con el periodismo, con el lenguaje del reportero que indagaba las causas de un múltiple crimen en una granja de Holcomb, Kansas: "A sangre fria".

Hacer ese libro fue traumático y mientras sostenia agrias polémicas con ex amigos como Norman Mailer y Gore Vidal, mientras se probaba a si mismo y a los demás, especialmente a los criticos, que era en ese momento el mejor narrador norteamericano de su generación, confesaba cómo el tema, los personajes, las situaciones que debió atravesar lo calaron hasta los huesos, lo dejaron herido, lo llenaron de cicatrices y como dice él mismo, casi lo matan: "Antes de escribir esa novela yo era una persona estable, amigable, que buscaba a los demás para intercambiar chismes y tragos en la tarde pero después, debo confesar que algo profundo me conmovió, me transformó, me alteró para siempre".

El Libro de Gerald Clarke (editado por Simon Schuster), sigue de cerca ese proceso de descomposición que continuó a la redacción y aparición de "A sangre fria". Se dedicó más a la bebida, peleó con los pocos amigos que le quedaban, se convirtió en un drogadicto y aceptaba cualquier basura con tal de doparse y olvidar el trauma enorme que le causaron los personajes, dos muchachos que habian matado a una familia entera de granjeros, los Cluter, para robarles unos cuantos dólares, una radio y una moneda de plata, después de liquidarlos en distintas zonas de la casa. No sólo bebia hasta caer desmayado, no sólo se drogaba en los baños de los restaurantes y los bares de hoteles famosos (el Plaza de Nueva York, ahora en poder de los Trump, fue escenario de esos momentos que recuerdan ahora ciertas tomas de "Arturo, millonario seductor"), también se liquidaba buscando hombres, especialmente hombres casados a quienes acosaba por teléfono e importunaba en sus sitios de trabajo. Clarke, quien trabajó como editor de la revista Time, dedicó 12 años a la investigación sobre Capote, sus amigos, sus libros, sus viajes y especialmente la demencia continua que lo corroia.

Lo mejor de la obra es que atrapa con viveza, con humor y también con un respeto enorme hacia el ser humano en plena decadencia, el sentido de un artista que seguirá siendo vigente durante muchos años. Ahi está Capote de cuerpo entero, con su carisma, su sentido del encantamiento e ingenuidad, su perversión, sus maldades, sus chistes crueles con la gente, las enemistades que cazaba con los famosos, su integridad literaria que lo llevaba a seguir escribiendo aun en las peores condiciones fisicas: beodo, adolorido por una golpiza, se sentaba y escribia con un sentido del deber que algunos confundian con el masoquismo.

Ese era el Capote que los pocos amigos buscaban a pesar de sus impertinencias. Los testimonios que el libro trae son tremendos porque cada amigo tiene un retrato particular del escritor, lo recuerda en una situación especial y algunos hasta lloran mientras lo evocan. Uno de ellos proporciona una imagen increible de Capote: "Ahí estaba, en su sitio preferido junto al fuego, mientras escuchaba a los demás, mientras saboreaba un brandy después de la cena, cuando llegaba el momento en que las voces se hacían más suaves, los corazones se abrían y los secretos se compartían: él era el centro de la reunión, todas las energías confluían hacia su pequeña figura, rechoncha, risueña, amable, cínica, soltando veneno que todos aplaudían porque era más inteligente que los demás".

El libro revela un Capote desconocido, que en algunas ocasiones nada tiene que ver con el misógino y destructor de otras versiones. Curiosamente esta biografia aparece pocos meses después de la edición póstuma de "Plegarias atendidas", el libro que todos esperaron durante muchos años, el libro que recoge una parte del pensamiento franco, irreverente y cinico del autor sobre esa sociedad que alguna vez lo recibió porque era cómico e ilustrado, y luego le cerró las puertas cuando descubrió que era un francotirador disfrazado.

Lo que Clarke pensó que le tomaria dos años se convirtió en un trabajo que parecia interminable y la culminación es la picaresca sexual de "Plegarias atendidas", con su burla a las graduadas de Vassar, el cuento sobre Tennessee Williams en el hotel Plaza o la fiesta durante la cual Dorothy Parker, Tallulah Bankhead y Monty Clift sostienen un diálogo incoherente mientras están beodos. Revelar los secretos de ciertas personas famosas en circunstancias desfavorables hace de este libro una obra maldita. Capote lo sabía, sabía que estaba atravesando limites minimos de discreción y mesura pero, para un hombre que no respetaba a nadie, reproducir diálogos reservados era apenas parte del juego terrible que siempre practicó.

Lo interesante de esta biografía es cómo, además de hurgar durante 12 años en esa vida que mientras se preparaba el libro seguia latiendo, Clarke también analiza los libros, los personajes, las raíces de ciertas historias y sobre todo, el significado se cada obra de Capote para la historia de una literatura que ahora lo guarda como uno de sus trabajadores favoritos. --