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¿EL EMBUCHADO DEL AÑO?

Nuevos elementos en el caso de los aviones libios confiscados en el Brasil parecen indicar que se le metió un gol a la opinión pública

22 de agosto de 1983

La opinión pública estaba aquello días particularmente agitada. La posible ejecución de Luis Carlos Arango en la silla eléctrica ocupaba las primeras planas de las noticias. Y a muchos no escapaba el hecho de que en esa semana el M-19 cumplía 13 años de su fundación. Conocidas las estrategias publicitarias practicadas por el movimiento, se esperaban acciones por parte del grupo. Sus líderes llevaban meses de silencio y las acciones guerrilleras habían disminuído. Había, sin embargo, cierta tensión en el ambiente.
La fecha pasó sin que sucediera nada espectacular. Sin embargo, pocas horas más tarde, el 20 de abril, una noticia ponía en ascuas a la opinión: 4 aviones libios habían sido interceptados en el Brasil cargados con armas para Nicaragua. Uno de ellos, aseguraron fuentes militares colombianas, llevaba equipo bélico para el M-19. La noticia se regó como la pólvora y le dio nuevos elementos de interpretación a la entrevista que Bateman había hecho con tres periodistas y algunos de cuyos apartes emitió un noticiero de TV el jueves 21. Los medios de comunicación en general, la acogieron sin sombra de duda; encabezó las primeras páginas de los diarios y acaparó los mejores tiempos de los noticieros de radio y TV durante varios días.

LIBIA LE "PONE CONEJO" AL BRASIL
Según las agencias internacionales que difundieron la noticia, Libia había asaltado en su buena fe al gobierno brasilero, pues las aeronaves no portaban auxilios médicos como se había afirmado, sino armamento. Una falla detectada en unos de los aviones, un Hércules C-130, había llevado a las autoridades a descubrir el cargamento secreto. Se violaba así el Convenio de Chicago y se hacía evidente que Libia le había "puesto conejo" al Brasil. Sin embargo, la escala estaba prevista; Libia había hecho solicitud de sobrevuelo y aterrizaje para 5 aviones. En el mismo sentido había elevado solicitudes formales de sobrevuelos por los territorios de Colombia y Venezuela a los gobiernos de los respectivos países.
El escándalo no se hizo esperar. Se confiscaron los aviones, tres de los cuales fueron inexplicablemente trasladados de Recife a Manaos; comenzaron los pronunciamientos de uno y otro lado, se elevaron protestas formales ante el gobierno libio y la ONU y en Colombia se produjo lo que internamente había de levantar aún más la ampolla: las declaraciones del general Landazábal, según las cuales había indicios de que, efectivamente, un cargamento de armas venía para el M-19, razón por la cual se había ordenado una operación para evitar que llegara a su destino.
Desde el Brasil, las agencias internacionales continuaron transmitiendo noticias que agravaban el conflicto internacional. Altas fuentes militares y voceros de la Cancillería brasilera declararon que el equipo bélico se componía de armas, municiones y explosivos de fabricación norteamericana y soviética. Los telex no descansaban. En Colombia, se llegó hasta a publicar mapas con la ruta que supuestamente en condiciones normales debían haber seguido los aviones, haciendo escala en las Azores. El gobierno canceló el permiso de sobrevuelo al conocer la noticia y protestó también ante la ONU por la violación del Convenio de Chicago. Sin embargo, el canciller colombiano, Rodrigo Lloreda, mantuvo una actitud reservada y prudente y declaró que no se pronunciaría sobre la versión de las armas de Libia para el M-19, hasta tanto no se tuviera certeza de la noticia difundida.
Poco a poco, y después de que los aviones emprendieron el vuelo de regreso, no se sabe a ciencia cierta si con armas o sin ellas, la opinión fue olvidando el episodio y los medios de comunicación hicieron oídos sordos a una rueda de prensa convocada en Panamá por el Embajador de Libia en ese país, en la cual afirmaba que los aviones habían llegado al Brasil desocupados y con el propósito de comprar armas. Las cosas, al parecer, se habían quedado de ese tamaño. Sin embargo, sotto voce, un tiempo después, se empezaron a desgranar detalles que desvirtuaban los ejes de la versión difundida.

LA OTRA VERSION
La verdadera historia no sería, entonces, la que incautamente acogieron sin vacilar los medios de comunicación, sino otra muy diferente. Según ésta, los aviones habían salido desocupados de Libia. El propósito era comprar armamento en el Brasil, el tercer país proveedor de armas en el mundo, y la nación latinoamericana que más estrechas relaciones comerciales sostiene con Libia, que le vende al Brasil la mayor parte del petróleo para su consumo interno. Teniendo en cuenta las características de los aviones, tres Ilyushin de fabricación soviética y un Hércules de fabricación norteamericana, la autonomía de vuelo de las aeronaves no hacía posible el viaje Trípoli-Recife sin escalas. Los aviones habrían hecho, entonces, una escala técnica previa, posiblemente en Angola. Por otra parte, si los aviones hubieran volado cargados con armas, como afirma la versión que se difundió, no era lógica la escala en las Azores. Allí, aun cuando hay un aeropuerto civil, el espacio aéreo es controlado por los norteamericanos que tienen emplazada una base militar. Habría sido un acto suicida por parte de Libia.
¿Qué era lo que había sucedido en el Brasil? Según la nueva versión, el Embajador de los Estados Unidos había presionado para que las autoridades brasileras hicieran una inspección de las naves, dándole así mayor cuerpo al escándalo internacional. ¿Estaban las aeronaves cargadas con equipo bélico como afirmaban las agencias de noticias? ¿Estaban desocupadas como se había filtrado posteriormente? El hecho de que los aviones hubieran sido descargados secretamente en las horas de la madrugada del 23 de abril, bajo estrecha vigilancia militar y rompiendo promesas previas en el sentido de que los periodistas podían presenciar la operación, levanta sospechas y abre paso a muchos interrogantes.
Si efectivamente los aviones estaban cargados con armas, ¿por qué ningún periodista tuvo acceso para verificar la existencia del armamento? ¿Por qué si estaban desocupados el Brasil hizo el juego a la versión de las armas? Es indudable que, dadas las circunstancias actuales del conflicto centroamericano y la posición del Brasil frente a los Estados Unidos, no era conveniente delatarse como proveedor de armas para el gobierno de Nicaragua. La noticia, entonces, no podía ser desmentida. Habían caído en la trampa.
De confirmarse esta hipótesis, habría que reconocer que la historia fue muy bien armada y que contribuyó a aumentar el desprestigio que tiene en ciertos sectores el gobierno de Kadhafi. Sin embargo, lo más grave sería el problema de manipulación de la información que se ocultaría tras todo este episodio.