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El escritor y su lector: una historia de amor

Una novela sobre la lectura, la homosexualidad y la locura escrita a la manera de un 'thriller' académico y que tiene como personaje a Michel Foucault.

Luis Fernando Afanador
12 de septiembre de 2004


Patricia Duncker
La locura de Foucault
Alianza Editorial, 2004
218 páginas

La Musa no existe y si acaso existiera sería tan escuálida y patética como aquella que se le aparece a Alice en la película homónima de Woody Allen. En cambio, existe el lector: nada más real que un lector. En el origen de toda escritura hay implícito un lector. Se escribe para alguien, el objetivo del escritor es el lector: lo necesita, lo desea, lo inventa. La escritura se parece a una relación amorosa. Por eso, el tema de esta novela, celebrar el amor entre un escritor y su lector -algo que casi nunca se celebra- resulta fascinante.

Un joven licenciado en literatura francesa y alemana de Cambridge -el narrador sin nombre de la novela- se propone hacer su tesis de doctorado sobre Paul Michel, un famoso y polémico escritor que ganó el premio Goncourt. La escritura de Michel es clásica pero sus temas -la homosexualidad, la locura, el crimen- no lo son. Tampoco lo es su figura pública: provocador y revolucionario. Pero al juicioso académico no le interesa la persona de Michel, sólo su obra. Hasta que conoce a una brillante y atractiva estudiante de alemán con la cual se involucra. Ella, la 'Germanista', de una recia personalidad, se horroriza con este punto de vista formal y distante y le cuenta que Michel hace nueve años no escribe y ha sido recluido en un hospital siquiátrico de París, luego de un episodio esquizofrénico en el que hubo situaciones violentas. Y lo alienta a ir en busca de su autor, a conocer las razones de su locura y de su vida: "¿Es que no lo sabes? ¿Estás estudiando su obra y ni siquiera sabes qué le han hecho?".

El viaje que emprende el narrador será un descubrimiento de sí mismo y un peligroso cruce de los límites que nunca pensó transgredir. Algo que, de ninguna manera, le hubiera ocurrido en el tranquilo, aburrido y predecible mundo universitario que ha olvidado ciertas verdades básicas: los libros no son abstracciones, surgen de personas con alegrías y padecimientos concretos y les hablan a otras personas igualmente concretas. No por azar Patricia Duncker, dijo lo siguiente: "Quería hacer una historia que hablara del amor entre los lectores y los escritores. Mi vida ha sido radicalmente cambiada a través de los libros que leí y quise describir eso".

La novela, además de la historia de amor entre Paul Michel y el narrador, cuenta también la relación entre éste y el filósofo Michel Foucault, quien fue su gran lector y el destinatario primordial de su escritura. Michel escribía para Foucault, su otra voz, su lector de carne y hueso, su 'Musa'. Tanto es así que dejó de escribir en 1984, año en que murió Foucault de sida: "Es usted mi amado lector que me constriñe y me pone en libertad". Ambos pensaron de manera diferente y ambos se sintieron atraídos con la misma intensidad por lo marginal y lo transgresor.

La relación escritor-lector es la espina dorsal de la narración pero hay otros temas igualmente interesantes. La locura vista como una sobreabundancia de existencia, un exceso de posibilidades que comparte con la escritura sus dudas frente a la estabilidad de la realidad -los escritores saben que la realidad se puede fragmentar, inventar y rehacer- y se diferencia de ella porque escribir consiste en reducir la posibilidad a una sola idea. Y la homosexualidad, entendida como una autoexclusión deliberada que no busca incorporarse a la sociedad 'normal' porque en su naturaleza outsider, en su capacidad de ver el mundo como otros no lo ven, radica toda su importancia y su valor.

La locura de Foucault mezcla personajes reales y ficticios, el misterio y la reflexión. Algunos críticos lo han bautizado como un "thriller académico". Poco interesan las denominaciones, lo importante es saber que se trata de ese libro que nos gustaría leer: inteligente sin ser árido y con personajes memorables. Y la Germanista bien paga la lectura: es como esa profesora que siempre quisimos tener.