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El exorcismo de Emily Rose

Una producción decorosa que desaprovecha la historia que narra por empeñarse en atraer al público del cine de terror.**1/2

Ricardo Silva Romero
12 de febrero de 2006

Título original: The Exorcism of Emily Rose.
Año de producción: 2005.
Dirección: Scott Derrickson.
Actores: Laura Linney, Tom Wilkinson, Campbell Scott, Jennifer Carpenter, Colm Feore, Mary Beth Hurt, Shohreh Aghdashloo. No es la película de terror que se anuncia en los cortos de promoción. Es una interesante película de juicios que, como no confía del todo en el espectador ni en la historia que cuenta, como le teme a convertirse en la simple puesta en escena de un complejo proceso judicial, se saca de la manga efectivas secuencias de miedo (las hemos visto antes: una mujer poseída por demonios de voz grave, una puerta que se abre porque sí, un reloj insistente que marca la peor hora de la madrugada) hasta arruinar la pregunta que, de haber quedado sin respuesta, podría haberla convertido en una obra memorable: ¿tenía adentro a los espíritus del mal esa estudiante universitaria llamada Emily Rose, o padecía una enfermedad cerebral que se hizo evidente en aquellos primeros semestres fuera de la casa de sus padres , ¿fue la protagonista la más reciente víctima de una misteriosa batalla que ocurre más allá de nuestros ojos, o el mejor ejemplo de lo que puede hacer la educación represiva en una persona como cualquiera? Conocemos de memoria las producciones que suceden en juzgados: son relatos apasionantes, casi obras de teatro, en las que los personajes principales gritan "objeción" y "a lugar" mientras una investigación policíaca avanza poco a poco. La indagación de El exorcismo de Emily Rose, inspirada en el caso de una joven alemana que perdió la vida en los años 70, busca determinar si un sacerdote de apellido Moore merece ir a prisión por haber conducido a la muerte a aquella mujer de 19 años (se le acusa de "homicidio por negligencia") cuando hacía lo humanamente posible para liberarla de los seres fantasmales que se habían tomado su cuerpo. La abogada defensora Erin Bruner, acostumbrada a confiar en sus sentidos, atrapada en un dilema que al público le es negado desde ese primer flashback en el que la aterrada Emily es tragada por su propia cama, tratará de demostrar que el cura sólo quería salvar a una joven abandonada por la medicina. Y el auditorio, mientras tanto, hará lo que esté a su alcance para sobrevivir a los chillidos, a los accidentes salidos de la nada que convertirán a este largometraje lleno de posibilidades, un drama extraordinariamente actuado, en otro divertimento de vacaciones diseñado para quienes se resisten a entrar a la sala del lado a ver las torpes aventuras de Chicken Little. El cine suele caer en la tentación -cada vez más frecuente- de asustarnos con los mismos ruidos que podrían asustarnos cuando estamos solos, con las mismas sorpresas que nos aceleran el corazón cuando entramos en un parque de diversiones. Lo triste de El exorcismo de Emily Rose es que no sólo no necesitaba esos trucos para inquietarnos, sino que, al valerse de ellos, ha condenado a algunos de sus personajes secundarios a ser estereotipos y ha dejado la sensación de ser más engañosa, más cínica, que esas películas de terror que no prometen otra cosa que engañarnos.