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EL JURAMENTO

Galardonada en el Sundance Festival, esta 'opera prima' es una elocuente exhibición de cine independiente.

20 de julio de 1998

En el país de las superproducciones, allí donde las películas suelen superar en promedio los 30 millones de dólares, también hay quienes hacen cine con las uñas. Es el caso de Edward Burns, un descendiente de irlandeses cuya opera prima también lo estrenó como productor, guionista y actor. Su cinta, titulada en Colombia con el nombre de El juramento, fue galardonada con el premio especial del jurado durante el Sundance Festival en Estados Unidos hace algunos años, tras ocho meses de filmación cada fin de semana y con un presupuesto que, según el propio Burns, no dio ni para conseguir un ataúd en la primera escena.
La película inicia con el entierro del papá de los McMullen, sepelio a partir del cual comienzan a tejerse las historias paralelas de tres hermanos en torno al amor y el encuentro con su media naranja. En un ambiente cerrado _la casa del hermano mayor, quien ya casado decide alojar por una temporada a los dos menores_ conviven en gracia y armonía tres temperamentos distintos pero unidos bajo el poder moralizador de la religión. Cada uno a su modo y con angustia analiza y comenta su aproximación al sexo opuesto, con el peso de la educación sacramental a cuestas y la incertidumbre frente al posible fracaso de la unión.
Por medio de secuencias sobrias, centradas más en los diálogos que en composiciones cinematográficas grandilocuentes, Burns logra sacar la película adelante con una sencillez que en el fondo cumple un cometido adicional al de la sola trama: devolver al espectador a la realidad según la cual en el cine, al fin y al cabo, lo importante es la historia por encima de los derroches presupuestales.