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El mejor del mundo

El cotizado tenor Jonas Kaufmann, en una reinterpretación de 'Lohengrin', con la Alemania de la preguerra como escenario.

Emilio Sanmiguel
30 de octubre de 2011

Richard Wagner

LOHENGRIN

DVD · Decca Universal · Tango


Al final, el teatro se cae de aplausos para Jonas Kaufmann, que, dicho sin rodeos, es el primer tenor del mundo: canta Mozart, Verdi, Bizet, Puccini y Wagner, con idéntica destreza y autoridad. "Canta", no "grita" Wagner, como lo hacía Jean de Rezke a fines del siglo XIX; por eso lo ovaciona el público del Teatro Nacional de Múnich, que, salvo Bayreuth, es el más wagneriano de Europa desde tiempos del compositor.

En este registro de la Decca, obtenido en 2009, Kaufmann le da vida a Lohengrin, que de los dramas wagnerianos es el más querido y el más representado en los teatros no germanoparlantes, por la inspirada riqueza y lirismo de sus melodías.

La "puesta" es de Richard Jones, que ubica el drama medieval en la Alemania de la preguerra: todo gira alrededor de la construcción del hogar de Elsa y Lohengrin, quien, cuando se desencadena la tragedia al final del acto II, se encarga de que la devore el fuego.

La soprano Anja Harteros canta y actúa una decidida Elsa; y sobre la pareja de los amantes, la inevitable sombra de los antagonistas: Wolfgang Koch, un siniestro Telramund, y la soprano Michaela Schuster, una detestable Ortrud: ¡como debe ser!

El otro puntal viene del foso de la orquesta, presidida por el titular de la casa, Kent Nagano, quien hace recordar lo que de él se dice con tanta insistencia: que es el director más sensible del mundo.

Y, bueno, al final toca hacer la reflexión de siempre: que los peores enemigos de Wagner han sido justamente él, que era tan mala persona y tan pretencioso, y sus seguidores, que han tendido alrededor de su obra un cerco de pedantería y esnobismo, dignos de mejor causa.

Esta producción, con pocas ínfulas de espectacularidad, está cargada de la poesía del marco doméstico de ese mundo que construye Elsa y luego destruye Lohengrin y es una magnífica lección de la moderna reinterpretación sin disparates.