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EL MEJOR

5 de mayo de 1986

Rogelio Salmona, quien acaba de recibir el Premio Nacional de Arquitectura por la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena, sostiene que las obras constituyen lo esencial y que sus datos personales de formación profesional no deben tener importancia por ser factores secundarios.
La idea de hacer una construcción que pudiera albergar a los invitados del gobierno colombiano, nació en primera instancia del gerente del Banco de la República, Rafael Gama Quijano, durante el gobierno de Turbay Ayala. Se encargó el proyecto entonces a la Fundación para la Construcción y Reformación del Patrimonio Cultural, la cual, por medio de su secretaria Ana Luisa Mendoza, adelantó una investigación previa. Como resultado, llamaron al arquitecto Salmona quien viajó con Gama a Cartagena para escoger el lugar adecuado. Salmona conocía muy bien la ciudad -que considera la más rica que tiene Colombia y la más delicada por lo que cualquier obra allí puede resultar muy destructiva- pues unos años antes había estado trabajando en su plan de desarrollo, y por eso, el Fuerte de Manzanillo en la bahía de Cartagena reunía todas las características. Este fue encontrado en un estado muy descuidado además de haber sido convertido en un almacén de municiones, pero era el lugar ideal, no sólo por lo que representaba a nivel histórico, sino por la zona de su ubicación. Varios factores de interés se juntaron para que Salmona se interesara definitivamente en el proyecto. Por un lado, el hecho de hacer una obra nueva junto a una vieja lo sedujo pues tratar de compaginar la arquitectura contemporánea a la del siglo XVII no es fácil, y aun más, si se quiere respetar a una reliquia histórica como el Fuerte de Manzanillo. El mayor problema arquitectónico fue el de realizar una casa 100 veces más grande, de 1.200 metros cuadrados al lado de una construcción de 100 metros cuadrados, sin que ésta absorbiera la obra pequeña.
En forma simultánea, le dieron una importancia trascendental a los trabajos complementarios y en especial a los jardines, con el objetivo de volverle a dar a la flora su papel preponderante para detener la erosión. Por esto sembraron vegetación local minuciosamente, teniendo en cuenta su papel tanto armónico como estético y útil. Otro punto clave fue el tener en cuenta la visibilidad para que la construcción no tapara en ningún momento ni la vista de la ciudad, ni la del fuerte, ni la de lugares como La Popa. En cuanto a los materiales utilizados, todos fueron locales: la piedra coralífera blanca, el ladrillo y la madera, a la que después de hacerle una serie de estudios, se introdujo de manera decisiva en la construcción. Todos estos elementos fueron manejados sin perder nunca de vista su compaginación con el fuerte y guardando la distancia necesaria con éste. Así, la construcción tiene un total de cinco mil metros cuadrados porque, además de la casa principal existen dependencias como la edificación para la administración, la de la guardia y la de los edecanes.
Muy al contrario de lo que dijo la prensa hace algunas semanas, el valor total de la Casa de Huéspedes Ilustres no fue de 400 millones de pesos sino de 220 millones, suma que si bien suena demasiado alta cuando se piensa en una casa cualquiera, es un valor que allí está plenamente representado.
"La arquitectura es la obra más democrática que existe porque es una obra colectiva", dice Rogelio Salmona. Sostiene que si bien él ideó el proyecto en una mesa de dibujo, la cantidad de gente que intervino para su realización es lo esencial. Tanto el constructor de la Fundación para la Construcción y Restauración del Patrimonio Cultural del Banco de la República, Alvaro Moreno, como el jefe de maestros y todos los obreros que participaron para la ejecución de la idea son claves. Si ellos no se hubieran entusiasmado con el proyecto y no lo hubieran aprendido, nada se habría logrado.
Salmona, al contrario de lo que todo el mundo piensa, no tiene grados de diversas facultades extranjeras. Simplemente porque eso no le interesó. Empezó a estudiar en Colombia arquitectura en la Universidad Nacional, pero a los dos años se fue a Europa y se vinculó, en los años cincuenta, al taller de Le Corbussier. Allí trabajó y aprendió conociendo la arquitectura europea de manera empirica. Simultáneamente tomó cursos de sociología del arte en la Universidad de la Sorbona junto con otros de artes y oficios. Cuando volvió a su país natal, después de casi 10 años de estar por fuera, ingresó a la Universidad de Los Andes a validar y a tomar exámenes tan inocuos en su caso como el de castellano. Pero, siempre y en todo lo que ha construido, Salmona busca hacer una arquitectura con elementos propios y características del lugar. Prueba de ello son sus obras como Las torres del Parque, El Museo de Arte Moderno, el Centro Gaitán y el edificio de la Sociedad de Arquitectos, para dar tan sólo unos ejemplos de sus trabajos en Bogotá. Actualmente está realizando en Armenia un musco de la Cultura Quimbaya. De todas maneras la calidad de los trabajos de Salmona se puede apreciar, como él mismo lo reitera, cuando el peatón va por la calle y se encuentra, por ejemplo, con una edificación como Las torres del Parque, que además de integrarse a ese sector de la calle 26 con carrera quinta en Bogotá, parece que surgiera, integrada a la tierra para rodear la Plaza de Toros, y lograr un todo armónico.