Home

Cultura

Artículo

El mito del florero

Un texto que permaneció inédito casi 200 años parece demostrar que no existió ningún florero en la revuelta del 20 de julio de 1810.

16 de agosto de 1993

LA HISTORIA DICE que para festejar la visita del oidor don Antonio Villavicencio, un grupo de criollos -encabezados por los hermanos Morales- fue hasta la miscelánea del español Antonio Llorente a solicitarle prestado un florero para adornar la mesa del banquete. Pero el chapetón se negó a facilitar el florero y eso desencadenó una pelea que condujo al grito de Independencia colombiana. Esta creencia hubiera seguido su curso de no ser por un texto que acaba de divulgar el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá. Se trata del libro Particularidades de Santafé, de José María Caballero, un ciudadano bogotano que entre 1743 y 1819 llevó un diario donde anotó asuntos personales y todo lo que ocurría en la vida política y social de la Nueva Granada.
Caballero fue testigo del verdadero incidente y, según su versión, el grito de Independencia se originó tan solo por una pelea callejera. Llorente era mal visto entre los criollos no tanto porque fuera español sino porque siempre hablaba mal de ellos. Y como era lógico suponerse, muchos querían venganza. El 20 de julio encontraron el pretexto. Dice el escritor:
"Don Josef Llorente, español, y amigo de los ministros opresores de nuestra libertad, soltó una expresión poco decorosa a los americanos. Esta noticia se difundió con rapidez, y exaltó los ánimos ya dispuestos a la venganza. Grupos de criollos paseaban alrededor de la tienda de Llorente con enojo pintado en sus semblantes. A este tiempo pasó un americano que ignoraba lo sucedido, hizo una cortesía de urbanidad a este español. En el momento fue reprehendido por don Francisco Morales, y saltó la chispa que formó el incendio y nuestra libertad. Todos se agolpan a la tienda de Llorente: los gritos atraen más gentes, y en un momento se vio un pueblo numeroso reunido e indignado contra este español y contra sus amigos. Trabajo costó a don Josef Moledo aquietar por este instante los ánimos, e impedir las funestas consecuencias que se temían. Llorente se refugió en la casa inmediata de don Lorenzo Marroquín".
Este aparte fue publicado pocos días después -el 29 de agosto de 1810- en el Diario Político de Francisco José de Caldas y Joaquín Camacho, fundado rápidamente para hacer propaganda en contra de los españoles y avivar los ánimos independentistas. Apareció en una serie de artículos titulados Historias de nuestra revolución. El asunto es que en ninguna parte de la crónica de Caballero, ni en las que luego escriben Caldas o Camacho, se menciona siquiera a Villavicencio y menos aún el incidente de un supuesto florero. Esa anécdota fue agregada después. ¿Quién o quiénes lo hicieron? De acuerdo con el presidente de la Academia Colombiana de Historia, Antonio Cacua Prada, el primero que habló de un supuesto florero fue don José Acevedo y Gómez, en una carta que le envió el 21 de julio a su primo Miguel Tadeo Gómez: "Ayer 20 fueron a prestar un ramillete a don González Llorente para el refresco de Villavicencio, a eso de las 11:30 del día en su tienda en la primera calle real, y dijo que no lo daba y que se cagaba en Villavicencio y en todos los americanos". Para Cauca está claro que lo del florero fue invención de Acevedo para darle cierto aire de leyenda y de patriotismo al asunto. "Todo parece indicar, comenta Cacua, que el suceso del Florero no fue cierto, y que lo único que ocurrió fue una pelea verbal, que después pasó a las manos, entre los Morales y Llorente, quien evidentemente era un malhablado contra los criollos. Acevedo ni siquiera fue testigo presencial del incidente y a lo mejor dijo lo del florero porque escuchó esa versión en la calle, entre la gente del pueblo".
Sea como fuere, de lo que no existe duda es de la pelea entre los Morales y Llorente, quien estuvo a punto de ser "linchado" por la multitud que se agolpó a la entrada de su tienda, en la esquina nororiental de la plaza de Bolívar. " Uno de la plebe gritó: Aquí llevan a Llorente". "Apenas entró en su casa cuando un pueblo inmenso se hallaba al frente de ella resuelto a ponerlo preso y tal vez a asesinarlo. El alcalde ordinario don Josef Miguel Pey ocurrió a sosegar este tumulto y a salvar la vida de este hombre desgraciado. A fuerza de promesas y en empeñando el crédito de su autoridad consiguió aquietar al pueblo conduciendo a su vista a la cárcel a este español inconsiderado. Apenas lo deja el pueblo asegurado en la prisión vuelve todo su furor contra sus amigos. Se arroja sobre las casas de Infiesta y Trillo, rompe a pedradas las vidrieras, fuerza las puertas y todo lo registra"
"El pueblo se trasladó en masa a las casas Consistoriales (donde hoy queda la Alcaldía de Bogotá). Reunió a los alcaldes y regidores; entraron los vecinos y se comenzó a pesar del virrey, un cabildo abierto. El oidor Jurado llevo los poderes del jefe y lo presidió en su nombre. ¿Cómo podré pintar los debates, las arengas, el calor, como las agitaciones de un pueblo inmenso, enérgico y activo? Ciudadanos, perdonad la brevedad de este Diario, perdonad a la impotencia de nuestras plumas el que no entremos en todos los pormenores de esa noche paraq siempre memorable".
Sobre el florero que se exhibe en la Casa Museo del 20 de Julio, en Bogotá, hay otra historia. La porcelana perteneció al pintor Epifanio Garay, quien un buen día de 1882 lo donó al Museo acional porque -según él- estaba en la tienda de Llorente. De ahí pasó en 1960 a la Casa del Florero. Lo cierto es que no hay prusbas fehacientes que aseguren, evidentemente, que era de Llorente y mucho menos que esa bella obra incendió la flama de nuestra Independencia.