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EL NOBEL Y LOS PIRATAS

Una decisión judicial que favorece las ediciones piratas obliga a García Márquez a suspender las ediciones de sus libros en Colombia.

7 de junio de 1993

LA NOTICIA NO HABIA ALCANZADO A conocerse, cuando ya el director de la Editorial Oveja Negra, José Vicente Kataraín, había mandado recoger de todas las librerías del país la obra completa de Gabriel García Márquez. La decisión del Nobel colombiano de no volver a editar ni a distribuir sus libros en Colombia, en protesta por lo que él y Kataraín catalogaron como la legalización de la piratería editorial, fue para muchos la fatal confirmación de un problema que en Colombia está lejos de solucionarse: la violación de los derechos de autor.
Kataraín, quien desde hace varios años es el editor exclusivo de la obra de García Márquez en Colombia, había levantado hace más de un año ante la Dijin una denuncia contra la Distribuidora Norteamericana de Libros, en relación con una carta que uno de los dueños de la distribuidora, Félix Burgos, envió al dueño de una librería en Costa Rica, a comienzos de 1992. En la carta, Burgos señalaba que tenía listas para despachar varias ediciones de la obra de García Márquez a "precios sumamente favorables y muy bien presentados", pero que si insistía en las oficiales, debía esperar 20 días para el envío.
La misiva dio pie para que la Dijin iniciara las investigaciones del caso. En efecto, en agosto del 92 las autoridades decomisaron cerca de 6.500 títulos piratas de diversos autores, entre los cuales más de mil eran del escritor colombiano, en las bodegas de la empresa aérea Tampa, localizadas en el aeropuerto Eldorado, de Bogotá. Poco después, en Medellín, los miembros de la Dijin descubrieron más de dos mil cajas de libros en la sede de Norteamericana, listas para su distribución en el interior del país y para exportar a diferentes países. Ochocientos mil libros piratas estaban a punto de embarcarse. Por este hecho, el gerente de la empresa y socio de Burgos, Gilberto Giraldo, fue detenido y enviado a Bogotá, para ponerlo a órdenes de la Fiscalía.
La sorpresa fue mayúscula cuando la fiscal 266, Patricia Salazar Varón, decidió hace pocos días no solo devolver los 800 mil libros a Giraldo y Burgos, sino adelantar una investigación a Kataraín para aclarar las posibles faltas disciplinarias cometidas durante el allanamiento en Medellín. Al conocer la noticia, García Márquez no dudó en afirmar que "la ilegalidad amparada por la justicia y los legales perseguidos es ya el colmo del realismo mágico".
A pesar de que el director de Oveja Negra argumentó que no se explica por qué la fiscal no ordenó la visita de la sede de la distribuidora pirata para constatar los hechos, y que tampoco tomó en cuenta la solicitud en el sentido de escuchar las declaraciones juramentadas de los gerentes de las impresoras legales de los libros, Printed de Colombia y Editorial Retina, quienes aseguran que los textos decomisados son falsos, lo más grave de todo este asunto es que la piratería en Colombia es un secreto a voces, reconocido, incluso, por los mismos editores piratas, sin que hasta el momento sea posible detenerla.
La falta de iniciativa de las autoridades para controlar el crecimiento desmedido de las ediciones piratas, obligó a García Márquez a tomar la determinación de retirarse del mercado nacional. "Yo no había protestado por eso, porque en términos técnicos, el pirata llena el hueco que dejan las editoriales: donde no llegan los libros legales, allá llegan los ilegales. Ellos se encargan de que las obras estén en el mercado permanentemente y amplían el número de lectores. Lo que no se puede permitir es la legalización de la piratería, porque eso es abonarles el terreno para que perfeccionen su sistema y acaben con los editores legítimos", comentó a SEMANA el Nobel colombiano.
Gabo acaba de terminar en México su próxima novela. No obstante, frente a las circunstancias el escritor ha resuelto no editarla ni siquiera en el extranjero, para no seguir corriendo los riesgos de las copias falsificadas. "Lo que yo pierdo en Colombia por piratería es mínimo, en comparación con las ventas legales en el exterior. Pero la mayoría de escritores colombianos viven de la venta de sus obras y no es justo que los piratas se queden con el dinero de ellos. Si no aprovechamos ahora para hacer algo, estamos perdidos".
Al final de la semana pasada, García Márquez había logrado alborotar el avispero en un tema que nadie hasta el momento había querido tocar. Hasta el punto de que el propio fiscal general, Gustavo de Greiff, tomó cartas en el asunto. Y aunque es casi un hecho que las editoriales piratas seguirán distribuyendo su obra, el solo acto de García Márquez de no volver a editar en Colombia es una sanción moral de mucho peso, como para pasarla inadvertida.